“Este es un artefacto narrativo por completo en clave de desbarre y tarantela de máscaras carnavalescas y guiñoles de feria. Su música de fondo es el atronador silencio del miedo y su perjumen, el tufo de la muerte y la cainina que la precede y sigue...” Así presenta Miguel Sánchez-Ostiz su nuevo trabajo, El tranvía fantasma, editado por Pamiela. Un volumen por el que desfilan sombras “por completo imaginarias, incluida la del propio narrador”, a las que el autor echa mucho de menos. La memoria duele, quizá por eso el disparate. Y que nadie pretenda encontrar aquí un texto con inicio, nudo y desenlace. Esto es otra cosa. Aquí no faltan anécdotas descacharrantes, “estrepitosas”, decenas de alusiones literarias, lecturas, alegría, risa, tristeza... Unos, otros... Y otras, que tampoco faltan. Avisados/as quedan.

Desde el subtítulo mismo del libro, advierte de que este es un recuerdo de difuntos varios. De esos personajes ‘imaginarios’ cuyas andanzas nos ha mostrado en otros artefactos literarios como este. ¿Por qué en este momento cierra esos capítulos, esas vidas inventadas (o no tanto)?

–Por cansancio y porque lo diga o no la Pradera, en las noches de ronda se acaba por llorar. Me veo obligado a citar al poeta griego Seferis cuando dice que allí donde toques la memoria, duele.

¿Qué le han dado estos personajes –Caifás, Chandríos, Miguel Azcona, Gezurtegi, El Dada, Gennaro Cortaballe…–, cómo le han acompañado/ayudado en estos años y cómo han dado forma a las historias, desbarres que necesitaba soltar?

–Buenos amigos y mejores camaradas de parranda a los que echo mucho de menos porque estoy seguro de que no voy a verlos resucitados en carne mortal. Las suyas son las sombras de una gente querida que echo mucho de menos. Además, va para 400 años que falleció el Miguelico.

¿Le han dado problemas estos y otros de los personajes que protagonizan estos libros de desbarres?

–Los citados no me han dado problema alguno, al revés, me han contado episodios estrepitosos por ellos vividos sobre los que armar el desbarre.

¿Le importa si se los dan por aquello de que algunos/as se puedan sentir ofendidos por asociación/identificación?

–Si me complican la vida, sí que importa, claro. Y a propósito de desbarre, recurro al diccionario de la RAE que dice que además de discurrir fuera de razón y de disparatar, también desbarre es, en las obras narrativas, dramáticas y cinematográficas, sucesión de acontecimientos y peripecias que constituyen su argumento. Esta acepción se acomoda a mis libros recién publicados, que no tienen planteamiento, nudo y desenlace, como exige la vieja preceptiva literaria.

¿En estos momentos, con quién trata de ajustar cuentas además de consigo mismo?

–Eso es más que suficiente. ¿Son una purga del corazón, como decía Cela? No lo creo, ya no me creo esas rimbombancias, por no decir que no me las creí nunca. Palabrería publicitaria de escritor en busca de promoción de su obra. Cuanto más grande sea la enormidad, mejor.

¿Le molesta que le llamen apocalíptico, pesimista, ogro…? ¿Cómo responder a estos calificativos?

–Con paciencia y armando un buen guiñol burlesco.

Quizá la cultura del ocio y del entretenimiento, la tendencia al ‘querer olvidar y no pensar, que bastante tengo con lo mío’ tan extendida en nuestros días tenga algo que ver, ¿qué opina?

–No soy sociólogo literario y el asunto planteado es muy complejo. Han cambiado mucho los ritos de lectura y las redes sociales tienen una incidencia que era insospechada.

¿Y qué papel tendría que jugar la literatura en este escenario, habida cuenta de que, como dice, es difícil que alguien apueste por algo que no sea tan claro como un epitafio?

–No lo sé ni creo que la literatura (decía Chirbes) esté, de manera obligada, para ser una apuntación fiscal, pero sí, vamos directos a escribir cosas sencillas, como un epitafio, y aun así seguro que sale alguien diciendo: jodó, qué texto más difícil.

En su caso, ¿son sus referentes literarios/culturales su ancla/su salvavidas en estos tiempos de desorientación, en una época “dirigida por una banda de locos”? ¿En qué medida le salvan su biblioteca y las relecturas? 

–Como el bálsamo del tigre; para un golpe, bien, para lo mayor, la cirugía.

¿Cuál ha sido el fin último de estos volúmenes de desbarre en los que nos has pintado los esperpentos de nuestra sociedad pasada, presente y tal vez futura?

–La risa, la burla, el pitorreo, armas dañinas.

Si menciono el futuro es porque después de unos años en los que hemos vivido y estamos viviendo una pandemia, una guerra, un empobrecimiento más que notable de la población y una falta total de movilización social, vienen las siglas de siempre a hacer campaña para iniciar un nuevo capítulo de un libro que se repite una y otra vez en su forma y fondo, con los mismos protagonistas o parecidos, los mismos lemas o similares y las mismas promesas o semejantes… ¿Cómo lo ve, le interesa en alguna medida la campaña electoral? ¿Tenemos lo que nos merecemos?

–La campaña, poco. Todo lo que leo suena a ya leído o escuchado, y ya vamos viendo en qué paran las promesas o las buenas intenciones electorales. l