- El director español Isaki Lacuesta sacudió ayer la Berlinale con Un año, una noche, un filme que parte del atentado yihadista del Bataclán y se vuelca en sus secuelas a través de una pareja que vivió el horror inimaginable en esa sala parisina.

"Son dos personas que viven esa experiencia de formas totalmente distintas y que se dan cuenta de que no pueden compartirlas, ni siquiera siendo pareja", explicó Lacuesta (Girona, 1975), tras el estreno ante los medios de la película, aspirante al Oso berlinés.

Su puntal son los recuerdos de dos supervivientes, plasmados en el libro escrito por Ramón González (la figura protagonista) y mezclados con los de otros testigos. El espectador no verá ni a los terroristas ni a sus víctimas "más que a través del terror reflejado en los ojos" de esa pareja.

"No nos interesaba mostrar heridas físicas, sino emocionales", añadió Lacuesta. Fueron 130 los muertos esa noche del 13 de noviembre de 2015 en la serie de atentados yihadistas perpetrados entre las inmediaciones del estadio nacional francés, bares y terrazas de París, así como en el concierto del "Bataclán".

Lacuesta concentra su mirada en Céline y Ramón (Noémie Merlant y Nahuel Pérez Biscayart), que esa noche acudieron al Bataclán con otra pareja amiga. La primera secuencia mostrará a los protagonistas deambulando por las calles parisinas, cada uno bajo una de esas capas térmicas que los equipos sanitarios reparten entre los supervivientes de cualquier catástrofe, accidente casero, siniestro o atentado. Andan como zombies, porque así es como se sienten esa noche y volverán a sentirse a menudo a lo largo del año siguiente, incluidas las vacaciones navideñas con la familia española de Ramón.

Lacuesta recorre su largo camino de superación, entre ataques de pánico, de tristeza o de horror, derrumbes emocionales y la duda de si se necesita al otro para sobreponerse o si hay que desprenderse y empezar solo. Ramón, el español afincado en París, exterioriza de inmediato lo ocurrido. Céline no lo cuenta ni a su compañera de trabajo, un centro de acogida de adolescentes árabes y de otras procedencias en una banlieue. Difícil, incluso para ella, sustraerse del racismo.

"Se trata de no renunciar a la vida, tampoco a volver a un concierto de rock. Sobre todo para Céline, no hacerlo sería aceptar que el terrorismo ha ganado", explicó el cineasta.

Un año, una noche era el plato fuerte de esta jornada a competición. Lacuesta acudía a Berlín avalado por anteriores filmes como Los condenados, Los pasos dobles o Entre dos aguas, premiado en San Sebastián.

Con su estreno, el cine español entró en la lucha por los Osos. Completará su presencia el estreno hoy de Alcarrás, de Carla Simón, premio a la mejor ópera prima de ese festival en 2017 con Estiu 1993.

La siguiente aspirante a Oso de ayer fue Drii Winter (A piece of sky), del suizo Michael Koch, un canto a la naturaleza y a las cumbres alpinas, a partir del retrato de un hombre (Simon Wisler) llegado del llano, noble, manso y fuerte como un buey.

Muy distinta resultó ser Un éte comme ça, del canadiense Denis Côté. La película coloca a tres mujeres hipersexuales en una casa junto a un lago, donde durante 26 días quedarán a manos de dos terapeutas. Call Jane, única cinta del cine estadounidense a competición, incidió en colectivos más combativos: un grupo de mujeres que organiza abortos clandestinos a embarazadas en los 60.