En la presentación del espectáculo que trae a Viana se incluye una frase suya que me ha llamado la atención: “A mí lo que me gustaría es demostrar y hacer que el cantaor flamenco del siglo XXI pudiese ser una persona más útil de lo que en realidad es”. ¿Qué quiere decir con esas palabras?

Esto fue a raíz de un proyecto que hice en el 2014, que fue la grabación de un disco en directo en la Bienal de Sevilla. La frase se refiere a ese movimiento que hay hace tiempo de que parece que el cante por sí solo no vende, no tiene la misma salida que actualmente tiene el baile, que está mucho más considerado. Siempre se hablaba del cantaor estático en la silla y parecía que, para el público o para el neófito, era más atractivo el baile. Hay que llevar un bailaor, te lo piden para que el proyecto sea más viable. Siempre he pensado que el cantaor en el siglo XXI tiene que tener más protagonismo en sus proyectos, no estar simplemente en una silla. La gente no solo te escucha, también te ve. El cantaor tiene que ser más protagonista de sus proyectos, no limitarse solo a la parte musical sino también meterse en la parte escénica, darle un contenido al contenido que ya tiene la música. A partir de ahí desarrollamos un trabajo, lo mismo hacemos cosas con compañías de teatro, interpretaciones de espectáculos donde hay una historia… Eso le da un plus a todo lo que hace el cantaor con su música.

Viene a decir que el cantaor tiene que adaptarse a los tiempos, que es algo que usted ya hizo en su momento. Empezó siendo un niño y tuvo mucha proyección, pero cuando tenía 18 años dejaron de llamarle y tuvo que reinventarse, ¿no?

Sí. El baile me dio otro punto de vista, otra salida. Ahí vi una manera de aprender sobre todo en la parte escenográfica, la luz, el movimiento, algún texto, la manera en que se dice… Estudié un poquito de todo, con ayudas de gente que está preparada como puede ser un profesor de canto, gente que te enseña cómo proyectar, cómo respirar, cómo puedes ser natural, fluido, más rápido, más lento…

Menciona el término estudiar y, de hecho, suelen referirse a usted como un estudioso del flamenco. A veces parece que el flamenco es una cosa innata, autodidacta, muy anárquica, pero también hay que formarse.

Es que si no te formas… Tú puedes tener un don, pero, si no lo desarrollas, poco partido le vas a sacar. Para tener una buena carrera como cantaor de flamenco tienes que estudiar, tienes que aprender cante, tienes que ir analizando… Aunque el estudio sea de otra manera, también es estudio. Hay tanta gente, tanto estilo, que tienes que estudiar, ver qué es lo que te va mejor, qué puedes hacer, cómo lo puedes convertir y avanzar en tu terreno con los estilos, las formas, los compases…

Entonces, ¿esa idea romántica del flamenco como algo bohemio y anárquico es cosa del pasado?

Hoy en día no hay nada de eso. Tienes que estudiar, nunca dejas de estudiar. Antes era todo mucho más orgánico, no había tanta tecnología, tenías que ir a buscar el flamenco, tenías que verlo personalmente y eso te daba otra sensación. El flamenco parte de una transmisión oral, no escrita. La manera de entender esto tiene que seguir siendo la misma, de tú a tú, boca a boca. Hoy en día se profesionaliza más el artista, antiguamente la demostración del artista se basaba al 99% en el conocimiento del cante, no había otra cosa. El cantaor aprendía cómo moverse y cómo desplazarse, pero de otra manera.

El espectáculo que le trae al Flamenco on Fire lleva por título Mi Camino, entiendo que va a ser un resumen de su trayectoria.

Sí, hago varios cantes de proyectos que he hecho a lo largo de mi de mi vida. Desde que era chico, que fue cuando me construí como cantaor de flamenco y empecé a a comprender y a analizar y leer otras cosas. Llevo cosas de cante con letras de Rafael Fernández Nene, que era un hombre que hizo muchas cosas a Diego Carrasco. Era familia, porque de Jerez a Lebrija tenemos un parentesco familiar bastante grande. Decidí coger letras suyas para un espectáculo que se llama Con jerarquía, dirigido artísticamente por Manuel de Paula, que es tío mío. Es la jerarquía familiar donde uno te enseña y otro te muestra su manera de entender el arte. Hay cosas del último disco que hice en el año 2020, que fue Las Rimas de Bécquer, para mí fue un honor y una maravilla poder hacerlo. También hay cosas de Nebrissensis, un proyecto que hice sobre Antonio de Nebrija; incluso me atreví a hacer cosas en latín, fue la primera vez que se cantó flamenco en latín. Llevo varias cosas, de lo más clásico a lo más abierto, pero sin salirme nunca del del cauce por el que ha discurrido mi carrera.

¿Cómo valora el hecho de que en Navarra, fuera de las fronteras tradicionales del flamenco, se haya consolidado un festival como el Flamenco on Fire?

Pues mira, lo valoro muy positivamente, en primer lugar porque demuestra que el flamenco es la música de referencia de este país. El hecho de que haya nacido y se haya criado en una zona muy particular de Andalucía, como es la subbética, no quita para que todo el mundo pueda apreciar un arte con tanta personalidad y que tanto éxito nos da internacionalmente. Que el Flamenco on Fire se haya consolidado como uno de los festivales punteros hoy en día nacionalmente es un punto a favor. Lo que me extraña es que en otras ciudades no hayan seguido el ejemplo, porque tiene muchísimo gancho. Estas ideas son buenas, hay que aplaudir a la gente que hace un festival de flamenco en Navarra. El público es diferente, pero bueno, en el norte generalmente hay muy buena afición al cante, se juega con esa ventaja. La gente aprecia el flamenco, ya tiene un conocimiento, sabe lo que es y sabe apreciar lo que está escuchando. Ojalá hubiera muchos más festivales como este por toda la geografía nacional.