Ya se sabe que un periódico se compone de palabras y de imágenes descriptivas que nos ilustran lo que el redactor no está contando. La fotografía es fundamental porque debe captar un instante de la realidad de manera precisa para representar el momento de la forma más fiel, clara y única posible. Hay veces en que la representación visual está tan lograda y es tan potente que pasa por encima de la descripción textual y decimos aquello de que una imagen vale más que mil palabras. Al popular adagio le han dado una vuelta de tuerca en el Museo de las Ilusiones de Madrid llevándolo a su terreno: "Si una imagen vale más que mil palabras, puedes estar seguro de que una ilusión esconde más de un millón".

Según la información aportada por la página oficial de turismo de la capital madrileña, esmadrid.com, estamos ante uno de los 18 museos de esta especie que existen en el mundo. Ubicado en pleno centro (calle del Doctor Cortez, 8), entre la Puerta del Sol y el multicultural barrio de Lavapiés, el museo se divide en varias estancias en las que "el visitante puede vivir diferentes experiencias visuales, experimentales y educativas donde nada es lo que parece". Entre estas estancias o salas se encuentran el cuarto de ames, el cuarto inclinado, el cuarto infinito, el cuarto invertido, el túnel del vórtice y el salón de juegos inteligentes, "donde poder entrenar el cerebro con diversos juegos".

Es un museo muy peculiar. Los visitantes encuentran hologramas, trucos y juegos de todo tipo en su interior. El público se somete a un aprendizaje exhaustivo sobre los límites de la visión, la percepción, el cerebro humano y la ciencia, "pudiendo entender que a veces los ojos ven cosas que el cerebro no puede comprender". El centro tiene una tienda en la que se ofrecen más 80 juegos de dilemas, puzles de madera, juegos de construcción y todo tipo de souvenirs. La entrada general cuesta 13 euros. También se ofrecen descuentos para diversos colectivos: estudiantes, niños, profesores, desempleados, seniors (mayores de 65 años), familias (dos adultos y dos niños). En todos estos casos el precio es de 10 euros por persona.

Natalia estuvo este verano y dejó un comentario a su paso por esta experiencia sensorial y visual. "Me divertí un montón, no es un lugar para ir sola o solo ya que se necesita a otra persona para poder interactuar y sacar fotos. El staff es muy amable y el tiempo pasa rápido", señaló. Por su parte, Robert asegura que para él fue un plan "de 10". Y lanza una advertencia a todos los interesados en desplazarse hasta la calle Doctor Cortez: "Quítate la vergüenza antes de ir, te será un problema para resolver el misterio".

Desde el propio museo recomiendan el salón de juegos inteligentes por ofrecer "conocimiento y diversión", estimular el pensamiento cognitivo y las capacidades estratégicas. Es un verdadero campo de entrenamiento para el cerebro. Ofrece oportunidades de aprendizaje únicas a la vez que supone una desintoxicación digital al volver a las formas más básicas.

Personalizado para todas las edades, incluye una variedad de juegos nuevos y antiguos que incluyen puzles, rompecabezas, juegos de construcción, nudos imposibles, juegos matemáticos y otros artículos educativos que entretienen tu mente y te vuelven más inteligente”, precisan.

El Museo de las Ilusiones es un buen plan para toda la familia. Descubre Madrid

Juegos de ilusión óptica

Cada estancia es un universo en sí mismo. El cuarto de ames puede parecer común y corriente, pero a medida que te mueves por el espacio vas cambiando de tamaño; el cuarto invertido hace honor a su nombre y varía justo 90 grados la manera en la que vemos el mundo, ideal para tomar fotos y subirlas a Instagram; el cuarto infinito es un juego de grandes espejos con el que se crea la ilusión óptica de un espacio sin fin; el cuarto inclinado pone en cuestión las más elementales leyes físicas y altera la mismísima teoría de la gravedad de Newton, según la cual los objetos con masa son atraídos entre sí.

Otras atracciones destacadas del museo madrileño serían el túnel de vórtice y su juego psicodélico sobre un cilindro giratorio; otro túnel, esta vez infinito y que se parece a un pozo sin fondo; la famosa silla óptica creada por el psicólogo Jean Beuchet es otro de los ganchos del museo y donde de nuevo se ven modificados los tamaño de las personas; el espejo real es eso mismo: un reflejo que se ajusta a la imagen exacta de cómo nos ven los demás; el estereograma, por su parte, es una imagen dentro de otra imagen, lo que resume de alguna manera el juego al que nos somete continuamente este enigmático lugar. Por último, terminamos esta breve aproximación al Museo de las Ilusiones de Madrid con un chapuzón psicodélico en el cuarto caleidoscópico. La prueba de que hay otros mundos posibles la tenemos aquí mismo.