La primera pregunta es obvia: ¿por qué deciden poner punto final a la carrera de El Columpio Asesino?

La muerte de El Columpio ha sido una muerte natural. Mi hermano y yo llevamos desde el 95, casi treinta años. Hemos pasado muchas cosas y, por nuestra manera de entender la música, veíamos que cada vez nos costaba más acabar un disco. La pandemia aceleró ese proceso, estuvimos tres años preparando Ataque celeste y justo cuando nos tocaba presentarlo, vino la pandemia y se lo comió. Teníamos que meternos en otro disco y estábamos agotados, así que pensamos que el grupo había llegado a su fin. Lo hablamos entre todos y decidimos terminarlo así, en nuestro mejor momento.

“Hemos pasado muchas cosas y, por nuestra manera de entender la música, veíamos que cada vez nos costaba más acabar un disco”

Efectivamente, El Columpio Asesino estaba en su mejor momento; si nos retrotraemos al principio, a los primeros años del grupo, ¿qué expectativas tenían? ¿Dónde pensaban llegar con la banda?

Buff… Ninguna expectativa. Cuando mi hermano y yo empezamos en Echavacoiz con el grupo, lo hicimos como todos los chavales, como un juego. Hay quien juega al fútbol y quien coge guitarras, y nosotros fuimos de los segundos. Nos lo tomábamos en serio, pero no nos imaginábamos que fuésemos a llegar a donde hemos llegado, que íbamos a viajar tanto, a llevar la vida que hemos llevado, y que íbamos a poder vivir de la música durante tantos años. Llegó un momento en el que tuvimos claro que, para estar en la banda, había que darle prioridad a la banda; que fuera lo más importante, dejando todo al margen. Y con esa política hemos llegado hasta aquí. 

¿Sabría ubicar en el tiempo ese momento en el que se dieron cuenta de que la banda sería su modo de vida?

Ya con el primer disco teníamos claro que, para tirar adelante, el grupo tenía que ser prioritario. Podías trabajar en otras cosas, porque el grupo todavía no nos daba para vivir, pero era nuestra prioridad. En 2005, con La gallina, mi hermano y yo llegamos a la conclusión de que no teníamos un trabajo estable porque teníamos un grupo, y con el grupo no íbamos más allá porque teníamos un trabajo. Decidimos ir a tope por la música, ese fue el momento en el que hicimos la apuesta ya totalmente en serio.

El grupo fue in crescendo y en 2011 llegó Diamantes, con la canción Toro, que llevó a El Columpio a otra dimensión, ¿no?

Sí. Diamantes fue un disco que nos acercó al gran público, porque veníamos de una escena más underground. En en su día, Toro no fue un gran campanazo, lo que pasa que fue creciendo y sigue creciendo: ahora lo está petando en Tik Tok. Ha salido en tres o cuatro pelis, en series… Una pasada.

Toro ha tenido mucho éxito, pero es un hit extraño. Tiene una intro larguísima, es oscura, el estribillo entra muy tarde… No cumple los cánones de las canciones que triunfan.

Para nada. Pero tiene algo. Es muy sexual, hay un peligro soterrado… Tiene algo que te toca en tu parte más canalla, y eso le vuelve loca a la gente. 

En ese sentido, Toro es como la propia carrera de El Columpio, que ha tenido mucho éxito a pesar de que la suya nunca ha sido una propuesta fácil ni obvia. 

Claro. De hecho, siempre hemos tenido hasta tintes de experimentación en la electrónica, en las estructuras, los pasajes instrumentales… Siempre hemos experimentado, no hemos hecho canciones convencionales. Pero creo que, precisamente, por asumir ese riesgo esa personalidad, hemos llegado a donde hemos llegado. La gente lo ha valorado. Si nos hubiésemos tirado por otros derroteros, hubiésemos ocupado un espacio en el que ya había otros grupos. No ha sido premeditado. Hemos hecho las cosas de esta manera porque nos salían así, y la gente nos ha acompañado.

¿Fue con Diamantes cuando empezaron a salir fuera de España?

Tuvimos la suerte de ir a México con De mi sangre tus cuchillas (2006), pero de aquella manera. Fue increíble, el promotor se fue con la pasta, nos quedamos tirados allí, nos tuvo que rescatar un tío que más vale que puso la pasta, porque si no… Fue toda una aventura. Fuimos a una escena muy inestable, nos encontramos con personajes de los que no te podías fiar. Hicimos el underground mexicano. En su día nos agobiamos bastante, pero ahora, con perspectiva, fue acojonante, una gira por garitos brutal. Ten en cuenta que nosotros venimos de los noventa, de los garitos. Hemos tocado en cualquier sitio; quitabas las mesas, ponías una regleta y tocábamos. Con Diamantes pasamos a los grandes festivales y los públicos multitudinarios. También cambió la industria, nos pilló en el momento justo.

En 2014 llegó Ballenas muertas en San Sebastián y hubo que esperar a 2020 para que viera la luz Ataque celeste. ¿El grupo empezaba a dar síntomas de cansancio?

Las ballenas muertas del título simbolizaban el naufragio de la banda, estábamos muy cansados. Decidimos darnos un año de excelencia. Pasado el año, quisimos continuar y nos pusimos a grabar Ataque celeste; estuvimos tres años preparando ese disco, nos lo tomamos con tranquilidad. Luego vino la pandemia. Cuando se levantaron las restricciones, no habíamos podido presentar el disco y habían pasado siete años desde el anterior, una brecha enorme. Estábamos cansados, habíamos perdido la noción de dónde estaba la banda… No sabíamos cuál era nuestra pegada. En esta gira de despedida nos hemos dado cuenta de que teníamos una pegada mucho más grande de lo que pensábamos. Hemos hecho sold out en todas las ciudades, en muchas hemos tenido que hacer doble fecha… Ha sido increíble.

“Es tan bonito vivir de la música en una banda en la que hay tan buen rollo… Resulta duro ponerle un final, pero es una lección de vida”

¿Qué están sintiendo con esta ultima gira?

Está siendo un subidón amargo. Subidón porque está siendo muy emocionante, nos está llegando una respuesta de respeto y cariño por parte del público, la prensa, los amigos, los compañeros de profesión… está siendo muy bonito. Pero también es amargo, porque cuesta ponerle fin a lo que ha sido nuestra vida durante tantos años. No he tenido otra vida aparte de esta. Salí del instituto y montamos la banda, este ha sido mi único rumbo. Es tan bonito vivir de la música en una banda en la que hay tan buen rollo… Es lo más parecido a estar en un galeón pirata. Resulta duro ponerle un final, pero es una lección de vida. Todo empieza y todo acaba, hay que aprender estas lecciones que te da la vida.

El año que viene van a tocar en festivales. ¿Y luego qué?

Vamos a hacer todos los festivales que podamos. El último concierto será en Madrid, en La Riviera, que las entradas ya se están agotando. Después de eso me tomaré un año de tranquilidad absoluta. Luego ya veré dónde me coloca la vida. La pandemia nos enseñó que las cosas pueden torcerse en cualquier momento. No tiene sentido hacer planes a tres año vista.