Mal Pelo

Programa: ‘Highlands’. Dirección: M.Muñoz y P. Ramis. Música: J.S.Bach, Purcell, Kurtag, Pärt, Britten, Haendel. Cuerpo de baile. Cuarteto instrumental y vocal. Fecha: 22 de septiembre de 2022. Lugar: Teatro Museo Universidad de Navarra. Incidencias: Casi lleno (28, 30, 32 euros, con rebajas).

Dos espectáculos muy sólidos han ocupado estos días el ciclo de Museo en Danza: Highlands (Mal Pelo) y Prisma (Metamorphosis dance). Ambos profundizan en el hombre, bien porque busca elevarse de su propia realidad, bien porque sufre la violencia. La compañía Mal Pelo presenta un rico espectáculo –algo pasado de metraje– que equilibra muy bien la música –con dos magníficos cuartetos vocal e instrumental–, el texto, –… qué difícil es encontrar el sitio…– , y la danza, –una estética de baile suelto, libre, pero que cuando Bach lo impone, van a la línea simétrica–. Se abre la escena con un paseo acompasado del cuerpo de baile, tozudamente marcado por la percusión, a modo de visualización de un bajo continuo sobre el que canta el contratenor (Sagastume). Es muy hermosa la precisión de sus idas y venidas. A partir de aquí, tanto el cuarteto instrumental como el vocal, aportan a al danza su cercanía, su aliento, integrándose, también, en la escena. La amplificación de la música es discreta, muy bien hecha, sin distorsionar las fuentes. Entre las arias barrocas (excelente las de bravura de Quiteria Muñoz), se cuela el sonido más destructivo que ilustra un paso a dos agresivo. Y así, se van sucediendo dúos, tríos, solos…, más amables y optimistas (“valoro todo lo cotidiano”); incluso llenos de ternura, como el dúo de hombres y su danza de aproximación –sin tocarse–, que evoluciona hasta el enfado, y, luego, la calma. La danza, expresiva, va de lo espasmódico a lo hierático, –el Et incarnatus del Magníficat de Bach–. Hay que destacar, también, la calidad del cuarteto instrumental, con solos muy comprometidos en violín y chelo (Bach). Una propuesta muy completa, que, a mi juicio, hubiera quedado redonda, si se hubiera acabado con el texto del tiempo cíclico, y la vuelta a la marcha primera. Aunque el público disfrutó, sobre todo de la música, en la media hora restante.

Metamorphosis Dance

Programa: ‘Prisma’. Coreografía: Iratxe Ansa e Igor Bacovich. Música: Marc Alvarez. Escenografía: M. Ubia, F. Bonsfills. Iluminación: N. Fischtel.Fecha: 27 de septiembre de 2022. Lugar: Teatro Museo Universidad de Navarra. Incidencias: Media entrada (24 y 26 euros).

Igor Bacovich e Iratxe Ansa imponen un estilo de danza extensiva, podríamos decir, al pedirle al cuerpo que busque más allá de su figura, que se distorsione, a veces, para expresar los extremos, en este caso, del drama y recuperación de las víctimas del terrorismo. Bacovich, además, sigue bailando con una elegancia, que eleva y hace volátil su madurez. Prisma es un espectáculo que llega a buen puerto por el extraordinario juego de espejos y de luz, donde evolucionan los bailarines. Desde cuadrados agobiantes, hasta el reflejo total del público, en la escena final, al que se compromete para que se implique en lo que ha visto. La coreografía es un ejercicio de resistencia de los bailarines, puesto que, desde el primer paso, se entregan al máximo en esa exploración del cuerpo propio y del ajeno, volteretas, suelo, largos pasos a dos, elevaciones, impulsos, saltos, plantes sobre una pierna, equilibrio sin titubeos, trío de mujeres, dúos... Predomina el dominio de los cuerpos. Cuerpos en los que sorprende su ligereza, por su rotundidad física. La música, a excepción del precioso y lírico violonchelo final, es un magma sonoro bastante agresivo, donde al bailarín se le impone la percusión. Debe, pues, dibujar la danza, durante largos tramos, desde su individualidad expuesta desde el principio; de ahí que la propuesta comience en un clímax alto y apenas evolucione. Hay detalles magníficos, como la bailarina sobre la silueta de luz, el suelo iluminado, y, en general, el movimiento de todos los aparatos. Y un final, en simetría, consolador, redentor, y muy bello.