El restaurante Alsafir, el primer árabe de la ciudad, está de celebración. Un 24 de abril de 1995, hace ahora tres décadas, recibió la licencia de actividad en el número 39 de la calle Castillo de Maya, en pleno centro de Pamplona. Platos muy elaborados –todos caseros– que a fuerza de cumplir años ya son de aquí y forman parte de la tradición gastronómica del Ensanche. Ayer por la tarde festejaron la efeméride con un aperitivo para los de casa.

Souad y su marido Mfaddal –en lo sucesivo Fidel, como le rebautizaron en Pamplona porque “era más fácil”– estaban “de novios en Marruecos, había un hotel con el nombre de Alsafir, embajador en árabe, a Fidel le gustaba y entonces me dijo, ‘cuando abramos le pondremos este nombre’”, recuerda Souad.

Después de cinco años en Bilbao, donde la pareja se conoció, se trasladaron a la capital navarra, y efectivamente abrieron su Alsafir en el local que antes ocupó el Santi. “Tenemos clientes de abuelos, padres, hijos y nietos, y la verdad es que estamos muy contentos. Es cocina árabe, pero lo hemos adaptado un poco para lo que le gusta más a la gente”, dice Souad. Por ejemplo, con el picante. “Va a parte”, explica.

Con capacidad para unas 70 personas en el comedor y 50 más en la terraza, en el restaurante celebran “bodas pequeñas, fiestas, algún cumpleaños o comunión... También ofrecemos actuaciones con danza del vientre durante la cena, ahora un sábado al mes”.

Alrededor del 50% de su oferta gastronómica se compone de elaboraciones de Marruecos, su país natal (ella es de Larache y él de Tetuán), e incorporan además platos de “Siria, Líbano, Egipto... un poco de todos los países árabes. El tajín, el cuscús, brochetas a la brasa, el hummus, la crema de berenjena baba ganoush, el falafel, vino árabe, té, postres árabes que hacemos nosotros...”, enumera Souad.

Todo con producto de calidad “que no me gusta cambiar. Aunque han subido los precios, siempre me gusta mantener la misma calidad, porque si das calidad la gente vuelve. Tenemos clientela desde hace 25 años que vienen hasta aquí de San Sebastián, de Bilbao...”, asegura.

La pareja reconoce que en el restaurante Alsafir no tienen una especialidad porque “todo es especial. No te puedes quedar con un plato solo. Como hay variedad, la gente hoy viene a por cuscús, mañana a por tajín... Todo lo que hacemos, gracias a Dios, lo hacemos con ganas, la gente lo disfruta, y para mí es lo más importante”, explica Fidel. “Y con amor a la cocina”, añade Souad.

Fiesta de agradecimiento

El matrimonio ha celebrado este jueves por la tarde los 30 años de vida del local con una fiesta –sin demasiada publicidad– para clientes de toda la vida y vecinos de un barrio que “nos ha tratado bien. Y nosotros a ellos también”, asegura Souad. “Gracias a ellos hemos crecido y llegado hasta aquí, si no, no lo hubiéramos conseguido. Es complicado llevar un restaurante así y cumplir 30 años. Hemos pasado por rachas buenas y rachas malas. La crisis de 2008, el Covid... y lo hemos superado”. 

Souad recuerda por ejemplo cómo, durante la pandemia, “nos costó muchísimo estar en casa. Teníamos más preocupación por los clientes que por nosotros. Y mucha gente nos llamaba por teléfono, preguntando a ver qué tal estábamos, si necesitábamos algo... nos ofrecieron hasta ayuda económica. Es muy bonito, muy emocionante que la gente se acuerde de ti. La pandemia afectó mucho a la hostelería, y a nosotros nos ofrecieron de todo. Y se agradece”. 

El restaurante Alsafir acaba de cumplir 30 años, pero aspira a celebrar muchos más. “Los que hagan falta”, afirma Souad. Aunque el matrimonio está “muy a gusto” en su local, les tocará jubilarse tarde o temprano. De hecho, Fidel está prejubilado y ahora “trabaja más”, se ríe ella. Nadir, el mediano de sus tres hijos, se dedica a la hostelería y todo apunta a que el restaurante se quedará en buenas manos. “Yo imagino que él seguirá, espero que coja el relevo”, confía su madre.