Rafa Pons: “En esta sociedad existe un culto a la juventud que me parece desmesurado”
Llevaba tiempo sin tocar en Pamplona, pero este sábado presentará su último disco, Joven, en The Olympus Beer. La cita será a las 21:30.
Su último disco aborda bastantes temas. ¿Por qué lo ha titulado Joven?
–Cuando cumplí 44 años, una chica me dijo después de un concierto que le parecía muy valiente que dijese mi edad en el escenario. También detecté que algunos de mis amigos, más o menos de mi quinta, tenían cierto sumisión ante la gente más joven, cuando les insultaban y les decían “boomer” o cosas así; en vez de rebelarse, se reían. Me di cuenta de que la gente de mi generación tenía una especie de vértigo por la edad, que le pasa a todas generaciones, pero quizás a la nuestra un poquito más. Vi que ahí había un tema provocador. El disco salió cuando cumplí 45; hace veinte años nos se hubiese entendido que alguien de 45 años pusiera de título “Joven” a su disco, pero hoy parece normal. Que con 45 años te llames joven, es una metáfora.
Entonces, ese sentirse fuera de lugar del que habla en la canción está basado en hechos reales, entiendo.
– Sí. Al final, la relación que tenemos con las edades es un tema transversal. Cuando cumples más de 40, entras a un bar, ves que todo el mundo es más joven y eso te inquieta, nos pasa a todos. En esta sociedad existe un cierto culto a la juventud que me parece desmesurado. Antes, cuando un artista de 20 colaboraba con uno ya consagrado de 50, veías más contento al de 20 que al de 50. Ahora, sin embargo, ves más contento a la vieja gloria de 50 que al joven.
¿Le ha pasado lo que dice la canción, encontrarse con un ejecutivo de alguna discográfica que le dice que el rock está pasado de moda?
–Sí, pero hay algo que me parece especialmente ridículo. Por ejemplo, con Rosalía: yo la escucho y hay cosas que me maravillan, pero también hay cosas que no entiendo, porque, generacionalmente, no es mi lenguaje musical. Sin embargo, ves el posicionamiento de cierta gente, de la industria en general, no ya solo hacia Rosalía, también hacia el trap, que se ponen a darte lecciones de lo que es. El trap es algo que tienen que hacerlo los chavales de 18 o de 20, pero cuando escuchas a un señor de una multinacional explicándote qué es el trap y diciéndote que el rock ya no se lleva… Perdona, pero estás hablando de tus propios miedos. Estás viendo tu propia muerte, porque te quedas fuera. De eso habla la canción.
Decíamos que sus canciones tratan muchos temas: el fútbol, la edad, el amor, la sociedad… ¿Dónde nace el impulso para escribir una canción?
– Muchas veces, las canciones son una idea. No son dos o tres, sino una. Lo que nos decían en clase de literatura de que los poemas tienen tema. Es como una fotografía, ves una imagen que te lleva a algún tipo de reflexión y a partir de ahí nace la canción.
Ahora que menciona las clases de literatura, yo tenía un profesor que nos penalizaba cuando explicábamos lo que el autor había querido decir, porque eso solo lo sabe el propio autor. ¿Le ha pasado alguna vez haber escrito una canción con una intención y el público le haya dado otra totalmente diferente?
–Sí, y tiene un punto maravilloso. Es algo real, las canciones no dejan de ser instrumentos comunicativos, una experiencia que nace, la emites y, cuando le llega al otro, la procesa como quiere. También depende del contenido que hayas expresado; si has escrito sobre algo muy concreto y todo el mundo lo entiende de otra forma, igual es que lo has expresado mal tú (risas). Yo tengo una canción que se llama La última estación, que habla de una pareja que lleva mucho tiempo junta; salen una noche los dos, se lo pasan muy bien y ahí descubren que tienen que separarse. Mucha gente la interpretó como que eran dos ex que se reencuentran esa noche y vuelven a estar juntos. Volví a leer la letra y es cierto, se puede entender también así.
Una constante en sus canciones es el humor, un recurso que no es fácil de utilizar.
–Sí. El humor ha sido fundamental en la vida y a la hora de escribir canciones. Es mi forma de contextualizar las partes más complejas de la vida. Es una especie de declaración de intenciones; parece que si introduces humor restas valor a la obra. Pasa en el cine, en la música, en la literatura… Para que algo con humor sea reconocido, tiene que ser sublime; Woody Allen, La conjura de los necios, el Quijote… Tengo pocas canciones de humor propiamente dichas, pero sí que introduzco el humor en muchas de mis canciones, aunque toquen temas jodidos.
Dentro del humor, a veces recurre a la ironía para retratar la sociedad, como hace, por ejemplo, en la canción Ser feliz.
–Esa canción describe nuestro ecosistema más cotidiano hoy en día. Abres Instagram y te lo encuentras. Me sabe mal no poder citarlo porque no recuerdo su nombre, pero hay un psicólogo que ha acuñado un término que es la “happycracia”, que es la tiranía de estar siempre feliz y encontrarle el lado bueno a todas las cosas. Mire, no, déjeme usted cagarme en la leche si algo no me gusta. La ironía es una actitud. Y tampoco me tengo que ir muy lejos para hablar de alguien que se ha tatuado una frase que ha visto en una taza o que se ha arruinado con criptomonedas, es algo que tenemos en nuestro entorno.
La semana pasada, Ismael Serrano nos decía que hay artistas que no quieren definirse como cantautores porque lo ven como un lastre. Usted sí lo hace.
– Sí. Esto de las definiciones siempre da para debate, pero yo escribo mis canciones y las firmo con mi nombre, no con el de una banda. Soy consciente de que la gente que me sigue lo hace, en gran medida, por los textos. Lo que no tengo tan claro es si hago canción de autor, porque eso ya es un género. Si escucho mis discos, me llevan más al pop rock, pero las firmo y las defiendo como cantautor.
Este sábado vuelve a Pamplona. Llevaba mucho tiempo sin venir por aquí.
–Sí. A veces nos movemos por un circuito de salas y no encontraba una en Pamplona, no conseguía contactos. Toco muchísimo por toda España, pero me estaba costando horrores volver a Navarra. Estoy contentísimo, vuelvo este sábado y parece que va a estar guay, me está escribiendo mucha gente y tengo muchas ganas. Además, mi cuarto apellido, el segundo de mi madre, es Beruete. Es un pueblo muy bonito, lo estuve visitando. La familia de mi madre viene de Pamplona y de Estella.
O sea, que toca medio en casa…
–Toco medio en casa, sí (risas). Tengo sangre navarra.
Utiliza varios formatos. ¿Cómo será el de Pamplona?
–Ahora estoy haciendo una gira de guitarra y voz, en acústico, pero el sábado me acompañará en algún tema Santi Noriega, guitarrista y productor de mis primeros discos que ahora vive en Pamplona. Hay un argumento sobre cómo están montadas las redes sociales, lo que hablábamos antes, esta obsesión por ser coach y por buscar el lado positivo a cosas que no lo tienen. En base a eso, hay un espectáculo armado en el que van pasando canciones de este disco y de los anteriores.