Los grandes museos de arte contemporáneo del mundo se rinden ante Yayoi Kusama, una creadora inclasificable, inconformista, excéntrica, experimental, sorprendente, original, singular e inimitable. Para la artista japonesa más influyente del mundo, su obra constituye una forma de terapia, una manera de canalizar su demonios y expresar sus obsesiones. Desde pequeña, ha sufrido alucinaciones y ataques de pánico que ha aprendido a transformar en creatividad a través de la obsesión y la repetición. “Si no fuera por el arte, yo me habría quitado la vida”, ha confesado ella misma, que a sus 94 años vive autorrecluida en un psiquiátrico en su país, aunque sigue produciendo arte en un estudio cercano al hospital.

Durante más de siete décadas de trabajo, ha buscado a través del arte no solo su propia sanación, sino la de toda la humanidad, desde que siendo niña las flores le hablaran y los dibujos del mantel se expandieran por toda su habitación.

La obra de esta mujer menuda, a la que se la rifan también los gurús de la moda, se presenta en el Guggenheim Bilbao en una de las retrospectivas más completas que se han realizado sobre ella hasta ahora. Los visitantes salen del museo fascinados con su universo vanguardista y obsesivo, enfocado en la curación de la humanidad a través del amor, un amor que impregna las seis salas de la retrospectiva, que lleva por título Yayoi Kusama: desde 1945 hasta hoy. El museo acaba de cerrar el mejor julio de toda su historia con 165.418 visitantes, muchos de ellos atraídos por las asombrosas obras de Kusama, plagadas de lunares, referencias a la muerte y al triunfo de la vida.

"Yayoi Kusama representa el arte más irreverente, inclasificable y sorprendente"

Lucía Aguirre - Comisaria y curator del Guggenheim

La exposición, realizada en colaboración con el museo M+ de Hong Kong y patrocinada por Iberdrola, reúne 200 obras creadas durante casi 70 años de trayectoria, desde sus primeros dibujos que realizó siendo una adolescente durante la Segunda Guerra Mundial hasta sus obras inmersivas más recientes. Comisariada por Doryun Chong, Mika Yoshitake y Lucía Agirre, acoge esculturas, performances, pinturas e instalaciones de varias etapas de su vida y ha conseguido que los estanques que circundan el museo y la Torre Iberdrola estén salpicados de lunares rojos.

“La retrospectiva analiza la práctica de Kusama en relación con el contexto y los acontecimientos históricos que vivió y está viviendo, como la Segunda Guerra Mundial, las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, su estancia en Nueva York en plena guerra de Vietnam y el movimiento de derechos civiles, así como numerosos eventos culturales y políticos, desastres naturales o catástrofes provocadas por los seres humanos”, explica la comisaria Lucía Agirre, curator del Guggenheim Bilbao.

Lucía Agirre, delante de ‘Autorretrato’ (2015) de la artista japonesa. Oskar Gonzalez

Recorrido a través de diez obras

La comisaria vasca selecciona diez de las 200 obras, que configuran el universo peculiar de Yayoi Kusama, imprescindibles que nadie debería perderse durante su visita al museo. “A través de ellas, se puede conocer las trayectoria completa de Kusama y los temas que para Kusama son importantes”, afirma la comisaria y curator.

Muchas de las que ha seleccionado tienen un componente histórico muy fuerte, como Bomba atómica, un pequeño dibujo de 1954 “en el que retrata un momento de la historia de Japón terrorífico en una época en la que todavía no se podía ni siquiera hablar de ello. Y, sin embargo Kusama traslada en este pequeño dibujo el horror de la bomba atómica, describe Lucía Agirre. O la pieza El Mar (1958) , “una de sus primeras y si no, su primera obra de redes infinitas. La realizó tras haber viajado y haber visto el océano por primera vez durante un vuelo entre EE.UU. y Japón, mientras sobrevolaba el Pacífico”, explica la curator. La cultura conservadora japonesa llevó a Yayoi Kusama a abandonar Japón, y a los 28 años se trasladó a Nueva York.

Una parte de la muestra está destinada a la idea de acumulación y repetición. El collage Acumulación de letras ( 1961) es una de las obras de este tipo más tempranas de la artista, realizada con recortes de su propio nombre procedentes de las tarjetas de invitación impresas para una exposición. “Utiliza su nombre y lo repite hasta que este desaparece. De esa manera, también es como si borrara su propio ego”, explica Agirre.

La artista cubre objetos y mobiliario doméstico, prendas de ropa, zapatos, maletas y otros elementos con cientos de protuberancias de tela con relleno. El resultado es una serie de objetos misteriosos, como Sin título (Silla) (1963), que presenta complejas e insólitas asociaciones orgánicas y eróticas, acumulaciones con protuberancias fálicas.

Las calabazas son muy representativas de Kusama. “Se ve representada en la calabaza, ese elemento es también un autorretrato en cierta manera de ella. En el autorretrato que he seleccionado de 2015, que es bastante reciente, se representa a ella con el tipo de estética que utiliza ahora, también ella reproduce el mismo patrón que en estas calabazas. Son elementos simpáticos que están relacionados con la naturaleza, con el crecimiento, con la idea de que ningún ser humano es igual a otro, ninguna calabaza es igual a otra. Pueden resultar divertidas, pero al mismo tiempo entrañables y las representa con estos patrones tan característicos de ella”, señala Lucia Agirre.

En la muestra, se pueden ver también autorretratos, que la artista realizó desde los años cincuenta. Esa representación que hace del yo, en realidad es un desasimiento del ego, de huir de él y de confluir más con la naturaleza. Agirre incluye obras recientes como Almas que volaron al cielo (2016) o Sala de espejos del infinito-Un deseo de felicidad humana (2020), de las que destaca las características de la piezas, pero también los propios títulos de las obras. “Kusama es una grandísima escritora y esto se refleja en los títulos de sus obras”.