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Alfredo CálizFotógrafo

"Hemos construido una visión de Marruecos como si fuese nuestro yo negativo"

Alfredo Cáliz hace en el libro ‘Fotografía del desastre’, que presentó el pasado viernes 20 de junio en Pamplona, un experimento literario insertando a su propia familia en los trajines de la historia colonial española

"Hemos construido una visión de Marruecos como si fuese nuestro yo negativo"Iban Aguinaga

Tenía muchas preguntas que hacerse. Sobre la relación entre España y Marruecos, sobre la guerra civil, sobre su propia familia paterna... “Tu abuelo llevó a cuestas a Franco”. De esta frase que Alfredo Cáliz (Madrid, 1968) escuchó de niño, seguramente de boca de su abuela, nace el libro Fotografía del desastre, que su autor presentó el pasado viernes en la librería Txalaparta de Iruña en compañía de Manuel Martorell. En él, el fotógrafo busca respuestas, disparando en muchas direcciones necesarias para avanzar y perdonar grandes desastres históricos cuyas consecuencias seguimos padeciendo.

El título de su libro puede englobar el momento actual que vive este mundo en guerra, en guerras.

Sí, tengo el estómago encogido porque es tan terrorífico lo que está pasando ahora mismo en el mundo... y en España a la vez con el tema de la corrupción...

Estos desastres nos colocan frente a heridas sin cerrar, muchos traumas históricos en los países.

Sí, esto nos habla de traumas súper acumulados que no acaban de resolverse, de guerras, que es algo que tiene mucho que ver con el libro que he escrito, porque el punto de partida de hecho es la guerra de Annual. Es un libro que empieza hablando sobre el desembarco de Alhucemas, mi abuelo y la Guerra del Rif, la última guerra colonial española en Marruecos, porque luego hubo un poquito del Sáhara, pero no le podemos llamar guerra, lo del Sáhara fue un abandono en toda regla de un territorio, una chapuza. En realidad, todo lo que ha hecho España como estado en Marruecos desde que se declaró esa cosa que llamamos Protectorado es una chapuza que ha tenido una repercusión enorme en nuestra historia reciente del siglo pasado.

En esas heridas abiertas ha querido indagar.

Ahí me he metido, sí, por una pasión antigua, fotográfica, por Marruecos, que me llevó a hacer durante diez años un libro de fotografías, Inshalláh, que acabé en el año 2006. Ahí me nació mucho la curiosidad por lecturas, y empecé a poner el radar en todos estos sucesos de la Guerra del Rif, de Annual, y en las repercusiones posteriores.

“Todo lo que ha hecho España en Marruecos desde que se declaró esa cosa del Protectorado es una chapuza con una enorme repercusión”

Llama la atención el claro predominio del texto sobre la fotografía en este libro. Tenía mucho que contar, mucho que sacar de dentro y sobre lo que reflexionar.

Sí, este es un libro de palabras, es el primer libro que yo escribo. Soy un fotógrafo que lleva 30 y tantos años haciendo fotografías, periodismo, y con este primer libro que escribo doy rienda suelta a un deseo muy fuerte que tengo de contar cosas. De contar el mundo, de contarme a mí mismo. Y, claro, de repente en medio de este viaje de palabras, sin que yo mismo lo advirtiera, aparece el padre. El padre como figura en la sombra, agazapado, se cuela en el libro y acaba siendo un tema central.

El padre y el perdón al padre, a su abandono.

Sí, es curioso cómo empiezo a escribir sobre el desastre de Annual y cuando hablo de Fotografía del desastre en el título, en el fondo estoy hablando del desastre de Annual y del desastre de mi padre.

Hace en paralelo memoria histórica y memoria familiar. E incide en la necesidad del perdón, tanto entre personas como entre países. 

Sí, el perdón ocupa una posición clave y central en el libro, y es que es importantísimo para avanzar, no solamente entre las personas, en los países igual. El perdón y el olvido. Tengo muchas dudas en torno a la idea del perdón, del olvido y la memoria, y quedan ahí plasmadas.

¿Qué tiene que perdonar España, o qué desastre debería perdonarse España?

En el libro hablo de algo importante que tiene que ver con el no haber sido capaces de habitar una parte importante de nuestra historia, yo creo que eso es parte de nuestro trauma, y es el no haber sido capaces de habitar el paso de lo árabe por la Península, en diferentes diferentes formas. Yo diría que eso es un pecado casi de islamofobia. Y no acabo de comprender cómo de repente una cierta mirada a España, que es la que impera, ha preferido vincularse con los visigodos y ha despreciado tanto la parte de lo árabe. Y no se trata de pensar que estoy abogando por una España llena de mezquitas, no tiene nada que ver con eso. Yo siento que puedo recoger perfectamente ese legado siendo tan agnóstico o tan católico, cada uno que decida. Y en relación a lo que tiene que perdonar España, yo creo que hay una herida muy grande que es la guerra civil.

“El paso de lo árabe por la Península se ha extirpado, no hemos sabido habitar esa parte de nuestra historia y eso forma nuestro trauma”

Una herida que sigue abierta.

Sigue supurando, sí, de alguna manera sigue marcando nuestra cotidianidad. Francisco Franco y toda esta dificultad para consolidar un estado democrático en el que yo no sé cuál sería el motor, el engranaje que pudiese colocar las cosas en un sitio en el que todos estuviésemos de acuerdo... porque al final lo que sigue habiendo es una guerra de relatos en relación a la memoria. Por eso a veces pienso que quizá el olvido sea la única posibilidad, sobre todo el olvido al final es que será, nos guste más o menos. Y el olvido se parece al perdón. En el fondo a mí nunca me ha gustado del todo la unión de las dos palabras memoria e historia. Comprendo perfectamente a qué nos referimos cuando alguien encuentra una fuerza común en los restos de sus antepasados y duerme más tranquilo esa noche porque los tiene cerca. Creo que es imprescindible y súper relevante; pero que no sé cuál sería el mecanismo, no sé cuál sería la palabra precisa, porque al final de la memoria se abusa mucho. Toda esta pasión memorialística que hemos tenido... Los 40 años de dictadura pesan mucho en España.

¿Qué nos puede explicar de nuestro presente aquel desastre de Annual?

Bueno, pues es muy importante conocer conocer África y Marruecos para conocer lo que pasó en España. Yo en el libro utilizo esa frase tan famosa de Francisco Franco que dice que no se puede explicar a sí mismo sin África. Y efectivamente, no nos podemos explicar nosotros a nosotros mismos sin África, porque no se puede comprender la guerra civil sin comprender lo que pasó en Annual y sin comprender lo que pasó en el desembarco de Alhucemas. Allí fue donde se cocinó todo lo que sucedió luego en el 36, a nivel emocional, urdiendo por debajo toda una corriente de animadversión... Había una dificultad en España para avanzar, para que el ejército se transformase en otra cosa, ¿no? Y ha habido una pasión de querer enmendar la historia, de participar de la historia, de corregir el rumbo de la historia de España. Y aquí, influidos por los fascismos en auge en la época, pues unos señores que se habían curtido en Marruecos y que habían aprendido a matar en Marruecos con todas esas prácticas terroríficas de gasear a población civil, antes que en Gernika por cierto, allí en el Rif, llegaron luego a la Península en una misión casi mística con el general Mola.

¿Cómo ve hoy esa relación que define como históricamente desastrosa entre España y Marruecos? Porque tenemos oportunidades de avanzar, de perdonar. Hoy Marruecos está muy presente en nuestras calles y plazas.

Totalmente. Yo he hecho un ejercicio en el libro de bajar al pueblo en el que vivo, que está al lado de Madrid, donde casualmente muchos de mis vecinos son rifeños y donde casualmente muchos son de Alhucemas, incluso familiares de la tribu de la cabila de Abd-el-Krim, o sea, imagínate si tengo cerca a estas personas. Y yo creo que ahí es donde juega un papel importante esa falta de reconocimiento del paso de lo árabe por la Península, porque se ha extirpado de alguna forma. Entonces nosotros podríamos en ese sentido jugar un papel importante; porque cuando empecé a ir a Marruecos, a mí me resultó muy sencillo vincularme con un país en el que me reconocí de inmediato. No tuve dificultades. Empecé a entender Marruecos cuando dejé de hacer las cosas que se suponía que yo iba a hacer a Marruecos, que era ver un zoco, regatear en una Medina, quizá tomarme un té a la menta, fumar un peta porque era muy joven... Y cuando dejé de hacer eso, y lo dejé de hacer muy pronto, es cuando empecé a estar en Marruecos.

“Ahora todo es más complejo, el mundo está más polarizado y cada uno se refugia mucho más en identidades que son bastante excluyentes”

¿Y qué descubrió?

Descubrí mi propio pasado, si me apuras. Yo creo que hay un miedo porque hay una construcción a través del marroquí del otro, de lo antagónico. Y ahí seguimos. Hemos construido en España una visión de Marruecos como si fuese nuestro yo negativo, y esto dificulta mucho las relaciones actuales y además las dificulta también por su parte. Quiero decir que aquí la responsabilidad es mutua, aunque nosotros es verdad que tenemos una responsabilidad porque fuimos la potencia colonizadora, que nos arrogamos el derecho a llegar allí y... Entonces nosotros podríamos habitar todo ese pasado con más naturalidad y podríamos producir lugares de encuentro con estas personas con las que ahora compartimos espacios. Luego podríamos hablar de lo que deberían de hacer ellos. Quizá lo que deberíamos hacer es empezar a dejar de hablar de ellos y nosotros, ¿no?

Estamos lejos de ello, ¿no cree?

Es que se nos ha polarizado tanto... se abren trincheras con el vecino muy fácilmente, y entonces el otro también te arroja una máscara de sí mismo polarizada... Y con el marroquí siempre ha habido un sesgo de mirada, ya el corpus semántico, de conducta y de comprensión del otro en el ejercicio de la colonización te describía al otro como un ser bárbaro, como un ser al que tú ibas a ayudar, al que ibas a proteger, la propia palabra Protectorado, que es un eufemismo, te lo está diciendo. Entonces ese sesgo de mirada el otro también lo habita. Y el otro decide, ¿qué hago? ¿Te doy miedo o pena? Seguimos en esa dicotomía. Y ahora da pena porque todo es más complejo, más dificultoso, porque no se sabe por qué pero el mundo está más polarizado. Entonces cada uno se va refugiando mucho más en esas identidades, que son bastante excluyentes.

Y todo esto en un contexto bélico.

Sí, sí, estamos metidos en una guerra. Estábamos con lo de Ucrania, pero es que ahora ni te cuento. Al final este libro habla de eso, habla de la guerra, habla del perdón.

En el libro también hay una voluntad de superar otro desastre heredado, esos roles masculinos que están también detrás de las guerras.

Claro. Yo cuando empecé este libro en el fondo no me daba cuenta de qué viaje iba a emprender, si me hubiese dado cuenta no me habría atrevido... Y creo que en el fondo lo he escrito para mis hijos y para sanar un poco ese linaje masculino; efectivamente hay un abuelo militar, hay un padre que está en medio que derrapa, que no sabe qué hacer con toda esa libertad que le ofrecen cuando muere Franco y hace lo que puede, el desastre; y luego estoy yo. Y están mis hijos. De hecho el libro se lo dedico a los Cáliz, que son mis dos hijos, y a mi padre, que ya murió. Efectivamente hay un cambio en todos esos Cáliz, igual que hay un cambio en los hombres de España en los últimos años, ¿no? Y de eso habla el libro también. Ahora lo que pasa es que hay más confusión. Hay también un modelo de hombre que se siente amenazado, quizá porque no se le ha comunicado que era partícipe del cambio. Yo me siento absolutamente partícipe del cambio. Lo que está pasando con las mujeres hoy en día lo he hecho yo también. 

La portada del libro.

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EL LIBRO

  • Editorial: Àfriques Edicions.
  • Páginas: 262.
  • Precio: 20 euros.
  • Descripción: Alfredo Cáliz conjuga imágenes con palabras, viajando por las carreteras de Marruecos, pensando en voz alta sobre la vida, las familias y sus mitologías, el perdón y las complejas relaciones con el vecino del sur. Un relato de viajes de un fotógrafo que reflexiona sobre sus fotografías; una crónica apasionada donde el lector se tropieza con Abd el-Krim y el general Silvestre, las dos caras de una moneda. Un retrato descarnado de un padre que se marchó de casa y un abuelo legionario que luchó en el Rif; tendiendo un puente emocional entre las montañas del norte de África y la plaza de las Peñuelas, en Madrid, donde nació Cáliz. Este libro nace de una frase que el autor escuchó de niño: “Tu abuelo llevó a cuestas a Franco”. Tirando de ese hilo, recorrerá el lector las páginas, hasta llegar a la llanura de Annual.
  • El autor: Alfredo Cáliz (Madrid, 1968) tiene una trayectoria de más de 30 años como fotógrafo en la que ha viajado por medio mundo, sobre todo el continente africano y en especial Marruecos, país del que salió el fotolibro Inshallah. Otra de sus publicaciones es Carnet de terre, en la que documentó la construcción de escuelas en Mauritania. Es colaborador en El País Semanal desde 2003.