De origen judío, el estadounidense Leon Uris nació en Baltimore el 3 de agosto de 1924, fecha de inicio de una existencia dedicada, poco después, a la del Cuerpo de Marines, pues serviría en la II Guerra Mundial en el Pacífico Sur, pero en 1950 su vida cambiaría significativamente tras la compra de uno de sus artículos por parte de la muy bien considerada revista Esquire.
Uris, después de viajar al nuevo estado de Israel para conocer de primera mano el presente de la cultura de sus ancestros, escribiría novelas tan populares como Éxodo (1958), Topaz (1967) o QB VII, de 1970, siendo la primera de ellas la que le daría a conocer en el mundo entero, si bien no faltaron, igualmente en diferentes países, críticas desfavorables de la misma y de otras de sus historias, esencialmente en referencia a la supuesta parcialidad de los textos en diferentes sentidos.
Quien también falleció hace ahora un siglo, el mismo día en que Leon Uris llegó a este mundo, es Joseph Conrad. Nacido Teodor Józef Konrad, el escritor británico descendiente de la nobleza polaca, partiría a sus diecisiete años, ya en el último tercio del siglo XIX, más allá de los mares, siguiendo una firme vocación, sí, por la vida en el mar. Y fue el mar, lógicamente, el alma de la mayoría de sus obras, de entre las cuales destacan la primera de ellas: La locura de Almayer (1895), Lord Jim (1900), El corazón de las tinieblas (1902) y El espejo del mar (1906).
Conrad escribió, en cualquier caso, otro tipo de historias, tan diferentes como El agente secreto (1907) y La línea de sombra (1917). Una de las principales características de su obra es la importancia del llamado `punto de vista´, aunque no fuera el único escritor que hiciera uso de tal virtud, y el presente año, hace ya unos meses, el sello Funambulista ha editado Suspense (Una novela napoleónica), obra póstuma de Conrad en la que estaba trabajando cuando nos abandonó definitivamente.
Literatura del siglo XX: orígenes diferentes, similar interés.