Juan Mari Martínez Txoperena (Aurizberri-Espinal, 1945) ha llegado a los 80 años con un libro bajo el brazo escrito en colaboración con el periodista Iñaki Vigor. Miembros ambos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, acaban de sacar del horno de Pamiela Excusiones a poblados vascones, que suman 30 recorridos por las huellas de nuestro pasado. Con la distancia, desnivel y tiempo aproximado para hacerlos, además de su QR para la descarga.

Desde adolescente Martínez Txoperena sintió atracción por el megalitismo, lo que le llevó muchos años después al interés por las vías romanas. Este libro, repleto de fotografías y con dibujos de los propios autores que recrean los poblados vascones, condensa una década de excursiones atentas, la pasión por el monte y por los restos arqueológicos.

¿Cómo llegaron a este libro?

–Conocí a Iñaki Vigor por ser periodista, con el tiempo coincidimos bastantes veces en excavaciones, y ahora, cuando se ha jubilado, me propuso hacer un libro. Tengo preparado un catálogo de todos los poblados de la Edad de Hierro que hemos localizado, sobre todo en el Pirineo, porque en la Ribera y la Zona Media Javier Armendáriz con su tesis doctoral en 2008, publicó un catálogo que fue la pera en ese momento. A mí me extrañaba que en todo el área pirenaica no hubiese más que cuatro poblados catalogados. No podía ser. Nos pusimos a buscar y hay ciento treinta y tantos. Él problema es que la vegetación los cubre. Te tienes que meter mucho en el monte.

La montaña ha sido su vida...

–Sí, sí, a mí donde se me curaba todo era en el monte, y actualmente también. Ahora no me dejan irme solo, pero con Iñaki nos apañamos.

El libro aporta 30 recorridos en su mayor parte por la Zona Media, Media Alta.

–Nos propusimos ocupar más o menos todo el territorio de Navarra, que según los romanos era vascón. Habrá que pensar que tenían razón, básicamente el mapa actual de Navarra en esa época. La idea partió de que al estudiar la calzada romana que subía de Zaragoza hasta Burguete, vimos que había una cantidad de poblados de la Edad del Hierro muy cercanos, en una franja de tres o cuatro kilómetros a un lado y al otro.

“Los recorridos del libro son muy fáciles de hacer para cualquier persona, porque en su mayoría están señalizados e introducimos un código QR”

La mirada atenta al paraje la habrá ido cultivando, incluso el instinto.

–En esto había mucho de instintivo sobre todo hace unos años. Hoy las cosas han cambiado, la digitalización te facilita unos mapas en donde prácticamente no tienes que ir al monte para reconocer que ahí hay algo. Otra cosa es que necesariamente tienes que ir, verlo y comprobarlo. Pero la digitalización hace unos años nos habría ahorrado montones de visitas.

Al ser un libro nuevo sale Irulegi y el altar descubierto en Arriaundi. Vivimos una era dorada del estudio de nuestro pasado.

–Además de los medios que hay ahora, que te facilitan bastante el trabajo y las localizaciones, hay más investigación. Es que de Pamplona para arriba no había habido investigación prácticamente. Eran todo referencias a textos ya clásicos. Trabajos teóricos que en la práctica normalmente se caían casi todos.

A estas alturas la simple mención a nuestro pasado vascón aún despierta suspicacias en algunos sectores.

–La Mano de Irulegi ha despertado un interés por todo el mundo vascón. En cierto modo, es un documento único, el primero que tenemos que nos fecha la escritura en la lengua que no sería igual que la de ahora, pero en vascuence o vasco. Eso es icónico. Hay mucha gente que tiene muy presente que el euskera es nuestra lengua.

Este libro suyo y de Iñaki Vigor aparece en plena primavera, es una invitación a la contemplación, por su diseño, pero también a coger el petate y marcharse de excursión.

–Particularmente, con la afición que tengo y lo que me gusta el monte desde luego se lo recomiendo a todo el mundo. Estos recorridos son muy fáciles de hacer para cualquier persona, porque en su mayoría están señalizados, y en el libro incluimos códigos QR que se pueden descargar en casa y no te hace falta llevarte la guía.

Todo este trabajo de buscar las huellas de nuestros antepasados, es un recordatorio de que aquí estamos de paso. Un día otros excavarán en nuestro presente.

–Introducirte en el mundo de la arqueología te lleva inmediatamente a comprender este mundo de otra manera. Estoy totalmente convencido de que la mayoría de estos castros, sobre todo los pirenaicos, no eran lugares habitualmente habitados por toda la población. La población vivía donde podía ganarse la vida, sembrar y cuidar el ganado. Pero era muy necesario tener un lugar donde refugiarte en caso de necesidad. Las obras que hay en el monte son tan tremendas que eso no lo hizo una familia. Tuvo que haber mucha gente durante mucho tiempo cavando con sus herramientas...

¿Solo como refugio puntual?

–Seguramente una élite viviría fija allí y es probable que a costa del resto de la población. Defensa a cambio de alimentación.

Cuanto más al Pirineo más expuestos a todas las inclemencias.

–La incomodidad era extrema, cuando hemos estado investigando siempre que veíamos un lugar de esos buscábamos un manantial de agua cercano, y lo encontrábamos siempre, pero aun así vivir allá arriba, con todo lo que suponía, era de una incomodidad extrema.

“Introducirte en el mundo de la arqueología te lleva inmediatamente a comprender este mundo de otra manera”

¿Vieron restos funerarios?

–En bastantes poblamientos encontramos túmulos que con toda probabilidad serán funerarios, pero en toda esta época, y posteriormente también la práctica era la cremación. Pero por ejemplo, en Espinal lo primero que aparecieron fueron dos necrópolis de incineración.

Si tuviera que escoger unas pocas excursiones entre las 30 que repasan, para recomendar a los lectores, ¿qué me diría?

–Hay dos formas de verlo. Si lo que se pretende es hacer una excursión cómoda y bonita, hay bastantes. En la Cuenca de Pamplona con la visión más arqueológica y cultural recomendaría Sardea, en Añezkar. También otra excursión muy bonita, que tiene muchos restos es Urri, entre Ibiricu y Egüés. Irulegi ya es bastante conocido y visto, y también es muy bonito Legin, en Urrotz, debajo del castillo hay un poblado de la edad del Hierro tremendo, con doble muralla, y nadie se da cuenta, porque está cubierto totalmente de maleza. También quiero destacar el poblado de Kazteluzarra, entre Etayo y Los Arcos. Es una preciosidad, está en mitad del campo. Ese es un paseo muy bonito, un poco más largo, pero muy cómodo. O el de Gazteluzar, en Iturgoien, que es fenomenal, con unos murallones tremendos.