Ansiedad y velocidad. Son dos realidades que rigen las formas de vida de la sociedad actual. Dos conceptos sobre los que este sábado tuvieron la oportunidad de reflexionar los filósofos Gilles Lipovetsky y Francisco Jarauta en la Filosofía para ubicarse, dentro del marco de los Encuentros de Pamplona 2024. 

Esta cita, celebrada en Baluarte, giró en torno a la idea que dio nombre a la ponencia, Una civilización nihilista. “¿Vive el nihilismo entre nosotros?”. Es la pregunta que se planteó al comienzo de este diálogo, y sobre la que Lipovetsky se mostró tajante en su respuesta. “No es una sociedad nihilista”, aunque eso no libra al ser humano, y al filósofo francés, de otras inquietudes

A ojos de Jarauta, “nos toca vivir en la época más acelerada de la historia humana. Es un proceso que arrastra y transforma todas las estructuras políticas, económicas, culturales y morales”. Hecho que, para Jarauta, produce “sujetos ansiosos”. Una ansiedad originada por la incapacidad humana de subirse a ese “tren de la época” que pasa veloz frente a nosotros. 

Esta forma de vida, como añadió Lipovetsky, choca con la de momentos pasados de la historia, cuando aún “no se conocía” la aceleración. Entre los factores de este “mundo hiperrápido”, el francés hizo referencia a una dinámica individualizadora que provoca autonomía, disfrute y búsqueda de uno mismo; el consumismo forzado que “mercantiliza” la actividad humana; o las nuevas tecnologías, que generan la instantaneidad del conocimiento y las relaciones. 

A pesar de que el desarrollo humano ha estado plagado de cambios, estos no se han producido a la misma velocidad a la que se dan en la actualidad. Según Lipovetsky, el impacto del progreso en el siglo XIX era menor debido a que sus gentes gozaban de unas costumbres que no cambiaban y, cuando lo hacían, era lentamente. “Ahora hay una aceleración permanente; donde la búsqueda de un orden genera ansiedad”, explicó el filósofo. 

La victoria del capitalismo

Lipovetsky viajó en el tiempo hasta el momento en el que se consolidó este hecho, con la caída del Muro de Berlín y de la URSS. Con la derrota del comunismo, en este nuevo periodo histórico “no hay ningún sistema de oposición al capitalismo; ya no hay un modelo alternativo ni utopías redentoras”. Sin embargo, el filósofo francés no se mostró pesimista y recordó que “nunca había habido tantas críticas”, acompañadas por “una multitud de pequeñas utopías para mejorar las condiciones de vida a través de la búsqueda de nuevos modos de existencia”. 

Por su parte, Jarauta estableció una definición de “capitalismo” al margen del sistema de producción, donde “hay que pensarlo más bien como un modelo civilizatorio que atraviesa todas las condiciones de la vida humana”.  

En esta línea, Lipovetsky se planteó la cuestión de si es posible que el capitalismo haya derivado en la “uniformidad, estandarización, masificación y americanización” del planeta. “Cierto y falso”, concluyó. A pesar de que, como expuso, los oyentes de la ponencia coincidimos en llevar vaqueros o modelos similares de teléfonos, “hay una revancha por otra parte”, ejemplificada en el cine indio de Bollywood o los pintxos de Pamplona. “Es una época híbrida; universal y particular”, anunció Lipovetsky. 

Y, así, el francés se preguntó si este triunfo del capitalismo transformaría al ser humano en “ovejas dóciles a las normas”, acabando con su “autonomía”. Una vez más, “cierto y falso”. Este filósofo no dudó en reconocer el derecho del ser humano a “construir su propia existencia y ser maestro de sus elecciones”, ya sean políticas, educativas o sexuales. “Hay mucha más diversidad que antes, y esto es posible a causa del capitalismo”. Una situación “paradójica” al mismo tiempo que “optimista”.

Empatía y piedad

Sin embargo, Lipovetsky no olvidó dos de las grandes inquietudes presentes en el mundo actual: el incremento del sentimiento de soledad, en especial entre las personas jóvenes; y el retroceso del mundo corporal en beneficio del digital. “No me fío del escenario apocalíptico”, aseguró ante estos retos. A pesar de lo que se pueda creer, la comunicación “no explica el malestar” que genera soledad ni va a “atrofiar el gusto” del ser humano por la realidad. 

Es en este contexto en el que Lipovetsky se mostró una vez más “optimista” al declarar que “la población no es nihilista”. “La gente no solo piensa en ella misma en un mundo frío, en el que no podemos ver cómo ir a mejor. Nos afecta lo que les pase a los otros; hay piedad y empatía. La condición humana no está amenazada”.