Mihura, el último comediógrafo es una comedia en forma de biopic teatral sobre Miguel Mihura, autor de Tres sombreros de copa. Escrita por Adrián Perea , dirigida por Beatriz Jaén y protagonizada por Gorka Ganso y Cecilia Paganini , la obra explora la extraordinaria y emocionalmente compleja trayectoria artística de Mihura a través de tres líneas temporales: en 1932, cuando escribió la obra; en 1952, cuando se estrenó por primera vez; y en 2025, cuando Adrián Perea investiga su vida y reescribe el texto, enfrentándose a los dilemas de representar hoy un humor escrito hace casi un siglo. Todo ello bajo la dirección de Beatriz Jaén, que demuestra su maestría en el manejo del espacio escénico y un agudo sentido del ritmo en comedia. 

‘Tres sombreros de copa’ constituyó un nuevo tipo de comedia ¿Qué aportó al teatro reaccionario de la época?

– Mihura escribió la obra en 1932, pero no se estrenó hasta 1952, en pleno franquismo. En ese contexto, su propuesta resultó muy impactante por su humor fantástico y surrealista, y su tono vanguardista. El protagonista, Dionisio, inspirado en el propio Mihura, se debate entre una vida libre y bohemia o una existencia burguesa y convencional. Aunque hoy esa elección puede parecer clásica, entonces era muy novedosa. Además, la pieza sorprende por su fantasía y libertad creativa, aún más considerando que fue escrita veinte años antes.

Escena de la obra. Jesús Ugalde

Mihura es un personaje con aristas, era afín al régimen y a pesar de haber renovado considerablemente el teatro de la época, se acabó decantando por un estilo más comercial y conformista, que agradaba a los espectadores burgueses de posguerra. ¿Cómo interpreta esas paradojas?

– Me gusta pensar que Mihura representa el devenir de esa España previa a la Guerra Civil: una España que empezaba a abrirse, con más libertad, con un teatro más vivo y audaz, como se refleja en esta obra. Esa escritura libre, atrevida, llena de humor y riesgo, se quiebra con la llegada de la guerra. Lo que Mihura escribe después, ya no tiene el mismo vuelo ni la misma fantasía, pues empieza a escribir un tipo de teatro más burgués y convencional, que conectaba con la sociedad de la época. Y creo que ese cambio también fue una forma de supervivencia. Después de todo lo que le costó sacar adelante su primera obra, uno entiende que eligiera no volver a arriesgarse del mismo modo. 

Su montaje se distancia de escenificaciones literales y, en ocasiones, desfasadas realizadas anteriormente. ¿Cómo abordó el relato biográfico para hacerlo atractivo y relevante en la actualidad?

– Eso es algo que, cuando leí la obra, me asustaba un poco. Pensé: “Ay, Mihura… a lo mejor hay gente que lo ve como un autor un poco antiguo”, o como alguien que escribió un tipo de comedia que quizá hoy no interese tanto. Pero ese miedo inicial terminó siendo justo lo contrario: fue el disparador para encontrar una propuesta mucho más divertida y contemporánea. A partir de hacerme esas preguntas, también me surgió otra: ¿quién soy yo para juzgar a un autor por ser más moderno, más antiguo, más pertinente o menos? Desde ahí, el prejuicio bajó y me enfrenté al texto con mucha más humildad. Desde esa escucha hacia nuestros escritores, hacia nuestro repertorio, empezó a surgir todo de una forma mucho más sencilla y sincera.

Escena de la obra. Jesús Ugalde

¿Ha descubierto algo nuevo sobre Miguel Mihura y su obra en el proceso de reversionarla?

– Sí, me he preguntado cómo montaría yo hoy en día a Miguel Mihura, si dejaría sus obras tal cual las escribió o si haría una versión propia. Tres sombreros de copa, por ejemplo, es una obra en la que inevitablemente te planteas cosas: ¿qué haces con ciertos chistes que hoy se perciben como racistas? ¿Los mantienes tal cual? ¿Los modificas? ¿Cómo los abordas? Por eso, al haber introducido la figura del dramaturgo como un personaje presente a lo largo de toda la obra, lo que he querido es precisamente eso: mantener viva esa pregunta en escena todo el tiempo. ¿Cómo debemos montar hoy a Miguel Mihura? ¿Tiene sentido hacerlo tal cual? ¿O es más pertinente versionarlo?.

El montaje retrata el oficio del cómico como modo de resistencia a las dificultades de cada época ¿Qué le interesa mostrar sobre este oficio y por qué considera que el humor es tan relevante?

– Ser cómico implica mucho riesgo, es vivir siempre desde la óptica del humor, tratar de sacarle una sonrisa a la vida, aunque esta venga a veces torcida. Creo que el humor nos abre la mirada, nos permite ver las cosas desde otro lugar. Es un espacio de libertad. Siempre es transgresor poder reírse. La risa es algo que no nos pueden quitar, y por eso creo que el humor hay que nutrirlo, ejercitarlo, disfrutarlo, ponerlo en práctica. 

Escena de la obra. Jesús Ugalde

En otras entrevistas, los actores han destacado lo mucho que disfrutan trabajando con usted y han mencionado que tiene un método de dirección distinto al de otros. ¿Qué nos puede contar sobre su forma de dirigir y cómo aborda el trabajo en los ensayos?

– Hay directores que les dicen a los actores que dejen la mochila en casa, refiriéndose a sus problemáticas o a sus rasgos de carácter. Pero a mí me gusta que vengan con las mochilas cargadas. Vienen llenos de propuestas, de puntos de vista, de preguntas… y yo trabajo mucho sobre eso. Busco maneras de guiar los ensayos a través de todas esas preguntas y, luego, también entra en juego el diálogo con la mía, con mis propias mochilas. Intento crear ensayos muy ricos, donde sintamos que todos estamos participando del proceso, que todos formamos parte de la creación de la pieza. Me imagino que ese diálogo tan vivo, tan continuado, que hay durante los ensayos, a ellos también les hace pasárselo bien, involucrarse más. Y creo que eso los hace más participativos y, por tanto, siempre más enriquecedores.

El festival de Teatro de Olite ha hecho una apuesta por dar visibilidad al teatro femenino, ¿Qué ha supuesto para usted participar en este festival y cómo está actualmente la situación de las directoras femeninas de teatro?

– Bueno, yo creo que lo que está pasando ahora con la dirección de mujeres en este país, es que se está demostrando que podemos hacerlo muy bien. Me incluyo con la boca pequeña, pero lo digo sobre todo por mis compañeras, que están haciendo un trabajo increíble. Y además, creo que se está haciendo teatro desde una mirada distinta: Estamos aportando otra forma de enfocar el trabajo de dirección, con una mirada más colaborativa, inclusiva y generosa, que no sigue necesariamente los cánones establecidos anteriormente. Por tanto, no es una moda, las directoras están aquí para quedarse, y no solo porque haya una tendencia o una necesidad de representación, sino porque están demostrando que saben hacer espectáculos maravillosos, que funcionan, que conectan con el público, y que además, abordan los procesos de ensayo y creación desde otros lugares.