Ganador, este año, del Premio Talía al mejor espectáculo teatral y de dos Max a la mejor autoría y a la mejor dirección, Forever ha conquistado a la crítica y al público con su propuesta de teatro de máscaras. Magia, ternura y humor son algunas de las palabras que se han usado para definir un montaje que inaugurará este viernes, 19 de julio, el escenario de La Cava de Olite. “Espero que el viento respete la función”, desea su director, Iñaki Rikarte (Vitoria - Gasteiz, 1981). Y eso que él no podrá estar porque coincide con las funciones en el Festival de Almagro de su nuevo proyecto de dirección, El monstruo de los jardines, basado en el clásico de Calderón. Del gesto al verso. Dos mundos aparentemente antagónicos que, como comenta Rikarte durante la conversación, tienen puntos en común inesperados.

Después de un año lleno de éxitos y de premios, inaugurar el Festival de Olite no está nada mal.

Pues la verdad es que no, y nos hace ilusión porque es un festival al que le teníamos ganas desde hace tiempo. Como público hemos estado, pero no en el escenaro. Además, María (Goiricelaya) y Ane (Pikaza) son artistas que admiramos y con las que tenemos una relación estrecha. Es un honor y una suerte poder estar allí.

Justamente, María me hablaba hace unos días de la bonita relación que une a Iñaki Rikarte y a Kulunka con La Dramática Errante, compañía que comparte con Ane Pikaza.

Sí, somos de la misma quinta y nos conocemos desde hace mucho. Ellas viven en Bilbao y nosotros, en Hernani, pero hemos trabajado juntos, nos hemos ido a ver mutuamente y por nuestra parte hay una admiración enorme hacia lo que están haciendo. Han roto muchos moldes, los siguen rompiendo y me parece que están colocando el Festival de Olite en un sitio que, desde luego, merecía.

También bromeaba con ella sobre la competitividad en los Max, ya que ambos coincidieron en las categorías de mejor autoría y mejor dirección de escena, pero los dos se los llevó ‘Forever’. Aunque Goiricelaya me decía que prefiere hablar de compartir más que de competir. 

Es que esto te lo tomas como un juego o si no... No hay otra manera de tomárselo. Ha sido una suerte volver a coincidir con ella en los Max de este año y del pasado. Y una oportunidad para vernos, que no nos vemos tanto, y de compartir un rato juntos. Hemos hecho trabajos que han tenido reconocimiento y eso nos alegra a los dos.

En esta edición de Olite, destacan los conceptos de colocar al público en el centro y de generar comunidad. El otro día, Alfredo Sanzol comentaba el teatro “es el arte de la asamblea”; un arte en el que se encarnan en historias y personajes los conflictos del ser humano. ¿Qué es el teatro para Iñaki Rikarte?

Es como dice Alfredo, una oportunidad para reunirse y para hacer un ejercicio de introspección, tanto social como personal, con la excusa de la convención teatral. En eso reside el poder del teatro, en hacerlo conjuntamente. Los que nos dedicamos a esto lo sabemos, porque, por ejemplo, una obra cambia dependiendo de si una sala está llena o no.

Como si el público fuera otro personaje, como nos contaba la navarra Natalia Huarte, ganadora del Max a mejor actriz por ‘Psicosis 4:48’.

Así es. Con el público mantienes una conversación. Es un interlocutor y una parte fundamental. Como decía Peter Brook, para que haya teatro tiene que haber una persona que camina en el espacio y una persona que mira.

Ganar un Max a mejor autoría sin haber escrito una sola palabra tiene su mérito.

Sí, pero creo que el mérito no es nuestro, sino de quienes han decidido darnos el premio porque han apostado por romper los moldes. Creo que han querido mostrar que hay otras formas de escribir teatro que no tienen que ver con la tradición de la literatura dramática. Es una buena noticia para los profesionales, para el público y, en general, para ensanchar la mirada sobre lo que es el teatro. Porque esto está sucediendo, nosotros no somos los únicos que hacemos dramaturgias sin texto; hay más compañías y puede ser un punto de partida.

¿Hay un cambio de modelo?

Sí, a ver, no estamos derrocando lo que había antes, solo ensanchando la mirada. Obviamente el teatro de texto es fundamental, a nosotros nos gusta mucho, pero en el caso de Kulunka, el premio a la mejor autoría nos hizo especial ilusión porque es compartido. La hicimos entre los cuatro (Rikarte, Garbiñe Insausti, José Dault y Edu Cárcamo) y nos costó mucho. En Kulunka, la dramaturgia es el aspecto al que dedicamos más tiempo y esfuerzo y verlo reconocido es una satisfacción.

¿Y cómo se despliega esa dramaturgia? ¿Cómo contar con máscaras?

Las máscaras son un lenguaje. Solemos decir que, a priori, es muy limitado porque tapan la cara de los actores y generan un rostro fijo. Además, no les permite hablar, de manera que su expresividad se ve reducida drásticamente. Pero las dificultades en la creación a menudo son acicates. Se puede encontrar la libertad a través de la limitación, porque te obliga a pensar distinto. Cuando tenemos que escribir una obra para máscaras nunca podemos hacer lo primero que se nos ocurre porque vivimos en un mundo de palabras, así que este punto de partida nos obliga a pensar diferente y a tener que ir a la esencia de las cosas. Y el camino a veces es muy largo. Este es el trabajo más fascinante que proponen las máscaras.

La máscara es muy simbólica dentro del mundo del teatro.

Tiene una larga tradición y hay muchísimos tipos de máscaras y muchas formas de enfrentarse a ellas. En concreto, las nuestras son máscaras expresivas y limitan el texto. Además, nosotros las trabajamos buscando hacer un teatro realista porque dan la oportunidad de poner una lupa sobre los detalles de la vida, y eso nos parece muy atractivo. A menudo se dice que la poesía es reparar, o sea, pararse realmente en las cosas y observarlas, porque cuando te detienes, aparecen en toda su intensidad. Es lo que decía el poeta, en cada detalle arde la inmensidad, y Forever es una función hecha de detalles. No hay nada extraordinario, pero todos los elementos vistos a través de esta lupa generan una emoción profunda en el espectador.

¿Al no tener texto, es una historia más accesible a todo tipo de públicos, sin importar fronteras?

Es así. Lo descubrimos con el primer espectáculo. Hace 14 años hicimos André & Dorine, que se estrenó en Colombia y el segundo país donde se vio fue Nepal. Ahí ya empezamos a ver que aquello realmente no tenía fronteras. No estábamos seguros de que la obra fuese a comprenderse y nos sorprendimos porque no solo no sucedía eso, sino todo lo contrario. Además, en los países con los que no compartes idioma, los espectáculos llegan sin barreras, sin traducciones intermedias, y poder expresarnos mejor a través del teatro que de la palabra en esos lugares ha sido una experiencia muy gratificante. Hemos sentido la potencia que tiene el teatro como arma expresiva en primera persona.

"Se puede encontrar la libertad a través de la limitación, porque te obliga a pensar distinto"

¿Qué es lo que le une a Kulunka?

Me une que soy la pareja de Garbiñe (ríe), pero, aparte de eso, me unen muchas cosas. Todos tenemos un bagaje previo, ya que somos compañeros de la RESAD y, claro, está la amistad. Hemos trabajado y viajado tanto juntos que somos una especie de familia. Luego cada uno hace proyectos por su lado, pero Kulunka se mantiene como un lugar al que volver. Crear con Kulunka es como volver a casa.

¿Tienen proyectos en marcha?

Hay varias cosas sobre la mesa que todavía no han tomado forma, pero, como nuestros procesos son largos, cocinamos a fuego muy lento. Por ejemplo, desde que empezamos a ensayar Forever hasta que se estrenó pasaron dos años y medio. Como no hay barreras idiomáticas, el mercado se ensancha y eso permite tener espectáculos en repertorio. Nosotros seguimos haciendo André & Dorine y Solitudes. Que hoy en día haya una compañía de repertorio me parece casi inaudito, sobre todo ahora, con la mentalidad consumista que manejan algunos programadores. Me deja atónito, porque los espectáculos se podrían clasificar entre los que se han visto en mi pueblo y los que no se han visto, pero que alguien descarte los que cree que son viejos... Es una cosa delirante, pero sucede.

Hablando de compañías de repertorio, actualmente está dirigiendo 'El monstruo de los jardines', de Calderón, con la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Ha pasado de una obra sin texto a una en verso...

Sí, justo hoy me voy a Almagro a hacer diez funciones de El monstruo. El teatro clásico me gusta mucho, he hecho varios montajes y también dirigí hace años El desdén con el desdén. Estoy muy conectado con ese mundo y a menudo me comentan lo diferente que es a lo que hace Kulunka. Y es cierto, lo es. La manera de crear en una compañía como Kulunka no tiene nada que ver con cómo se crea en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, aunque últimamente estoy pensando que tienen un lugar en común.

¿Cuál es ese lugar?

En el teatro sin palabras hay que poner una especial atención en que el público entienda lo que quieres contar, porque, como no hablas, a priori no se entiende. Y en el clásico se habla mucho, pero no se entiende casi nada porque se habla raro, así que también hay que hacer un esfuerzo por clarificar las cosas al espectador. En los dos casos, el reto está en mantener un equilibrio entre clarificar y no subestimar a tu espectador. Al final, es un poco lo mismo, se trata de contar una historia pensando en el espectador y utilizando los recursos expresivos a nuestro alcance para que llegue de la mejor manera.

En los últimos años, ha recibido diversos reconocimientos por distintas obras ('Solitudes’, ‘Supernormales’, ‘Forever’...) ¿En qué momento de su carrera diría que está?

No me gusta mucho lo de la palabra carrera, prefiero trayectoria, pero, bueno, en teatro llevo dos años sin actuar. Tengo la sensación de que ahora puedo aportar más desde fuera, pero no sé cuánto va a durar esto y sigo buscando mi camino. Además, en ese oficio, por muchas cosas que hayas hecho, cada vez que inicias un nuevo proyecto, comienzas de cero. Y el vértigo antes de empezar a hacer algo es absoluto. Yo siempre pienso que no voy a ser capaz. Cuando me llaman para un proyecto, me ilusiona que confíen en mí. Pero, inmediatamente, me digo ‘¿y si esta vez no se me ocurre nada? ¿descubrirán que no sé hacerlo? Esa sensación de vértigo no se me quita. Por una parte te digo que desgraciadamente, pero, por otra, supongo que es también la salsa que te hace seguir aquí, que salga lo inesperado y que te sorprendas a ti mismo.

¿Y la actuación?

Ahora mismo no, pero quién sabe. Como decía antes, ahora estoy pensando desde fuera, pero si surge la oportunidad o encuentro algo que me apetece hacer, tal vez. De todos modos, yo me siento actor, mi única formación es la de actor, mi única formación es de actor y creo que todo lo hago, tanto escribir como dirigir, lo canalizo desde la actuación. Actuar es un ejercicio de empatía y creo que escribir y dirigir también. Cuando eres actor, te pones en los zapatos de tu personaje, pero cuando eres director te tienes que poner en los de todos los personajes. Ese es un ejercicio nunca dejo de hacer y no siento que haya cambiado de oficio, hago lo mismo, pero utilizando otras herramientas.