Con sentimientos encontrados, de alegría por un lado porque es una decisión elegida y porque tienen la certeza de que el proyecto que iniciaron y han consolidado seguirá vivo, y de tristeza y nostalgia por otro, porque se despiden de toda una vida juntas.
Así afrontan Maite Díaz (Santillana del Mar, 1958) y Maite Cengotitabengoa (Donostia, 1962) sus últimos días al frente de la galería de arte Ormolú, que han traspasado ante la jubilación de la primera, y que a partir del 9 de enero estará en nuevas manos, aunque Cengotitabengoa seguirá vinculada al espacio durante dos años más en los que se dedicará a organizar proyectos expositivos y gestionar la galería.
Los pamploneses Pedro Azcona y Margarita Urdánoz, que han regentado hasta ahora el taller de restauración de muebles y antigüedades Iroko, en el barrio de San Jorge, toman el relevo a las galeristas fundadoras del espacio de Paulino Caballero. “Ha sido un regalo caído del cielo. Iniciamos esta etapa con mucha ilusión y con el reto de mantener el buen ambiente y la confianza que se ha ganado la galería. Nos han puesto el listón muy alto. Es un espacio muy bonito que te abre un mundo, y al que daremos continuidad como hasta ahora, aunque en un futuro, si tenemos cosas nuevas que aportar, lo haremos”, dicen Margarita Urdánoz y Pedro Azcona de la galería que regentarán desde el 9 de enero.
Un hijo que Maite Díaz y Maite Cengotitabengoa alumbraron el 20 de mayo de 1999 y con el que han evolucionado juntas. Que cumplirá en primavera ya 24 años, y al que han visto y han permitido crecer, alimentándole cada día con dedicación, trabajo, sensibilidad, disfrute y buen ambiente. Es lo que se respira siempre en Ormolú, una galería que se ha ganado la confianza de un público especialmente fiel y de muchos y muy diversos artistas, locales y de fuera, que han nutrido con sus creaciones las citas expositivas, una media de diez al año: 240 en todo este tiempo.
DOS MUJERES EN UN MUNDO DE HOMBRES
“Recuerdo la primera exposición que tuvimos aquí, de la pintora de Pamplona Teresa Izu, con cuatro personas en la inauguración...”, cuenta Maite Díaz, a pocos días de su jubilación. “Los inicios fueron complicados.Nunca habíamos trabajado en esto y no se nos recibió muy bien por parte de mucha gente. También por ser mujeres. Parece que tenemos que demostrar el doble. Y éramos dos mujeres en una ciudad en la que todas las galerías que ha habido han sido de hombres. Empezamos con ilusión e inseguridad, teníamos todo por aprender. Desde el principio apostamos por la calidad, y nos salió bien. Poco a poco, acabamos ganándonos la confianza de la gente y de artistas cada vez mejores”, comentan las dos galeristas, a las que les une una gran amistad dentro y fuera de Ormolú.
“Ormolú me ha aportado mucho alimento, he sido feliz en contacto con el público y con artistas”
Han sabido moverse en un mercado, el del arte, muchas veces hostil, demasiado ambicioso. Pero ellas han ido por otro camino. “Nunca hemos sido agresivas en nuestro trabajo, y eso creemos que se ha valorado. Al final, lo que das se te devuelve”, dicen. Ellas han tenido siempre claro su sueño, mantener Ormolú como galería de arte, a lo que ha ayudado el trabajo que han venido realizando durante todo este tiempo en enmarcación y restauración de piezas. “Vivir de una galería puramente es muy difícil. Aquí la enmarcación no ha fallado jamás, y nos ha permitido sostener nuestro proyecto bonito, que es el de la galería. Ormolú para nosotras es arte”, dicen las Maites, mientras reciben a una clienta que les trae nueces. Una muestra del cariño y la confianza que se han ganado en estos 24 años.
“Tenemos un público que no es que sea fiel, sino lo siguiente. Es de una fidelidad asombrosa. Confía ciegamente en nosotras”, dicen. También han creado importantes lazos con artistas como Iñaki Lazkoz, Joseja Casado, Javier Egiluz, Pedro Salaberri, Jordi Larroch o Pello Azketa, a quien guardan especial cariño “porque cuando nadie nos conocía, él apostó por nosotras e hizo una exposición aquí, abriéndonos la puerta a un público desconfiado”, dicen, resaltando también las experiencias y los recuerdos que guardan de artistas como Amaya Gurpide, Iruña Cormenzana, Juliantxo Irujo o Alexandra Gapihan, entre otras muchas.
DANDO VIDA A LOS FEBREROS
En 2009 las galeristas impulsaron Los febreros de Ormolú, con la idea de “dinamizar un mes triste y feo” con colectivas temáticas de las que destacan la que, bajo el título AcompañArte, organizaron con motivo del 20º aniversario de la galería y en la que una treintena de creadores y creadoras proponían sugerentes versiones de obras de arte especiales para ellos. “Es una cita, la de los febreros, que la gente ya espera”, dicen las galeristas, que describen su larga etapa al frente de Ormolú como “una época preciosa”.
Aunque ha habido momentos duros en los que han pensado en cerrar. “Notamos mucho la crisis de 2008, desde entonces la gente ya no compra arte como antes, tan alegremente. Eso ha cambiado”, aseguran. Sin embargo, esta última crisis provocada por la covid ha sido un revulsivo. “No hemos trabajado tanto en nuestra vida como en el año posterior al confinamiento, no dábamos abasto; y todavía seguimos ahí. Pensábamos que tras la pandemia nadie valoraría el arte por ser un artículo de lujo, y al contrario, parece que después de pasar tanto tiempo en nuestras casas queremos hacer los hogares más confortables”, cuentan.
“Nunca hemos sido agresivas en nuestro trabajo, y eso se ha valorado”
A pocos días de jubilarse, Maite Díaz dice emocionada que Ormolú le ha “aportado mucho alimento”. “Lo resumiría todo en la felicidad que he sentido en este trabajo. Me ha enriquecido, he aprendido muchísimo. Todo han sido cosas buenas, salvo, de vez en cuando, el estrés, porque este oficio es cañero”, dice, reconfortada porque seguirá viendo vivo Ormolú, aunque desde otro lado. Por su parte, Maite Cengotitabengoa celebra de su nueva etapa la posibilidad de tener “más libertad” para programar exposiciones, para visitar a artistas de fuera, ya que a partir del 9 de enero no estará “atada a un horario comercial”; aunque pasará un duelo “porque ya no estaremos aquí las dos”, dice aludiendo a su amiga Maite. Juntas planean para la próxima primavera un viaje a Nueva York para celebrar su despedida y el inicio de un nuevo ciclo en el que, aunque de otra manera, seguirán disfrutando del arte.