Hace años que Alicia Otaegui plasma sus “preocupaciones” en sus trabajos. El tiempo, el medio ambiente, el feminismo, la tecnología y la inteligencia artificial, la recuperación de lo analógico, el consumismo excesivo, la política, la muerte... Son muchas las cuestiones que la artista pamplonesa aborda también en su nueva muestra, Ruido sordo, abierta hasta el 26 de abril en el centro cultural de Noáin.

“El título de la exposición es una metáfora de ese pensamiento que nos ronda por la cabeza y al que a veces hacemos caso y otras veces no”, cuenta Otaegui. También de “ese ruido sordo de aquello a lo que no prestamos atención, aunque lo tengamos delante”. A través de una colección de “poemas visuales” que funcionan como microrrelatos independientes entre sí, la creadora presenta una serie de objetos recuperados e intervenidos en los que el humor, “a veces absurdo”, juega un papel muy importante. “Quiero que la gente sonría al verlos, pero también que se lleve una reflexión”, apunta, y confiesa que “el azar” la ha sorprendido en no pocas ocasiones: “Me suele pasar que voy buscando yo un objeto concreto para una obra que he pensado o que, cuando estoy a punto de tirar la toalla, lo encuentro de casualidad”.

Guiños

Otaegui hace “guiños” a numerosos temas a través de sus piezas. Por ejemplo, a la emergencia climática con un globo terráqueo envuelto en bolsas de plástico. “Me preocupa la cantidad de envases, la contaminación de los mares, y personalmente tomo medidas desde hace tiempo, pero no sé si se puede detener o si el sistema quiere pararlo”, indica. Asimismo, en Destiempo presenta diferentes relojes a distintas horas e incluso con las agujas fuera de la esfera para subrayar la “esclavitud” a la que estamos sometidos todos los días y contra “la prisa que nos han impuesto”. “Yo no quiero subir a ese tren de alta velocidad”, agrega la artista, que aborda la guerra y los conflictos que hoy recorren el mundo en Quítate tú para ponerme yo o el consumismo constante de tecnología a través de un teléfono de baquelita con un cable extralargo, en clara defensa del regreso a lo físico en algunas esferas de la vida. “A veces compramos un teléfono nuevo y no sabemos por qué, simplemente lo hacemos”, lamenta. 

La inteligencia artificial y la fotografía digital son asuntos plasmados en la exposición. “Ya no imprimimos, generamos una cantidad exagerada de imágenes y, en algunos casos, las mostramos en las redes sociales, donde la vida de la gente parece maravillosa, más que nada porque solo se muestra lo bueno”, continúa.

“Me gusta hacer el ejercicio de vivir cada vez con menos, es mi manera de hacerle un corte de mangas al sistema”

Alicia Otaegui - Artista

En Huevo frito, Otaegui habla de la desproporción y “el exceso en el comer, las compras, lo audiovisual...” “Me gusta hacer el ejercicio de vivir cada vez con menos, es mi manera de hacerle un corte de mangas al sistema”. El “desencanto” le ha llevado también a reflejar la política en dos propuestas. Una de ellas consiste en un busto con una nariz de pinocho y otra de payaso, “por los circos que montan los políticos últimamente”, y la obra contiene un vaso dentro de otro, dentro de otro, de modo que, aunque el color de cada partido parece claro en un primer momento, luego se diluye y se mezcla con los demás. 

La defensa de la artesanía y el trabajo manual con una serie de bordados entre los que se encuentra “el último que hizo la madre de una amiga”, la hipocresía en las relaciones humanas o el matrimonio, “en el que nunca he creído”, son puntos de partida para otros microrrelatos de Ruido sordo. También la muerte. “Es la única certeza que tenemos, se debería hablar de ella desde Educación Infantil”, afirma. “Aunque soy atea, quiero creer que hay algo más, otra dimensión, algo tiene que quedar de nosotros, aunque sea la energía”.

Alicia Otaegui, ante una de sus obras. Iñaki Porto

La magia de las maletas

Alicia Otaegui vive una etapa de “incotinencia creadora”. Y es que, aparte de esta exposición, tiene en marcha la pieza escénica Artista Portátil, con maletas llenas de objetos que de otra manera difícilmente verían la luz y que abre ante un público reducido, sorprendiéndose ella, primero, y las/os espectadoras/es, después. 

“He encontrado una fórmula mágica para contar mi vida como artista; lo puedo hacer casi en cualquier sitio, tiene humor, farsa, misterio... Me lo paso muy bien”. Las próximas citas serán en La Fábrica de Gomas.