José Manuel Garrido pensó que dedicar una obra a las personas mayores era la forma idónea para poner fin a su carrera profesional, y más aún si lo hacía con personas de a pie y no actores o actrices profesionales. La vida vivida y por vivir retoma el escenario después de dos únicas funciones en abril de 2021. 

¿Qué se va a encontrar el público?

–El público se va a encontrar a un grupo de personas mayores en el escenario que nos van a hablar, desde su humanidad, de la experiencia de estos últimos años y cómo vivieron el confinamiento. No es un espectáculo ni aburrido ni dramático, al contrario, es un espectáculo muy emocionante. Cuando se estrenó hace un año, el público acabó en pie y aplaudiendo porque, esta forma de compartir, desde la verdad de cada uno, era realmente emocionante. Es muy bonito ver cómo las vidas de las personas son realmente interesantes.

¿Qué hace especial a La vida vivida y por vivir?

–Lo que la convierte en especial es, sencillamente, ver a un grupo de personas mayores sobre el escenario. En su momento, a las personas mayores se les prestó atención, hoy en día, ese poder que tenían de antiguo consejo de sabios ya no es lo mismo. De pronto descubrimos unas personas que tienen una gran vida a sus espaldas y que transmiten algo de una manera diferente. Esa honestidad y esa libertad con la que cuentan sus experiencias es algo muy único. Creo que no estamos acostumbrados a ver a las personas mayores en un papel relevante, y pienso que verlas de repente en el escenario es algo que impacta mucho.

¿Por qué optaron por hacer una obra de teatro experiencial y participativa?

–Esto fue una idea que surgió de José Manuel Garrido, una persona muy inteligente que ha tenido un alto grado de responsabilidad en el teatro español. Para su último proyecto, antes de jubilarse, dijo: “yo quiero hacer una obra sobre lo que está pasando ahora con las personas mayores, y la única manera es contarlo a través de ellas mismas”. De esta forma, hicimos un casting al que se presentaron bastantes personas mayores de 75 años. Desde el primer momento fueron poniendo sobre la mesa sus experiencias, cómo era ser mayor hoy en día, como habían pasado estos años… A veces decimos “las personas mayores son así”, y lo bonito de haber trabajado con este colectivo ha sido ver que todos somos únicos, interesantes y particulares, y por supuesto, todos tenemos algo que contar y cosas que compartir.

¿Cómo surgió esta obra?

 –Fue en el momento álgido y duro del confinamiento, cuando incluso se dijo que no se iba atender a las personas mayores o que las personas mayores iban a morir solas, porque no se les podía ir a visitar. La historia surgió desde ahí. La obra no es terrible ni dramática, sino que tiene momentos muy cómicos y la gente en el estreno se reía muchísimo. Es cierto que, en los momentos más terribles, siempre hay una sonrisa, una risa y una situación cómica. 

¿Cómo ha sido trabajar con personas que no son actores y actrices profesionales?

–Hemos hecho lo que se llama teatro documento, es decir, construir un texto a partir de las vivencias de alguien. No hay un texto previo, pero sí que llevas una estructura. Hemos creado un espacio donde las personas mayores contaban sus experiencias de una forma libre, y luego estas experiencias las organizábamos y editábamos. Ellos mismos han ensayado sus propios textos, sus propias palabras, siempre teniendo en cuenta el ritmo, los diálogos o la forma de contar las cosas. 

¿Cómo se han desenvuelto?

–Eso ha sido muy interesante. Hay personas que tienden a un tono más serio y otras a uno más cómico, pero eso es bonito. Hay personas que lo que cuentan es emotivo, en otras es gracioso y en otras es dramático. Todas las personas tienen su tono propio, y hay también quienes alternan uno con otro. Ellos mismos se han dado cuenta de que eso que están contando es gracioso o dramático. Nosotros respetamos esas emociones, y ellas solas van saliendo. El proceso ha sido muy similar al de trabajar con actores. Han descubierto qué es ser actor y hemos ensayado, hemos repetido, hemos pulido… No eran profesionales, pero tenían a favor que lo que estaban contando era suyo, y ese punto de partida es lo que les ha permitido meterse en un juego donde casi han actuado como un actor profesional. Está el plus de que lo que cuentan es de verdad, que no es una ficción, y eso es muy emocionante.

¿Qué sentimiento o mensaje se pretende transmitir con la obra?

–Hacer esta obra ha sido como poner un espejo a la sociedad, un espejo a las personas mayores y a cómo la sociedad se relaciona con ellos. Entonces ves que hay luces y sombras. Ha habido momentos de drama y de soledad, pero también momentos de mucha solidaridad. Yo pienso que el mensaje final es transmitir que las personas mayores no son diferentes al resto, y que todos vamos a serlo en muy poco tiempo. Prestémosles atención, démosles cariño, escuchémoslas. Es sin duda una función que toca y emociona. 

¿Qué le espera a la obra a futuro?

–Eso no lo sé. Se estrenó hace un año, pero el Festival de Olite contactó con nosotros porque les interesaba incluirla en el cartel. Hay tres personas del primer reparto que, muy a su pesar, no van a poder actuar. Una porque tenía compromisos, otras porque están delicadas de salud… El teatro es algo frágil y en esta obra la fragilidad se puede ver por todas partes. No sé qué deparará el futuro, pero con que el público la disfrute es suficiente.