En 1939, Neruda fletó un barco, el Winnipeg, para que más de 2.000 personas refugiadas de la Guerra Civil Española pudieran ir a Chile en busca de una nueva vida. Laura Martel ha querido recuperar este hecho histórico que parece haber quedado ondeando, perdido, en la frágil memoria española. Bajo la dirección de Norbert Martínez, la obra llega a Olite hoy a las 22.00 horas.

¿Qué va a encontrarse el público?

Se van a encontrar una historia real que, en contra de lo que suele pasar con las historias reales, parece un cuento, una ficción hecha por Disney. Es una historia real en tiempos de guerra con un final hermoso, donde todo el mundo termina siendo bueno. Eso en la realidad ocurre muy pocas veces; pues esta es una historia así.

¿Por qué escogió este tema, de dónde llegó la inspiración?

En una cena, el embajador de Chile en España me contó esta historia, y yo, que he estudiado Políticas, soy muy fan de la historia y creía saber bastantes cosas, no la conocía. En Chile todo el mundo la conocía, pero en España nadie sabía lo que era el Winnipeg. Pensé en contarla, pero en un documental, y me fui a Chile para entrevistar a la gente. El documental no salió, pero me encontré una cosa que me llamó mucho la atención: todo el mundo a quien entrevistaba me trataba muy bien y era gente muy feliz. En todas las casas había mucha felicidad pero, sobre todo, la gente me trataba muy bien. Todos eran muy generosos, y pensé que esto era por la historia que tenían detrás, que les había dejado esa impronta, y tenía que contarlo. Escribí una novela ilustrada, luego una obra de teatro y ahora un guion cinematográfico.

¿El objetivo de crear este texto era contar esta historia desconocida?

Sí. Contar una historia hermosa y necesaria, que dice que las buenas acciones germinan y no solamente para quien las recibe, sino para generaciones futuras. Lo mismo que las malas acciones se quedan ahí, echan raíces y dejan una impronta negativa, las buenas dejan una huella positiva en el mundo.

¿Qué sentimientos o mensaje pretende transmitir al público?

Lo que busca la obra es que se lleven a casa una sensación de alegría y positividad en el cuerpo; y en la cabeza, la idea de que cualquier cosa, por pequeña que sea, si es una buena acción, va a cambiar el mundo. La gente anónima es la gran protagonista, porque sus pequeñas acciones sumadas crean un mundo mejor, o peor. Pero sobre todo, quiero que sirva para toda esa gente anónima, a quien se la dedico, que hace pequeñas buenas acciones, para que sepan que es una semilla que en algún lugar genera un bosque.

¿Ha participado en la producción?

Yo simplemente soy la autora, y había escrito una novela ilustrada que cayó en manos de una de las actrices. Ella se lo contó al productor y se enamoraron de la historia. Vinieron a verme y me contaron que querían hacerla en teatro, y me dieron muy buena impresión. No podía haber puesto la obra en mejores manos. Cogieron mi texto y lo hicieron crecer. Es una obra donde yo he puesto pequeños ladrillos, pero ellos han hecho todo lo demás y ha salido un muy buen producto. Y no es mío, sino de todos.

¿Qué supone que se lleve una obra suya a un festival como el de Olite?

Me encanta y me encantaría ir. Vengo del mundo del teatro y sé del Festival de Olite, pero no he tenido la ocasión de ir. Sé que es un festival importantísimo y me encanta la idea de que una obra escrita por mí esté ahí.

¿Qué le gustaría o cree que puede aportar con su trabajo al festival?

Que conozcan su historia. En ese barco iban muchos navarros y vascos; es parte de vuestra historia. La historia es el código genético de los pueblos, y hay que conocerla para saber cuáles son los retos y los peligros a los que se enfrenta una sociedad. No conocerla me parece un crimen.

¿Qué opina de la gran presencia femenina de este año en el Festival?

Menos mal. Somos la mitad de la población del mundo y menos mal que estamos tomando la mitad de todo. Es nuestra mitad y me parece tremendo que haya gente a la que le parezca mal; nuestra voz es diversa y me parece normal que nuestra manera de ver las cosas esté ahí. Es muy importante que haya directoras y programadoras y que en los jurados y las personas que deciden las obras haya miradas femeninas también, porque nos gustan cosas distintas.

¿Las mujeres tienen el lugar que les corresponde en el teatro?

En todos los ámbitos queda camino. Creo que estamos en el bueno, pero con un peligro de retroceder impresionante. Tenemos que tener mucho cuidado de seguir caminando en esta dirección. Si uno conoce la historia se da cuenta de que esto ha pasado siempre: ha habido un avance extraordinadio y luego retrocesos. Es verdad que en España vamos por buen camino, pero tenemos que seguir por ahí y tener cuidado de no retroceder.

En estos momentos tan complicados que vivimos hoy la cultura es más importante y necesaria que nunca. ¿Qué papel juega el teatro?

El teatro es un espejo y los espejos son muy importantes. Te mira a ti misma desde otro lugar, desde otro punto de vista. Es la mejor manera de entender la sociedad, la cultura y a ti misma: verte desde fuera. Eso es el teatro. Además, lo hace desde un punto maravilloso: te sientas, vives y te emocionas durante una hora, pasas un buen rato. Eso es importantísimo, hacer algo tan importante pasando un buen rato es maravilloso.

¿Qué le espera a la obra a futuro?

Yo creo que la obra está teniendo mucho recorrido y espero que lo tenga por toda España y fuera también. El productor está haciendo gestiones para que se estrene en Madrid y viaje a Chile. Una cuando escribe una obra es como parir un hijo y que se vaya por el mundo. De repente te llama para decirte que ha conseguido algo, y con las obras pasa lo mismo. l