Antes de grabar este disco hizo un año y medio de parón, era la primera vez que se tomaba tanto tiempo desde que empezó. ¿Le vino bien ese paréntesis?
Ahora que estoy de nuevo en la vorágine, creo que no paré lo suficiente. Fue un año y medio, pero, como ahora el tiempo es tan efímero, a nadie le dio la sensación que de que yo hubiese parado. Eso es curioso, para reflexionar. En realidad, no paré del todo, porque estuve componiendo y en el estudio. Pero estar fuera de los escenarios me permitió pensar. Si no paras, es imposible retener lo que te está pasando. No lo digieres, no lo interiorizas. He vivido un montón de cosas en estos doce años y me ha venido bien meditar sobre ellas.
Tal y como está la industria, que de alguna manera obliga a los artistas a estar constantemente creando contenido y “en el candelero” de los medios y las redes sociales, eso de desconectar durante una temporada tan larga parece todo un lujo.
La verdad es que parece un lujo, sí. Mira lo que pasó con Carmen Boza, que encima es amiga, de mi generación, llegamos todas juntas a Madrid y ha anunciado que lo deja. Hay cosas muy insanas: la velocidad a la que se nos obliga a ir, el tiempo que dedicamos a cosas que no son música… Hay que tener muchísima paciencia y ser experto en mil cosas. A veces te metes demasiada presión, me ha pasado con este disco, y te dan ganas de dejarlo. Pero bueno, creo que soy una super privilegiada por muchas cosas, por ejemplo por poder parar. Me lo he currado, pero es un auténtico regalo.
Fue un tiempo retirada de los focos, pero no de la música: de escucharla, de tocar, de escribir… ¿Cuándo empezaron a nacer las canciones de este disco?
Hay de todo. La canción Entonces la empecé a escribir hace 5 o 6 años. Ahora, con la inteligencia artificial, se hacen canciones en unos segundos, pero yo llevo mucho tiempo rumiando estas. Ha sido en los últimos dos años cuando les he pegado el empujón final. Este es mi disco más emocional, hay muchos sentimientos universales por los que todos pasamos: sobre todo el amor y la muerte, que son los dos temas fundamentales del arte y de la vida.
El disco se titula El abrazo y está lleno de energía positiva. ¿Necesitamos amor y cariño en este mundo que vivimos?
El disco es positivo, pero tiene dureza y nostalgia. Hay un contraste fuerte. Es un disco con el que es fácil que se te caigan las lágrimas, sobre todo si estás con procesos de duelo. Pero a la vez, son ritmos muy bailables. Aunque hable de cosas dolorosas, siempre intento sacarles el punto luminoso. Pero sí, sacar un disco que se llama El abrazo en estos tiempos tan hostiles es una manera de decir muchas cosas; por supuesto que nos hace falta mucho amor y mucho cariño.
“¿Vamos a ser capaces de dejar un planeta y una sociedad que no haga daño a los que vienen?”
Es cierto que tiene dos caras: hay canciones muy alegres y otras más tristes y melancólicas, pero hermanan bien, no desentonan unas con otras. No sabría decir si es un disco alegre o triste. ¿Cómo lo definiría usted?
Creo que tiene una mezcla. Puede ser un disco nostálgico. La nostalgia significa que fuiste feliz. No se ancla en la tristeza, es una mezcla. La melancolía sí se queda más en lo triste. Pero la vida es eso. Como decía Fito, la alegría y la tristeza viajan en el mismo tren. Cuando sientes la muerte y la enfermedad tan cerca, te das cuenta de que amas mucho más la vida. A mí me ha sucedido así.
La cara amable del mundo parece ser una carta de bienvenida a un bebé. Es difícil encontrar una canción que desprenda tanta esperanza…
Esa canción la escribí para mi sobrino y pensando en tantos bebés que tengo a mi alrededor. Tiene esperanza, pero creo que también tiene miedo. ¿Vamos a ser capaces de dejar un planeta y una sociedad que no haga daño a los que vienen? Creo que por eso esta canción está gustando tanto, a la vez saca la lágrima, porque conforme la escuchas, te das cuenta de que es complicado tener esperanza.
“Sacar un disco titulado ‘El abrazo’ en estos tiempos tan hostiles es decir que nos hace falta mucho amor y cariño”
La otra cara de la moneda serían Ceniza y Todo lo que amaste, que son canciones en las que se despide de seres queridos.
Exactamente, esa sería la otra cara. Estas dos vinieron antes. Si estoy hablando de los que se van, ¿cómo no voy a hablar de los que vienen? Es un ciclo. En Ceniza narro cómo vi morir a mi abuela, me sentí super honrada por poder estar en ese proceso. Fue en noviembre de 2020. Aprendes mucho cuando vez morir a alguien, un tallo tan fuerte como son nuestras abuelas. De las cenizas de ellas venimos las siguientes. Todo lo que amaste habla de mi padre y es más dolorosa, porque él se murió de golpe. Fue un shock. Estuve cuatro días con él y una mañana no se despertó. Son dos muertes muy diferentes, pero te enseñan que lo mejor que podemos hacer por los que ya no están es honrar nuestra propia vida, agarrarte a ella y disfrutarla.
En Entonces evoca recuerdos de su infancia. ¿Qué es lo que más añora de aquella niña que se agarraba al collar de su madre y se refugiaba en los cuentos de su padre?
Añoro muchas cosas, por eso me ha costado tanto escribir esa canción. Tengo hojas y hojas llenas de imágenes de mi infancia. No sabría qué elegir. Me estoy dando cuenta de lo feliz que fui, de la suerte que tuve de criarme en un pueblo, tan cerca de la naturaleza y los animales. Mi familia es muy humilde y me crió en el respeto a los mayores, en lo natural. Lo que más echo de menos de mi infancia es que todos estaban vivos. Echo de menos a mis abuelos, a mi padre…
Musicalmente, le ha quedado un disco muy variado: hay ritmos tropicales, pop, música de baile, canciones acústicas, rap, orquesta sinfónica…
Es un disco super ecléctico, sí. Todos nuestros discos son muy diversos porque yo soy muy melómana, igual que mi productor y mi banda, con los que llevo toda la vida. Escucho de todo: reguetón, urbano, salsa… de todo. Puedo defender todas las canciones con guitarra y voz, pero vestirlas de manera diferente me parece muy divertido, y veo que eso se transmite también al público en los conciertos.
“Si no paras, es imposible retener lo que te está pasando. No lo digieres, no lo interiorizas”
Decíamos que viene de un año y medio de parón, pero ha vuelto al máximo nivel de actividad. Disco, gira, Latinoamérica… ¿Cómo se ha adaptado de nuevo el trajín?
Vengo de estar veinte días dando vueltas por siete países de Latinoamérica. Como te he dicho antes, no tuve sensación de parar demasiado. Ahora llevamos mucha tralla de todo el verano, la gira, Latinoamérica… Pero me siento muy fuerte. Echaba de menos el escenario, lo estoy cogiendo con muchas ganas. Cada concierto es una celebración.
El sábado actuará de nuevo en un Navarra Arena a rebosar. Usted empezó tocando en bares para muy poca gente. ¿Se acostumbra una a los grandes recintos?
Sí, yo me he tirado un montón de años cantando para muy poquita gente. Piensa que ahora, en Latinoamérica, salvo algunos sitios en los que nos va a algo mejor, en muchos sitios estoy empezando. En Puerto Rico ha sido mi primer showcase. He vuelto a ir sola con mi guitarra, a cantar para 300 personas. Siempre pienso que les he dedicado más tiempo a las salas pequeñas que a las grandes. Cuando me dicen lo que llevamos vendido en Pamplona, no me lo creo, es de los sitios donde más gente vamos a meter. Es cierto que cada vez tenemos más público, y me parece un milagro, dada la profundidad de las canciones y mi género, es muy fuerte. Soy muy trabajadora, quiero pensar que tengo algo de talento, pero tienes que tener suerte. Estoy muy agradecida, sobre todo porque creo que tenemos algo que es difícil de conseguir, y es la fidelidad de la gente. Lo nuestro creo que es un caldo a fuego lento. Ojalá que la gente que está ahí nunca nos abandone, porque yo tengo mucho que cantar y que contar.