Andrea Jaurrieta vuelve a Málaga con su segunda película, Nina, que ella define como un "western femenino contemporáne"' que, en efecto, cuenta con una heroína armada con una escopeta dispuesta a vengar un daño que ya no tiene arreglo.

Pero también es una reflexión profunda y filosófica sobre el dolor y la reparación, y una denuncia de lo que no debe volver a ocurrir porque la sociedad ya no puede esconderse detrás de la supuesta naturalización del abuso porque "yo me crié así": eso "ya no es excusa", según afirma el monstruo de la película, Darío Grandinetti.

Nina se desarrolla en dos tiempos, pero no a través de flashbacks, sino que la directora navarra elige un trabajo de montaje escrupuloso donde el espectador jamás se pierde. Jaurrieta ha contado que escribió el pasado en el guion con un boli negro y el presente, en azul. "Es un trabajo en espiral, con momentos entrelazados", apunta.

Pero en la película, de diálogos muy medidos que se complementan con una brutal banda sonora de Zeltia Montes, el color que arrolla es el rojo: rojo en los labios, en su ropa, sus tacones, y roja la sangre que mana de sus entrañas para que no se olvide de su cometido. Rojo Almodóvar, al que Jaurrieta homenajea en varios planos.

Extraordinarias en sus papeles de Nina, la joven Aina Picarolo y Patricia López Arnáiz son el pasado luminoso y sensible del personaje, y su presente estremecedor.

"Ha sido un trabajo doloroso, porque no había descanso, todas las secuencias tenían que ver con la herida y ese aspecto era muy oscuro", ha explicado la actriz alavesa en una rueda de prensa celebrada este lunes 4 de marzo tras la proyección de la cinta, a competición en la Sección Oficial del 27 Festival de Cine de Málaga.

Nina empieza entre la lluvia con una mujer de maneras decididas y lágrimas en los ojos que monta una escopeta que lleva en su maleta y apunta a un hombre que fuma en el porche de una enorme casa. "Ella ha vuelto a su pueblo para abrir la caja de Pandora, un lugar -señala López Arnáiz- donde se le revuelve todo el pasado".

Imagen de la película 'Nina'. David Herranz

Un código naturalista

"Andrea utiliza un código muy cinematográfico que no se trabaja desde el naturalismo. Para mi -detalla López Arnáiz- era muy interesante hacer un western y me he enfrentado a ello desde lo más veraz que he podido, es decir (...) es que tengo una escopeta, y voy a matar a alguien. Y eso me generaba ansiedad".

Entrelazadas, la Nina niña, que aún no sabe que "su inocencia y su necesidad de amor" va a acabar en momentos "muy tristes", explica Picarolo, cuando se da cuenta de "está viviendo cosas muy lejos de lo que debería sentir una niña de quince años, y que se siente incómoda con gente de su edad".

Han pasado 30 años desde que huyera del pueblo sola y aterrorizada y sus amigos de entonces parecen no recordar por qué se fue. Aunque basada en la obra de teatro de José Ramón Fernández, Jaurrieta vio claro que Nina era el personaje de La Gaviota de Chéjov, pero a ella no le gustaba la vuelta al pueblo destrozada, aún enamorada de su agresor ni que lo perdonara: "Me dije, no, esta -apunta Jaurrieta- va a volver con una escopeta".

La carga emocional de la película la resume Darío Grandinetti en un monólogo de la historia. Su personaje no entiende qué ha hecho mal, "estábamos enamorados".

Enorme el argentino, confiesa que "uno no tiene ganas de formar parte" de una película como esta, aunque desearía que hubiera más obras en esta línea, "porque el arte no cambia la realidad, pero ayuda a ver desde un lugar distinto. Hacer crónica de la realidad es sanador también para los actores, no solo para el espectador".

"Soy consciente de que el peligro de esta clase de personas es que pueden ser tu tío, tu hermano o tu primo. El mal no se presenta como el mal nunca, en ningún caso (...) Pedro es amable, seductor, culto, encantador", advierte.

"Está bien que no mostremos personajes que son estereotipos de maldad, sino que los hemos construido para que se entienda que pueden estar en cualquier lado", apunta Jaurrieta.

Miguel Garcés, Martín, el amigo del alma de Nina, representa "al pueblo", al "silencio cobarde", que solo bajo la presión de su amiga es capaz de escuchar. Grandinetti, como en la película, pone el punto final: "El silencio es cómplice, ya no podemos escondernos detrás de la supuesta naturalización de la actuación de los mayores, en el 'me crie así'...Eso ya no es excusa".

La película llegará a las salas el próximo 10 de mayo