CONCIERTO DE GATIBU

Fecha: 11/08/2023. Lugar: Terraza de Baluarte. Incidencias: Doscientas cincuenta personas, entradas agotadas nada más ponerse a la venta.

Esta vez sí. A diferencia de lo que había ocurrido la semana anterior, cuando la climatología adversa obligó a la organización a trasladar la actuación al escenario de la sala principal, el pasado viernes el calor se había apoderado de Pamplona. A las 20:30 la sensación era incluso de alivio, con un suave aire recorriendo las calles. En torno a doscientos cincuenta privilegiados contemplaban el horizonte desde la terraza de Baluarte, a la sombra de su último piso, mientras el disc jockey pinchaba algunas canciones en euskera. Eran los que más prisa se habían dado para adquirir las entradas de Gatibu, en el segundo de los cuatro conciertos con los que el auditorio quiere celebrar sus veinte primeros años amenizando y alimentando la vida cultural de Navarra.

Gatibu es una banda que siempre ha hecho gala de una innata capacidad para evolucionar y no quedarse estancada, y en su concierto de Baluarte dejaron constancia de ese hecho, tocando muchos de los palos que con tanto acierto han abordado a lo largo y ancho de su larga y prolija trayectoria. Comenzaron con Denok dekogu, un corte de su último álbum, EH distopikala, que lució arreglos de corte funk y bailable. Continuaron con un tema más antiguo, Bang-bang txiki-txiki bang-bang (de su disco Laino guztien gainetik, sasi guztien azpitik, de 2008), con sonido decida y contundentemente rockero y el público bailando y cantando los estribillos. De ahí saltaron al pop bailable de Salto! y al más enérgico de Pailazo. Solo cuatro canciones, pero suficientes para esbozar algunos de los muchos estilos en los que incidirían en lo que quedaba de velada. Hasta hubo momentos de divertidos bailecitos coreografiados en Egurre emon.

En un escenario reducido, pero con su formación completa (quinteto de dos guitarras, bajo y batería, con presencia ocasional de los teclados), Gatibu ofreció un sonido pulcro y muy bien facturado. Urepel fue uno de los primeros himnos que interpretaron, con la previsible ovación del público en cuanto escuchó los primeros acordes. Le siguió el rock descarnado de Ez naizu epaitu y EH distopikala, el que fue single de adelanto de su último álbum (de título homónimo), que elevó al cielo todavía azul su alma bailable (y, con ella, también la del público), y contó con vientos y metales grabados, disparados en perfecta sincronización con la música que creaban los cinco músicos.

No hubo cambios de planteamiento en la segunda mitad del concierto, en la que destacaron piezas como Bixota suten, iniciada con punteos y actitud de guitar hero, Euritan dantzan, quizás la mejor recibida de toda la noche, o Ezin disimulatu, esta última perteneciente a su álbum más reciente. Estaba muy claro que tanto la banda como su audiencia estaba disfrutando de lo lindo, y prueba de ello fue que, al final, una vez terminados los bises y ante la insistencia del público, decidieron tocar una última canción que no figuraba en su repertorio, Inpernuen ate jota, ante el delirio general.