¿Con qué se va a encontrar quien vaya a ver ‘Memoria’?

Memoria es una obra de teatro documental que habla sobre el proceso de pérdida de memoria de una abuela, vivida desde los ojos de su nieta. Se habla del tema desde la relación entre mi abuela y yo, y se convierte en una conversación intergeneracional entre dos mujeres que se llevan 60 años. Es también un intento de una nieta de registrar la memoria de su abuela antes de que se pierda.

¿Y qué le lleva a hacer una obra de teatro sobre ello?

Todo empezó porque yo estudié Derecho y después hice un máster, mientras estudiaba teatro, de Derechos Humanos y Democracia. Dentro de ese máster me interesaba mucho el tema de la memoria histórica. Empecé a entrevistar a mi abuela, primero sin ningún fin artístico, por saber cómo había vivido ella la guerra. Quería tener un testimonio de una mujer con una perspectiva de género. Empezamos a hacer unas entrevistas y nos dimos cuenta de que le estaba empezando a fallar la memoria. Entonces, para mí ya cogieron otro matiz, que era el de registrar toda esta sabiduría y conocimiento antes de que desapareciera, y me pareció que podía surgir una obra de teatro.

¿Cómo ha sido el proceso creativo?

Entrevisté a un neurólogo y a profesionales que trabajan cuidando a personas mayores y estuve escribiendo textos de reflexiones, de cosas que sentía. Tenía bastante material textual y mucho material grabado, y en la sala de ensayo lo que más trabajamos fue la puesta en escena. Para lo visual, Ramón y Cajal decía que el cerebro funciona igual que un bosque. Entonces, empecé a tirar de la imagen del bosque, y como esa metáfora me parecía interesante, decidí relacionarlo con el jardín de mi abuela. Después, relacioné todo para que la dramaturgia no fuera solo textual, sino que se contara mediante la escenografía. 

Itsaso Arana ha participado en esta obra, ¿qué papel ha tenido ella en este proceso? 

Itsaso ha sido como mi mentora. Ya había sido directora mía de la obra Future lovers, y el proceso de creación de Memoria se solapó con los ensayos y el rodaje de Las chicas están bien, en la que también aparecía. Yo iba avanzando en el proceso de creación y le mandaba textos y ella me aconsejaba y me daba su perspectiva de los pasos que yo iba dando, pero dándome mucha libertad. Ha sido de gran ayuda, porque tener la asesoría de un artista que lleva tantos años trabajando y que a la vez admiras y de la que eres amiga es una gran suerte.

El guión plantea varias preguntas, como qué sucede cuando una persona pierde la memoria o adónde van los recuerdos que se pierden. Durante la creación de esta obra, ¿ha encontrado las respuestas a alguna de estas preguntas?

Creo que más que respuestas he encontrado más preguntas. Algunas respuestas también, pero con todo este proceso, quería compartir grandes preguntas con el público. Desde mi experiencia personal, hablar de algo colectivo, de algo muy universal, como es la pérdida de memoria. 

Acaba de mencionar al público, ¿qué respuesta ha tenido este ante la obra? 

Está siendo una respuesta muy bonita. Aunque sea una obra muy personal, en realidad estamos hablando de temas universales. ¿Cuántas personas tenemos en la familia a alguien que padece alzheimer o demencia? La obra da mucho lugar a que el público se sienta identificado con ella. La hemos hecho en sitios muy distintos, en pueblos pequeños, en teatros grandes, y el público la siente cercana, o al menos eso es lo que me ha llegado.

¿Qué supone para usted llevarla a un festival como el de Olite?

Me hace mucha ilusión. Yo admiro mucho a Ane Pikaza y María Goiricelaya como artistas, entonces todavía me hizo más ilusión no solo estar en un festival de tal magnitud, sino que la programación artística la llevaran artistas que admiramos. Además, en este tipo de festivales que tienen tanta historia, cuesta mucho encontrar un hueco cuando eres una artista emergente.

Se acaba de describir como una artista emergente, ¿qué ha significado para usted estrenar esta primera obra en solitario?

Pues toda una aventura, un desafío y un viaje muy grandes. Yo venía de haber trabajado como actriz para otras compañías y en rodajes, y había participado en creaciones colectivas, pero ha sido mi primera vez sola. Por mucho que tuviera un equipo, al final es tu proyecto, eres tú la que lo está dirigiendo, la que toma las decisiones. Siento que ha ocurrido algo mágico con la pieza, porque, con todos los desafíos que eran, ha ido recibiendo apoyos y el proceso ha sido bastante fluido. Ha significado mucho trabajo y esfuerzo, pero, a la vez, he sentido que surgía de una forma natural, con mucho amor, con cuidado. La verdad es que me parece mentira que la estrenáramos, que estemos girando con ella. Ha sido un aprendizaje continuo, en aspectos de dirección, producción, interpretación, en todo.

¿Dónde se siente más cómoda, delante de la cámara o en el escenario?

Llevo menos tiempo rodando y la escena quizá me es más familiar que un plató, pero en cada función empiezas de nuevo, vas a compartir con un público que no conoce tu trabajo y siempre tiene una exigencia muy alta. No hay tomas, pero a la vez, el arte cinematográfico también tiene sus complicaciones. Tengo mucho respeto a los dos y la sensación de que tengo mucho que aprender todavía en ambos ámbitos.

¿Considera importante fomentar las relaciones intergeneracionales? 

Súper importante. Esta obra trata sobre eso y lo principal que te puedes llevar es la conversación intergeneracional entre jóvenes y mayores y familiarizarte con la última etapa de nuestra vida. Este mundo va tan rápido que no hay espacio para las personas mayores, que necesitan ir más lento, ser cuidadas. Hay un problema muy grande, que es la soledad que se sufre en la vejez. Cada vez vivimos más, pero ¿cómo hacer que la gente mayor envejezca de una forma feliz y activa? En Pamplona tuvimos una función matinal con estudiantes de institutos y fue precioso, porque creo que es crucial, desde la juventud, familiarizarse con estos temas.

¿Qué pueden aprender los jóvenes de las generaciones pasadas? 

Una cosa que me enfada bastante es la infantilización de la gente mayor cuando, en realidad, ha vivido 60 años más que tú. Por mucho que tú hayas ido a la universidad, que hayas estudiado lo que sea, esa persona tiene 60 años de experiencia vital. En su generación tenían un sentimiento mayor por lo colectivo, por los cuidados, desde luego sin que eso lleve a un estado de sacrificio constante ni de represión hacia la mujer. Solos no podemos, necesitamos que nos cuiden, da igual la edad que tengamos.