La película Akira (1988) comienza con una explosión que arrasa Tokio. Sin saberlo, Katsuhiro Otomo, director del largometraje y autor del manga original, preparó un estallido que lo cambió todo, no solo en el cine de animación, sino en el cine en general.

Felipe Múgica (Barakaldo, 1976), experto en cultura audiovisual asiática, presentará este domingo, 18 de mayo, en el civivox Condestable, a las 18.00 horas, su cuarto libro, Akira y los animes que lo cambiaron todo, en el que disecciona esta obra de Otomo, la pone en contexto y expone cuán lejos llegó la onda expansiva. Posteriormente, se proyectará el largometraje. Ambas actividades forman parte del programa Sombras de Haru. Imágenes y sonido de Japón, que celebra el 45º aniversario del hermanamiento entre Pamplona y Yamaguchi.

Icono del cyberpunk

Después de haber publicado Explosión Anime, Explosión Anime: Segundo Impacto y Japan Extreme por iniciativa propia, la nueva monografía de Múgica sobre este icono del cyberpunk fue una propuesta de la editorial Diábolo por intermediación de David Heredia, al que le gustaban los trabajos previos del vizcaíno. “La propuesta me pareció estupenda. Si hay una película de animación japonesa que se merezca que le dediquen un libro, es esta”, comenta el también responsable del Asian Fantastic Magazine.

Hace unos meses, Felipe Múgica colaboró en la exposición Dragoi Bolatik infinitura, organizada dentro de la iniciativa Animedon de la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donostia y el Festival de Anime de Navarra (FAN), con un texto que hablaba sobre otro Akira, en este caso de apellido Toriyama, y de su gran obra, Dragon Ball, que junto con la obra de Otomo que nos ocupa, abrió las puertas de la animemanía en nuestro entorno.

Múgica tiene un recuerdo “borroso” de la primera vez que vio Akira. Eso sí, no se le olvida que “alucinó”. Se la pasó un compañero del instituto, casi de estraperlo, en un VHS grabado de aquel primigenio Canal+ que se codificaba para aquellos que no estaban suscritos. “Nunca se había visto algo así: una animación para adultos, con una técnica sorprendente, cyberpunk y futurista, con persecuciones de motos, manifestaciones populares, niños con poderes mentales....”, explica el experto.

'Metrópolis', 'Nueva Carne', 'La naranja mecánica'...

Heredera, entre otros, de la Nueva Carne de David Cronenberg, de la revista francesa de cómics y ciencia ficción Métal hurlant y de Moebius, de películas como Metrópolis (1927), de Fritz Lang; La naranja mecánica (1971), de Stanley Kubrick; Burst City (1982), de Gakuryū Ishii, y Blade Runner (1982), de Ridley Scott, Akira demostró que existía –y que era posible– una animación adulta e hiperviolenta a una Europa y Estados Unidos que hasta ese momento solo habían consumido animes disfrazados de productos occidentales o que parecían esconder su origen japonés.

¿La película o el manga?

Otomo dirigió el largometraje antes incluso de haber terminado el cómic –una magna obra de más de 2.000 páginas, recopilada en seis volúmenes, y publicada originalmente entre 1982 y 1990–. Esto provocó que la película y el cómic difieran en algunos aspectos como su final, mucho más trascendental en la versión fílmica.

La explosión a la que se hacía mención y que abre el largometraje, se sitúa en un tiempo diegético concreto, en el año 1988. Tras arrasar con la capital de Japón, la trama salta hasta 2019, a una reconstruida y renombrada Neo Tokio.

En dicha megalópolis de ficción es habitual que las bosozoku, bandas de jóvenes moteros, se enfrenten entre ellas. Kaneda es el líder de uno de esos grupos y, durante una carrera, uno de los amigos de la infancia, Tetsuo, tiene un accidente al intentar a esquivar a un niño con la cara envejecida que se le cruza en el camino. En ese momento es cuando Tetsuo comienza a desarrollar poderes psíquicos de forma descontrolada y la sombra de Akira, el personaje detrás de la primera explosión, comienza a sobrevolar la trama.

'La naranja mecánica' fue una de las influencias de Otomo. DNN

Ahí radica, por ejemplo, otra de las diferencias entre la versión en papel y la de la gran pantalla. En la primera, Akira es un personaje que hace su aparición física hacia la mitad de la historia; en la película, en cambio, apenas llega a aparecer, actuando casi como un fantasma. En este sentido, Múgica tiene claro que entre un formato y otro, prefiere la versión cinematográfica. Si bien Kaneda es el personaje principal y Akira es el que da nombre a la obra, el experto defiende que el verdadero protagonista es Tetsuo, el que acaba siendo el villano. “Es el que tiene el arco narrativo más interesante”, añade. Siempre a la sombra de Kaneda y con un síndrome de inferioridad notable, el desarrollo de sus poderes mentales lo acaba convirtiendo en un megalómano que, a la vez, sigue mostrándose “vulnerable”.

Influencia posterior

La obra, en cuanto a su temática, responde a hechos históricos de la sociedad japonesa de entre los 50 y los 80. Obviamente, el poder desatado por Akira hace alusión al miedo atómico, aunque a Otomo también le interesan las revueltas sociales de los 70, las subculturas tribales, las sectas y la corrupción política.

Muchas de ellas ahora ya son conocidas en Occidente, de hecho, por la normalización del anime que se inició con Akira. Su estreno, detalla Múgica, provocó un boom que hizo que estos audiovisuales comenzasen a llegar desde Japón de forma mucho más asidua.

Su influencia posterior en otras tradiciones de la animación o del cine, además, es bien conocida. Solo hay que ver la de veces que se ha imitado u homenajeado el famoso plano en el que Kaneda derrapa es característica moto roja. Múgica enumera en su libro, todas las ocasiones en las que se ha reproducido, tanto en el país del sol naciente como fuera de él. Hasta ese punto de detalle llega su investigación, de la que dará cuenta este domingo en Pamplona.