Durante los años 80 un convento en Lizaso albergó a la excéntrica comunidad del Arco Iris, cuyos integrantes experimentaban con el cuerpo y la mente buscando sus límites, con gran necesidad de catarsis. Las realizadoras navarras Irati Gorostidi y Mirari Echávarri se han acercado al lugar atraídas por los testimonios de sus madres que, intentando desprenderse de las secuelas del franquismo y hacer frente a desafíos personales y políticos, pasaron por dicha comunidad. Su película, San Simón 62, se podrá ver este viernes (19.00 horas) en la Sala Cámara de Baluarte.

¿Con ganas de estrenar en casa?

-Irati Gorostidi: Sí, el estreno es como un cierre de ciclo. Va a ser potente porque va a haber muchas personas muy cercanas y personas muy vinculadas al proceso, entonces esos pases son los más cargados emocionalmente.

-Mirari Echávarri: Sí, hay nervios, unos nervios positivos, y a la vez emoción.

¿Hay huellas del paso de la comunidad Arco Iris por Lizaso?

-I.G.: No hay muchas huellas, aparte de los relatos que nos han contado personas que formaron parte de ella; y eso nos ha forzado a hacer un ejercicio más de imaginarnos cosas. Quizá eso ha sido lo más enriquecedor de acercarnos hasta allí, el encontrarnos obstáculos para acceder a los rastros del paso de la comunidad por ese lugar y el tener que activarlos de otras maneras que no sean la visual.

Porque el edificio está habitado hoy por monjes de clausura.

-I.G.: Sí, y no nos dejaron entrar. Hay allí una capilla de nueva construcción, de los años 90, así que no estaba en la época de la comunidad Arco Iris, y el resto sí parece que se conserva como tal.

El punto de partida de su investigación han sido los testimonios de sus madres, a las que va dedicada la película.

-I.G.: Más que partir de su testimonio, es que para nosotras, la primera aproximación a Arco Iris fue en conversaciones con ellas. Y después ha coincidido que ellas han fallecido y nosotras estábamos haciendo el proyecto, entonces teníamos esa pérdida muy reciente, ha coincidido con un momento de duelo y quizá hay esta cosa de búsqueda que ha tenido mucho que ver con ellas.

-M.E.: Yo siento que parte de la motivación inicial de empezar a investigar es entender un poco el relato vital de nuestras madres y lo que tiene relación con nosotras, y eso es algo en lo que llevamos unos cuantos años.

¿Qué dirían que movía a esta comunidad?

-I.G.: Es muy difícil responder a esa pregunta, ni siquiera sé si las personas que la crearon sabrían responderla, pero nosotras sí que hemos buscado mucho en el contexto histórico, y quizá ahí sí hay unas claves.

Había una búsqueda de libertad, de deseo de otro modelo de sociedad en un momento de transición y ruptura.

-M.E.: Sí. Pero no queremos concluir nada representativo sobre lo que fue Arco Iris. La pregunta de qué movía a la comunidad es la que de hecho está presente en la película y es a través de la cual nos acercamos a la gente que fue testigo o formó parte de la comunidad de alguna manera. Es difícil condensar en nuestras palabras lo que hemos recibido de eso.

¿Cuál ha sido el mayor reto de este proceso?

-I.G.: Hay retos técnicos, limitaciones formales, retos emocionales muy grandes. Quizá uno de los mayores es el que tenemos ahora más presente del montaje, de cómo estructurar la película, que ha sido algo que hemos hecho muy a posteriori. Quizá el mayor reto ha sido que cuando estábamos haciendo la película no teníamos un objetivo muy claro ni había una voluntad de concluir nada concreto, era más una búsqueda y era difícil darle forma, porque tendemos a estructurar más las cosas desde un lugar que nos lleva a unas conclusiones. Y la relación con la comunidad, a nivel ético, y de nuestra distancia con respecto a eso.

-M.E.: Las tomas de decisiones respecto a qué entra, qué se queda fuera, a quién nos acercamos y cómo. En muchos momentos las hemos tomado de manera intuitiva, ha habido construcción sobre la marcha y el montaje sí que ha sido bastante reto.

Hay una búsqueda emocional, íntima, y a la vez una necesidad de tomar distancia porque no conocieron en primera persona la comunidad.

-I.G./M.E.: Eso es. Y para muchas personas que han compartido con nosotras generosamente su voz es algo que ha tenido unas implicaciones muy fuertes, y son personas a las que queríamos cuidar, hacer partícipes, pero no podíamos tener una distancia fría y neutral respecto a eso. Hemos decidido explicitar mucho eso porque precisamente era la única manera que teníamos de aproximarnos, desde lo más cercano, desde personas con las que ya tenemos vínculo; pero a la vez es verdad que estamos contando algo que no hemos vivido en primera persona. Han sido decisiones difíciles. No hemos intentado hacer una representación de todas las voces posibles que hubo en Arco Iris. Para nada.