¡Viva! es el nombre del espectáculo con el que el bailarín Manuel Liñán impresionó ayer a todo el público que acudió a verle a Baluarte. Una cita que supuso un grito a la libertad de la transformación, entendido como una forma de desnudez más que como una manera de enmascararse. En definitiva, una celebración de la pluralidad del baile y de su singularidad en el que, acompañado de seis bailaores-bailarines, trascendió los roles habituales para buscar la naturaleza primigenia del baile y de la emoción.