Izaro está de vuelta con un álbum conceptual e intenso, en el que muestra su lado más luminoso y su lado más salvaje. Lo presentará en Iruñea a las 19.30 horas con entradas agotadas.

Empezó en la música de manera muy casual, hace menos de diez años. Si le hubieran dicho entonces que ahora iba a estar tocando en los lugares en los que está tocando, y agotando entradas, ¿se lo habría creído?

Si me lo hubieran dicho y me lo hubieran jurado, me habría alegrado muchísimo y estaría súper contenta, pero no me lo habría creído del todo. Habría pensado: “¿Realmente va a pasar esto?”. Es curiosa la vida, porque te vas acostumbrando a que sucedan las cosas y a veces necesito hacer este ejercicio de pensar que hace diez años no me habría creído que me iba a pasar todo esto.

Tiene que ser gratificante, pero también puede tener su parte oscura. Creo que el año pasado decidió parar, un poco sobrepasada por la sobreexposición que estaba viviendo. 

Sí. Creo que me quemé de cansancio en 2020 y 2021, con la pandemia, las giras… Se alargó la gira de Limones, hicimos otro disco con colaboraciones, se juntó mucho trabajo y yo me empecé a quemar y a sufrir de sobreexposición. Antes, yo tenía mis pautas: estudias, luego estudias una carrera, trabajas de eso… Hay como una especie de líneas que te guían un poco, pero vivir de la música no tiene guías. Me vino bien ir a mi psicóloga y ponerlo todo a cero, hacer un refresh para poder conciliar la vida laboral tan compleja y rara que tengo, pero que me encanta, y estar bien.

El disco, Cerodenero, representa esa montaña rusa de sentimientos, ¿no?

Sí, exacto. Empecé a escribir canciones en mi casa. Siempre estoy escribiendo canciones, y cuando tengo unas cuantas que comparten temática, es como si me estuviesen intentando decir algo, y cuando escribí Ez dakit zenbat denbora daramadan hemen, que era la sexta canción que escribía sobre el bloqueo que estaba sintiendo, de no querer ni salir a la calle y que la gente me viera, vi que estaba surgiendo una montaña que, si no le hacía caso, me iba a hacer mucha sombra. Así que decidí comprarme unas buenas botas para poder subir y bajar esa montaña. Este disco, Cerodenero, ha sido como poder subirme a esa montaña, conocerla, y después bajarla y decir: “Ya está”. 

¿Qué significa ese Cerodenero del título?

Para mí es como un refresh, poner todos los contadores a cero. Me parece flipante que rima, me gusta mucho cómo suena. Me resultan muy interesantes todas las cosas que suceden en nuestra cabeza; iba a la psicóloga y todo ese trabajo que sucedía dentro de mi cabeza, ¿dónde pasa? Cuando te rompes una tibia, por ejemplo, es algo físico, está ahí. Pero todo lo que se está arreglando en la cabeza, ¿dónde sucede realmente? Entonces pensé en ese espacio atemporal, que no es un lugar real; eso es Cerodenero, donde suceden las cosas que no suceden en la vida orgánica.

Una de las novedades del disco es la electrónica, que le sirve para transmitir estados de ánimo más irascibles. 

Sí, la rabia, por ejemplo. Ha sido interesante canalizar la rabia de alguna manera, y me llamó la electrónica, me vino bien para acompañar esos sentimientos. 

Lo mismo sucede con la voz. 

Sí, he encontrado diferentes registros. Este disco está escrito, en una gran parte, con el piano, y eso te cambia la tesitura. Ha sido algo más visceral, más potente, y estoy muy contenta con ese espacio nuevo.

Hay un gran trabajo de producción. La última canción, por ejemplo, con orquesta…

Esta última canción, Todas las horas que quedan, era la que ponía punto final al disco, como los créditos de la película. Veo el disco como una serie que tiene varios capítulos, que son las canciones. Así es como tiene sentido. Cuando escribí esta canción ya me estaba sintiendo bien, y justo al día siguiente de terminarla, fui a la psicóloga y me dio el alta. Era como que todo tenía sentido. Fui a pasear, que hacía tiempo que no iba, al paseo de siempre, que tiene como un río muy bonito y un bosque muy frondoso, y pensé que necesitaba una orquesta que fuese como todo ese río y todo ese bosque cantando. Tipo Walt Disney, como Blancanieves, que se despierta en la naturaleza y canta. 

Dice que el disco es como una serie, y de hecho ha grabado un vídeo de treinta minutos, con todas las canciones. 

Veía muy físicamente este disco, y quería contarlo, más que cantarlo. Que la gente pudiera verlo. Pensé en hacer vídeoclips separados, pero llegué a la conclusión de que tenía más sentido verlo todo del tirón. Fue complejo, porque un montón de gente me dijo que no era posible, así que decidí dirigirlo yo. Me junté con Claudia Chocarro, que es de Zizur, y le pedí que me acompañara en este proceso. Fue un placer codirigir con ella. Estuvo también Ander Merino, que es con quien hago normalmente todos los vídeos. Para mí fue super satisfactorio poder ver todo seguido, entero. No sabía cómo llamarlo y lo llamé Vídeoclipazo (risas). Estoy muy satisfecha de haberlo hecho, aunque sé que no es lo más comercial ni lo más mainstream, porque son treinta minutazos, pero me he quedado a gusto, porque es así como tenía sentido.

Hay que recordar que usted no tiene una gran discográfica detrás, sino que se autoedita. Está apostando fuerte por su propio proyecto.

Sí. Si quieres decir que me he gastado mucho dinero, sí, es así (risas). Ha sido una apuesta muy importante, quizás la que más. Incluso, mirando a futuro, no sé si volveré a hacer algo tan ambicioso en este aspecto. Se juntaron muchas cosas: cumplía 30 años el 30 de enero, empezaba la gira el 2 de enero para acercarnos lo máximo posible a ese Cerodenero. Era como la Izaro 3.0, porque cumplía 30 años, por eso quería treinta minutos de vídeoclip. Me apetecía meter el baile, experimentar corporalmente otras cosas, dar un salto estético… Es verdad que es muy complicado, siendo una artista pequeña, hacer cosas que compitan con el mercado. Estoy muy orgullosa. Hay muchas veces que no puedes hacer las cosas, aunque seas capaz, porque no te las puedes permitir. En este caso, era importante hacer esta apuesta y que la gente la viera.

Efectivamente, es difícil hacer según que cosas, y no solo por motivos económicos. Usted ya ha grabado varios discos y sabrá que no es nada fácil que en uno confluyan tantas cosas: las circunstancias personales, un concepto potente, lo de cumplir años, las fechas…

Sí, ha quedado muy redondo, muy contundente. Creo que tiene mucho cuerpo, mucha fibra. Espero que tenga buen futuro y que la gente reciba bien todo esto. Luego ya veré qué hago después (risas).

Antes de lo que hará después, está la gira. Creo que hay también una apuesta escénica importante. 

Sí. Estamos muy contentos. Cuando hemos hecho los ensayos generales del show, casi todos los fallos venían del propio show. Los músicos son increíbles y hemos estado meses tocando, esa parte ya estaba preparada. Ha sido curioso estar corrigiendo, sobre todo, el espectáculo. Sacamos otra faceta, quizás más performer. Llevamos un gran iceberg, focos… Vamos a erigir la montaña dentro de los teatros, va a estar muy guay.

En Baluarte, las entradas están agotadas, y lo mismo le está pasando en otras fechas de la gira. Entiendo que estará contenta al ver que la gente no se ha olvidado de Izaro.

Súper contenta. En este tiempo que he estado trabajando con mi psicóloga, mi público ha sido como una brújula, me ha servido como inspiración de amor bueno. Ha sido muy importante saber que hay gente que quiere ver lo que voy a contar y a cantar. He podido resurgir porque toda esa gente estaba haciendo de red. Hoy en día, poder tomarte un año de descanso es raro, pero para mí es algo muy normal. Es verdad que me dio un poco de vértigo hacerlo, me planteé que cuando volviese igual no estaba la gente esperándome, pero ver que siguen ahí, poder disfrutar los directos… Es un regalazo, estoy súper agradecida.