Claudio Fava ha dedicado 30 años de su vida a luchar contra la mafia y a velar por los procesos democráticos en Latinoamérica. Todo, sin descuidar su pasión por el periodismo, la investigación y la literatura. Estos días visita Pamplona para presentar Mafia, reedición del libro de investigación de su padre, Giuseppe Fava, primer intelectual asesinado por la Cosa Nostra. Y la novela Los silenciados, en la que relata la aniquilación de casi todos los miembros del equipo de rugby de La Plata (Argentina) a manos de los secuaces de la dictadura militar de Videla.

“La mafia tiene en este momento un poder económico y financiero como nunca antes ha tenido”

Viniendo de Italia, la pregunta es inevitable. ¿Cómo está tras las elecciones del domingo?

–(Sonríe) Los resultados estaban previstos. Yo no tengo todo ese miedo que se ha difundido a una vuelta hacia el neofascismo. El país tiene una cultura democrática demasiado profunda como para llegar a eso. Además, Meloni es de una generación que no tiene nada que ver con lo que pasó en Italia hace 70 años. No es como Marine Le Pen en Francia, que tiene unas raíces muy profundas. Por supuesto, habrá que vigilar qué hace este gobierno con todo lo relacionado con los derechos civiles y con las leyes aprobadas en los últimos años, pero tengo claro que Italia no es Polonia ni Hungría.

Pues aquí nos ha llegado esa idea de ultraderecha.

–Lo sé, y es una idea que han difundido los medios de comunicación. Yo tenía más miedo de que ganara Berlusconi, porque la suya es una derecha propietaria, que se erige en dueño de las instituciones. Con Berlusconi la mentira de Estado era una costumbre. En este caso, sin embargo, todos los instrumentos de comunicación, de debate de las instituciones permanecerán en el marco político. Dicho esto, está claro que hay que reconquistar posiciones que la parte democrática de izquierda del país ha perdido.

Parece lógico pensar que la izquierda debe reflexionar.

–Así es, porque cuando tuvimos la oportunidad de gobernar no la aprovechamos para hacer las reformas que había que hacer. Si eres un partido de izquierdas y llegas al gobierno, es momento de revelar tu naturaleza. Pero nada de eso pasó y el Partido Demócrata ha gobernado durante ocho de los últimos diez años. Claro, el tiempo acaba pidiéndote cuentas. En las últimas elecciones no ha habido solo un voto a la derecha, sino también un voto de fuerte desilusión, de protesta, de amargura... Pero hay que asumirlo. La izquierda tiene que modificar su lenguaje y hacer una inversión humana sobre una generación a la que se ha marginado en los juegos políticos.

Ensayo

Título. Mafia. Historias a la sombra del poder es un ensayo que Txalaparta publicó en castellano por primera vez en 1997. 25 años después, lo reedita con prólogo de Claudio Fava.

Un propósito. El 5 de enero de 1984, la Cosa Nostra terminó con la vida del escritor y periodista italiano Giuseppe Fava. Cuando lo mataron acababa de escribir esta breve historia de la mafia en la que esta se revela no solo como una organización criminal que controla su territorio e impone su ley, sino también como un poder político, económico y financiero insertado en las leyes del mercado dominante. Fava conocía como nadie este fenómeno, carcoma de una Sicilia que él soñaba diferente.

Lo hemos visto en Italia, pero también en España y en otros países, ¿qué sucede cuando la población obrera de pronto vota a la derecha e incluso a la ultraderecha?

–Pues pasa que piensan ‘mi partido no me respondió’. Y miran a esta muchacha de cuarenta y pocos años, una mujer, con capacidad de comunicar... Y la han votado. Insisto en que esta señora no encarna la historia de la derecha italiana. Es una mujer joven que tiene esa herencia, pero la usa de una manera diferente y tiene la capacidad de interceptar votos que proceden de la desesperación.

Esa desilusión de la que hablaba antes está extendiéndose por todo el mundo y generando importantes giros hacia la derecha.

–Esta es una época de miedo, de pobreza, de desigualdad, y ante eso se puede optar por dos tipos de respuestas: un planteamiento a largo plazo, que establezca bases e ideas, o un planteamiento cortoplacista, inmediato. Un ejemplo de lo segundo sería la búsqueda de un enemigo común, un lugar donde colocar tu cansancio. Algunos han colocado a los inmigrantes en el centro del debate político, usando un montón de simplificaciones en torno a ellos: que si quitan trabajo a los italianos, que si traen violencia... Cuando la realidad es que los inmigrantes hacen el trabajo que los italianos no quieren hacer. Y lo que es más, si mañana todos decidieran volver a sus países, el país se hundiría porque se perderían todos los ingresos por impuestos y no se podrían pagar las pensiones. Pero es fácil llegar a una de estas simplificaciones y la gente parece necesitar tener un enemigo. Puttin está demasiado lejos, el inmigrante está al lado de tu casa...

¿El cambio de gobierno puede llegar a influir en el trabajo de la Comisión Antimafia que ha venido desarrollando en los últimos años?

–Yo ya terminé. Mi mandato como presidente de la Comisión Antimafia de Sicilia finalizó el mismo domingo, ya que también tuvimos elecciones regionales. No me parece que el tema de la mafia sea hostil con una política de derechas. Hay que investigar las conexiones de poder que hay detrás de la mafia, poner nombres y apellidos a esas conexiones, y esto te pide total autonomía, libertad para investigar en condiciones. Y esto choca con la historia de la derecha en Italia, ya que durante años ha promovido un sistema de conservación de privilegios sociales e institucionales muy importante. Hablar de los Corleonesi, de Totò Riina, de Provenzano es fácil, pero escribir, luchar en las instituciones y utilizar la Comisión Antimafia como lugar de investigación política sobre el contexto –la faceta militar y la componente financiera– en el cual los Corleonesi son la organización mafiosa más potente del planeta, exige independencia y libertad. Y la derecha ha sido tradicionalmente un lugar de referencia para grupos de poder que intentan que no lleves tu mirada adonde no les interesa.

Acaba de reeditar con Txalaparta ‘Mafia’, el libro de su padre, Giuseppe, asesinado en 1984 por la Cosa Nostra. ¿Qué vigencia tiene hoy en día este trabajo, por qué reeditarlo ahora?

–Porque el cuento del poder es siempre el mismo. Han cambiado los mecanismos de corrupción, las estrategias, los nombres... Ha crecido la capacidad de respuesta del Estado, pero el enfrentamiento, el conflicto sigue siendo entre una idea de poder criminal y una idea de legalidad institucional. Hace 25 años, la mafia tenía más sentido de impunidad, había jefes de la Cosa Nostra que eran exhibidos como un trofeo. Ahora es diferente, sobre todo porque hubo una respuesta institucional muy fuerte. Cuando mi padre estaba vivo no se había realizado ni un solo proceso contra la mafia en Sicilia. Jamás. El primero tuvo lugar en 1986, y tanto ese como el de 1987 tuvieron que celebrarse en Calabria y en Puglia porque no había condiciones de seguridad para los jurados populares. Entonces cambiaron las cosas, pero el juego de la impunidad y del poder está igual; es más, no se conforman con ganar, sino que han querido integrarse en los procesos económicos.

¿Están totalmente integrados en el sistema financiero?

–Ahora en Italia la mafia tiene un poder ecomómico y financiero como nunca antes ha tenido. La demostración está en la cantidad de empresas que se incautaron a raíz de la ley Latorre. Miles y miles. Hace treinta o cuarenta años, los mafiosos invertían en la casa, la villa, la tierra... lo que podían ver y tocar. Hoy no, hoy quieren tener empresas de transporte, o de basuras, donde pueden lavar el dinero; optar a los contratos de obras públicas o acceder a los fondos europeos que están llegando.

Ha recibido amenazas toda su vida, antes y después de la muerte de su padre, debido al trabajo que desarrollaron juntos y al que ha desempeñado después. ¿Cómo se hace para vivir así?

–Sí, las amenazas han estado ahí siempre. Intentaron atentar contra mí tres veces, pero coincidió que detuvieron a las personas implicadas. Para ellos no eres un enemigo solo por lo que escribes o por lo que denuncias, sino porque si sigues haciendo tu trabajo y no te pasa nada, es una falta de credibilidad para su organización. Aprendes a convivir con el miedo, si te centras en él no alcanzas a vivir. La consecuencia es que más de la mitad del tiempo de los últimos 30 años llevé escolta, y aun la llevo. Esto te quita intimidad, libertad, pero es uno de los precios que hay que pagar por hacer preguntas.

Tras la muerte de su padre se fue un tiempo a Latinoamérica, ¿qué le atrajo de los conflictos que allí acontecían en los años 80?

–Eran conflictos que sucedían frente a ti. Los sentimientos, los hechos, las pulsiones humanas estaban en un guión trágico y perfecto de la vida. Es Sicilia en su expresión máxima. Decidí irme la primera vez dos o tres años después de la muerte de mi padre. La única manera de poder volver a ser periodista y de no seguir siendo el vigilante de mi historia, era encontrar historias mucho más trágicas y colectivas que la mía. Trabajé en las guerras civiles de Perú y de El Salvador; estuve en Panamá, en Chile con Pinochet... Y cada vez entendía que mi historia era un pequeño detalle en la gran historia de los conflictos humanos, sociales, políticos. De ahí surgieron libros, trabajos teatrales y compromiso políticos, por supuesto. Trabajé durante 10 años para el Parlamento Europeo como observador de la limpieza de los procesos electorales.

Y ahora tenemos entre manos ‘Los silenciados’. ¿Cómo llegó a esta historia y por qué decidió contarla en forma de novela?

–La conocí cuando estuve en Argentina. Me pareció raro que la historia apenas se conociera, pero tenía que ver con el sentimiento de culpa del superviviente, Raúl Barandiaran, el capitán del equipo de rugby. Y quise sacarla del silencio. Además, me interesó porque no es una historia de resistencia tradicional en la que un grupo toma las armas para combatir la dictadura. Es la historia de unos muchachos que tenían la misma edad que yo en aquella época, que no sabían lo que pasaba en su país, como nosotros no sabíamos hasta dónde alcanzaba el poder de la mafia hasta mitad de los años 80. Ellos no eran héroes, pero la vida llega.

Y reaccionaron.

–Sí. No eran militantes, pero sí hombres con la espalda recta. Su historia me pareció muy linda y la llevé a una novela. Esto no es un trabajo documental, pero hay tres cosas que tomé directamente de la realidad. La primera, que mataron a todos los miembros del equipo con excepción del capitán. La segunda, el momento en que les llega la noticia de que han matado al más joven, un líder estudiantil de 16 años. Entonces decidieron jugar el partido que les tocaba, pero le pidieron al árbitro guardar un minuto de silencio al principio. Ese minuto se convirtió en diez, con todo el estadio allí, parado. Los militares se lo tomaron como una provocación y ahí comenzó una lucha totalmente desigual, porque las armas de los chicos consistían en seguir jugando y los militares mataban. El segundo hecho verdadero es que cuando ya habían desaparecido tres o cuatro, uno de ellos comentó al resto que un contacto de la embajada de Francia les ofrecía la oportunidad de seguir jugando allí. Pero tenían que decidirlos todos juntos, así que organizaron una votación y salió que no. Decidieron quedarse.

¿Qué transmite hoy esta historia?

–Lo que más que interesaba era ese sentido de equipo, de grupo. Y más en esta disciplina como es el rugby, que es un deporte particular que pide lealtad, jugar juntos, si alguien se para el equipo, el tercer tiempo... Todos esos valores que son contrarios a los de una dictadura, donde no hay lealtad, no hay respeto al adversario y donde hay violencia y mentira.

¿La literatura llega donde el periodismo no alcanza?

–Sí, te da libertad. Es la razón por la cual a mitad de mi vida profesional decidí también escribir por mi propia cuenta, inventar historias o inspirarme en la realidad para transmitirla con mis propias palabras.

¿Y ahora?

–Ahora terminé con mi compromiso político de 30 años y voy a reanudar todas las escrituras que tengo abiertas. Hay cosas para el cine y la televisión, para el teatro... Un libro. La escritura. La palabra.

Novela

Título. Los silenciados, de Claudio Fava.

La historia. El primero fue Javier, sacado de las aguas del Río de la Plata con las manos atadas a la espalda. Al Turco y Mariano los encontraron dentro de un coche averiado a la orilla de la Carretera Norte con un agujero en la nuca del tamaño de una nuez. Luego les tocó a los demás: Otilio, Mariano, Gustavo... Estamos en Argentina, en 1978, bajo la dictadura militar de Jorge Rafael Videla, y algo ha despertado la ira de las fuerzas armadas hacia los jugadores del equipo de rugby de La Plata. Cada partido del pequeño club es un desafío a la autoridad, cada homenaje a las víctimas una provocación al poder, que responde con más sangre.