“Escribimos canciones porque tenemos un conflicto con el paso del tiempo”
Con casi tres décadas de carrera, Ismael Serrano es un referente de la canción de autor. Este domingo presentará en Baluarte su último disco, La canción de nuestra vida (19:00).
Viene a presentar su nuevo disco, La canción de nuestra vida. Tiene que ser bonito eso de escribir las canciones de la vida de la gente, ¿no?
–Bueno, ese es el reto. Lo que viene a decir este disco es que la vida es un ejercicio permanente de construcción. La canción de tu vida es algo que vas escribiendo continuamente según vas adquiriendo nuevas experiencias. El disco es una llamada a no perder la curiosidad, a no dar por cerrado el capitulo de la vida. Siempre quedan cosas interesantes por escribir, susceptibles de formar parte de una nueva estrofa de esa canción que estás escribiendo.
Llegados a cierta edad, parece que las canciones de nuestra vida son las que escuchábamos en nuestra primera juventud. ¿Es difícil seguir alimentando esa base de datos?
–Ese es otro gran reto: seguir escribiendo canciones que conecten con la gente y con la realidad. Tiene que ver con eso, con hasta qué punto estás conectado con la realidad y sigues teniendo curiosidad a la hora de escribir. Un autor puede perder esa conexión con la realidad; si le va muy bien, puede aislarse en una burbuja y eso impide que hable de cosas reales que conecten. También hay otra cosa; muchas veces, cuando echamos de menos al autor que fue, en realidad estamos echando de menos a los que éramos nosotros cuando escuchábamos esas canciones. Las canciones de tu juventud te parecen las mejores porque, de alguna manera, sientes que quizás eras mejor en un momento en el que el futuro era algo aplazado, no habías tenido que tomar decisiones y tenías toda la vida por delante.
Imagino que otro reto será seguir llegando al público joven, ese que todavía está buscando las canciones de su vida.
–Sí. Lo que pasa es que eso no depende tanto del autor, sino de un algoritmo, de un modelo de consumo. En muchos aspectos, la edad penaliza en la industria musical. No es lo mismo ir con un proyecto si tienes 20 años que si tienes 50. Las plataformas son las que son. Y sobre todo, depende del género. A día de hoy, la canción de autor está un poco estigmatizada y no tiene toda la difusión que merece. El déficit de atención también penaliza, porque un cantautor construye un relato en torno a una canción, casi con presentación, nudo y desenlace; eso, en un contexto en el que la atención es cada vez menor… Ya no se trata de tener un estribillo, sino de tener unos segundos que atrapen la atención del oyente. En ese contexto, alguien que hace canciones amables, que no juega al efectismo sino a contar historias, no las tiene todas consigo. Nos vendieron que las redes sociales iban a servir para comunicarnos y para acceder a todo tipo de información, pero no es real. Las comunidades que crean las redes son muy cerradas; si quieres salir de la tuya tienes que hacer una inversión, que es lo que quieren las plataformas, son un negocio. Tener una base de público fiel es muy difícil, pero trascender ese público y llegar a otro nuevo, es más difícil todavía.
Dice que la canción de autor está ahora estigmatizada, pero algo debe tener, porque sobrevive a todas las modas.
–Sí, lo que pasa es que ahora ha perdido el orgullo (risas). Me refiero a que los propios cantautores asumen su derrota y hacen todo lo posible para que no se les considere cantautores, piensan que es un lastre. Prefieren que se les relacione con otro tipo de artistas y de sonidos, aunque compartan referencias. Todos tienen derecho a huir de las etiquetas, pero cuando has crecido escuchando una música, cuando hay un interés por cuidar los contenidos y darle un vuelo poético, incluso una forma de salir al escenario que tiene que ver con la cercanía… Hay muchas cosas que definen la canción de autor y a mí me parece importante reivindicarla. ¿Por qué? Por ir a la contra de los clichés y reivindicar su legado, incluso los aspectos más peyorativos como la canción protesta. Se han escrito grandes canciones protesta. Decir que la canción de autor es un anacronismo es tan absurdo como decir que la novela negra es un anacronismo. Es un género y siempre va a pervivir; siempre va a haber un chico o una chica que agarre una guitarra y haga crónica social y sentimental del mundo en el que le toca vivir.
A usted le gusta ironizar con los tópicos que dibujan al cantautor como alguien triste y aburrido.
–Sí, un poco por desmontarlos. La forma de criticar esos clichés es reírse un poco de uno mismo. Además, no es justo, no creo que el cantautor sea más triste que los artistas de otros géneros. Si echamos mano de las canciones que más nos han emocionado, suelen ser siempre tristes. Ahora se menosprecia el posicionamiento político, se tiene miedo a caer en el panfleto, pero no se tiene tanto miedo a caer en la cursilería, que podría ser igual de mala. Tiene que ver con la batalla cultural, cuando alguien se expresa políticamente según de qué forma, es señalado.
“La edad implacable, el tiempo que pasa, todo lo vivido convirtiéndose en humo”, canta en su último disco. El paso del tiempo ha sido un tema recurrente en sus canciones. ¿Ha aprendido a llevarlo mejor?
–Es un miedo recurrente. Escribimos canciones porque tenemos un conflicto con el paso del tiempo. No sabemos renunciar, no sabemos enfrentarnos a la pérdida. Es nuestra terapia, una manera de rescatar del olvido experiencias que nos han hecho sentir vivos. Con el tiempo, uno trata de tener más perspectiva para entender que el tiempo no implica solo una renuncia. Eso lo sientes cuando eres joven, el tiempo te quita cosas. Cuando alcanzas una madurez, te das cuenta de que el tiempo también te da cosas. En mi caso, por ejemplo, la paternidad me ha dado la vuelta a la cabeza como a un calcetín. Y eso tiene que ver con el tiempo. Ver crecer a tus hijos y crecer también tú como persona.
En el disco ha versionado Burbujas de amor, de Juan Luis Guerra, y en redes ha tocado canciones de Shakira. Son artistas teóricamente alejados de usted, pero lo cierto es que, llevando las canciones a su esencia, no desentonan en su repertorio.
–Claro. Es de un empeño por romperle el brazo al algoritmo. Si escuchas a Shakira, difícilmente el algoritmo te va a recomendar a Ismael Serrano. Las canciones son buenas independiente de quién las cante. Me resulta un reto divertido traerlas a mi territorio, interiorizarlas un poco y transformarlas. Es liberarse de prejuicios. Eso también lo trae el paso del tiempo y es muy saludable.
Siempre le ha dado mucha importancia al elemento escénico en sus conciertos. De hecho, la última vez que vino a Pamplona fue casi una obra de teatro. ¿Qué nos encontraremos esta vez?
–Sigue teniendo ese componente teatral. Hay una parte en la que se apela a la participación del público, pero me gusta la idea de construir un relato en torno al concierto. En este caso también lo nacemos, aunque contamos con el público para la elaboración de ese relato.
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