Han pasado unos meses ya desde que se publicó su último disco, Perro deseo. ¿Cómo está siendo la acogida?

Está siendo muy alucinante. Sobre todo se está notando en la respuesta a los conciertos, es la primera vez que estoy llenando en bastantes ciudades, más allá de Madrid o algunas otras grandes poblaciones. Está siendo muy ilusionante, creo que este disco me ha hecho crecer como compositora y me está ayudando a consolidarme como proyecto.

¿Y usted? ¿Cómo lo escucha ahora? ¿Cambiaría muchas cosas? ¿O no le gusta escuchar sus discos una vez terminados? 

No suelo escuchar mis discos. Al final no tengo una escucha libre, precisamente por eso que decías al principio. Me gusta entender las cosas que hago en el momento y el contexto en el que las he hecho. Tengo una mente muy analítica, y si escuchase ahora el disco, lo estaría analizando desde otro contexto, porque ahora he aprendido cosas que antes no sabía, he mejorado otras… Sería injusto para el disco. Además, no me gusta escuchar música de forma analítica. Por eso, procuro no escucharme demasiado.

Todas las canciones del disco giran en torno al deseo. ¿Cómo surge la idea de hacer un álbum conceptual?

Siempre me ha gustado hacer cosas conceptuales. Todos los discos han tenido un concepto, y no siempre lo tengo claro antes de ponerme a componer los primeros temas. A medida que voy reuniendo canciones, las pongo encima de la mesa y les busco elementos comunes. En este caso, el deseo era el hilo conductor entre todas las que iba escribiendo. Además, lo estaba viviendo de manera muy activa mientras ha durado el proceso de composición. He deseado mucho y he ido mucho hacia todo lo que deseaba.

La palabra “perro” del título tiene distintos significados. Por un lado, la parte animal, instintiva, y por otra el sentido peyorativo y negativo del término. 

Lo elegí por ambos significados. Sobre todo, hace referencia a una representación del instinto, que es algo que no se puede juzgar como bueno o malo, es un término ambiguo y hago bastantes referencias a ello. Pero también me gustaba jugar con la negatividad, dicho desde la rabia de ser esclavo de eso, precisamente.

Ha trabajado con tres productores distintos: (Tato Latorre, Paco Salazar y Campi Campón). ¿Por qué?

Cuatro, si contamos a Leiva, que ha producido la canción en la que colabora. Tenía bastante sed de trabajar con distintos perfiles de productor, todos ellos profesionales a los que admiraba y con los que quería trabajar. Me apetecía que el disco tuviese la riqueza que te aportan tres personas haciendo cosas diferentes. Como esas películas en la que contratan a varios directores y, sobre un mismo concepto, cada uno te hace su propia representación. Buscaba cierta psicodelia para el disco y me parecía que esto ayudaba a dársela.

De hecho, el disco suena variado, pasan muchas cosas, se mezclan estilos… Eso forma parte de la esencia de Travis Birds como artista, ¿no?

Yo creo que sí. Es algo de lo que he ido dándome cuenta a medida que he ido haciendo canciones y publicando discos. Hay siempre cierto caos, me gusta trabajar con retales de cosas. Creo que tiene que ver con lo conectada que estoy cuando me siento a escribir y lo variante que me siento de un día a otro. Igual un día hago un bolero y al día siguiente me siento de otra forma y te hago un rap. Si eso sucede mientras estoy trabajando en una misma canción, queda un zumo muy curioso (risas). 

Mencionaba antes a Leiva, que es uno de los colaboradores, junto a Depedro.

Cuando estaba escribiendo Urgente, enseguida pensé en él, tenía muchas ganas de colaborar con Jairo (Zavala, de Depedro) y estaba esperando a tener el material adecuado. Le escribí y tuve la suerte de que me dijera que sí. Le pedí que escribiera su estrofa y ha terminado siendo un proyecto muy bonito entre los dos. La canción de Leiva, Grillos, la tenía desde hacía tiempo, para mí era una pequeña joyita porque siempre me apetecía cantarla y eso no me pasa con casi ninguna canción. Pero me parecía más un monólogo que una canción, por eso pensé que necesitaba a alguien que supiera poner el foco donde lo necesitaba, y se me ocurrió Leiva. Era arriesgado, pero él supo ver la esencia y quiso meterse en la producción. En el último momento le pregunté si le apetecía cantarla y tuve la suerte de que me dijera que sí. 

Hace poco más de un año estuvo tocando en la sala Rockollection de Pamplona. ¿Lo recuerda?

Lo recuerdo perfectamente. Nos trataron increíblemente bien, me regalaron un cable (risas)… Y la gente estuvo a tope.

Ahora vuelve a la Tótem, una sala bastante más grande.

Tiene que ver con la apuesta que hacemos. San Miguel (la marca de cerveza, NdR) nos está dando respaldo para algunas de las actuaciones y podemos dar estos pasos. Mi enfoque es que siempre hay que arriesgar un poco, por eso está siendo tan bonito ver que la gente está viniendo a las salas, se está acercando a ver cómo suena el disco en directo. Digamos que es una apuesta que se está viendo recompensada por el público.

Un poco de peligro, que dice en unas de sus canciones.

Un poco de peligro, sí (risas). Tal cual. Hay que arriesgar.

Ese crecimiento se ve también en la banda, a la que ha añadido un miembro que se encargar de los vientos.

Sí. Ha sido una apuesta a todos los niveles. También a la hora de montar el show. Esta vez estamos yendo a todos los conciertos con la banda. En la gira anterior, a Pamplona fuimos con la banda, pero no en todas las fechas fue así. Y el viento, lo mismo; tenía muchas ganas de tener un viento fijo en la banda, porque es algo por lo que siento devoción, y está teniendo muy buena respuesta. El productor Tato Latorre nos ha ayudado a montar el concepto de los directos y se nota que hemos subido un escalón.

Estamos acabando el año y es momento de promesas y buenos deseos. Jugando con el título de su disco, ¿cuál es su deseo para 2024?

Mi deseo es que haya muchos conciertos y que pueda desarrollar el show que tengo en la cabeza. Seguir creciendo y componer muchas canciones.