Duquende: “Leonard Cohen lloró de emoción cuando me escuchó cantar su canción”
Juan Rafael Cortés Santiago, ‘Duquende’, debutó con 8 años, apadrinado por el mismísimo Camarón, y ha estado veinte años con Paco de Lucía. Este miércoles cantará en el Hotel Tres Reyes.
Lleva toda su vida dedicada al flamenco. ¿De dónde le viene la afición?
–Esto viene de familia. A mi padre le gustaba mucho Camarón y mi madre cantaba. El padre de mi madre también cantaba… Esto viene de tradición. El flamenco siempre estuvo presente en nuestra casa.
Debutó siendo muy niño…
–Con 8 años me subió Camarón a un escenario donde había dos mil quinientas personas. Imagínate, con 8 años, cantar con Camarón, él me tocó la guitarra. Para mí era un sueño, porque desde que que tengo uso de razón, Camarón ha sido como un dios para mí; siempre quería imitarlo en el peinado, en la manera de vestir… Sin tener conocimiento, sabía que Camarón era Camarón. Que me perdonen los demás, pero Camarón para mí fue la perfección del cante flamenco.
Ahora que dice que le imitaba en el peinado… ¿es cierta esa anécdota de que iba a la peluquería con una foto de Camarón para que le cortaran el pelo como a él?
–Es verdad, tan cierto como que estamos hablando ahora. Iba a la peluquería y a la señora, que se llamaba Nati, le decía: ‘péineme como él’. Era una cosa que yo tenía siempre dentro.
La actuación con Camarón tiene su historia: Camarón no era el nombre principal de la noche, abría para otro artista, y luego ese artista se enfadó con él porque ustedes le habían robado el protagonismo, ¿no?
–Esto es lo que pasó. No me gusta presumir, pero así fue. Y no es que lo diga yo, está escrito en un libro que tiene Camarón.
En ese momento le surgieron oportunidades para profesionalizarse, pero su familia no quiso que empezase tan joven.
–Mi padre no quería que yo cantara. Yo tenía ocho años, era muy delgadillo; a mi padre le daba lástima. Me ofrecieron un contrato, iba a ir con los más grandes: con La Paquera, Pansequito, Rancapino, Camarón, Chiquitete… con todos los que había. Me ofrecieron seis meses, pero mi padre dijo que no, que yo era muy pequeño y que yo no me iba a ir de gira con nadie porque, gracias a Dios, a él tampoco le iba tan mal como para ponerme a ganarme la vida tan pequeño. No me dejó, dijo que cuando fuese mayor de edad ya podría hacer lo que creyera conveniente. Y así fue. Cuando ya cumplí 18 o 20 años, grabé mi primer disco. Como decían mis compañeros, fui a mil por hora. Todo lo que me había perdido, lo recuperé en un año.
Decía que Camarón fue una influencia muy grande para usted, pero a partir de 2000, con el disco Samaruco, empezó a labrarse su propia carrera.
–Sí. Fue gracias a conocer a Isidro Sanlúcar (Isidro Muñoz, NdR). Isidro fue otro maestro para mí, una persona que me aconsejó y de la que aprendí lo que es el solfeo por la voz, hacer cosas de escala y cosas que hacen las guitarras, Isidro me las transportó a mí al cante. Fue esencial para que yo pudiera hacer mi carrera y mi estilo de cante, por mi escala, por mi velocidad, mi voz y todas estas cosas. Todo eso se lo debo a Isidro Sanlúcar.
También estuvo casi 20 años recorriendo el mundo con Paco de Lucía…
–Exactamente, unos veinte años. He recorrido el mundo con Paco unos de catorce o quince veces.
¿Y cómo es trabajar tan estrechamente con un gigante como Paco de Lucía?
–Pues imagínate… Paco ya no era mi jefe ni nada de esto, era un amigo, un hermano mayor. Él siempre me aconsejaba, y hacía lo mismo Ramón de Algeciras. He tenido la suerte de hacer giras también con Ramón, que me dio muchas informaciones en lo que era el cante. Ramón era una persona que sabía mucho, mucho, mucho de cante. Había estado con los más grandes antiguos, y últimamente, hasta con Camarón. Con Paco me pasaba lo mismo. Paco me aconsejaba, me iba enseñando los caminos del cante, porque Paco entendía de cante que yo he visto en mi vida. Yo nunca he visto una persona que entienda tanto de cante como Paco. Él tenía una pasión muy especial por el cante y, cuando me escuchaba a mí cantar, se reía. No me decía ‘olé’, sino ‘jajaja’, del gusto que le daba de escucharme.
Ha hecho incursiones en otros géneros, pero habitualmente se le asocia con la vertiente más pura del flamenco. ¿Se ve reflejado?
–Yo creo que si eres músico, todas las músicas te van bien. He colaborado en discos de Leonard Cohen, que no tiene nada que ver con el flamenco. Ahí hice una letra de una canción que quisieron poner como single. Cuando la gente me escuchaba cantar la canción de Leonard Cohen, se ponía a llorar, los mismos compañeros que estaban conmigo en los escenarios. Cuando me dieron la canción para grabarla, me metí en mi casa y yo dije: hasta que no la cante no sé si está bien o mal, porque yo canto de inspiración y no sé si algo me va a ir bien. Y me pasó una cosa muy bonita: yo estaba cantando y mi padre, que solo escuchaba flamenco, me escuchó y me dijo que le había parecido muy bonito. Me quedé alucinando.
Leonard Cohen era un enamorado del flamenco, de Lorca, de Andalucía…
–Te voy a decir otra cosa. Un día canté en un teatro, no sé si fue por Asturias o en Bilbao, no me acuerdo, pero no era aquí, en Andalucía. Cohen vino a ver el espectáculo. Le hablaron de mí y dijo que, si le gustaba, entraría a saludarme. Cuando terminé la canción de Mi gitana, él estaba llorando de emoción en su butaca. Leonard Cohen. Y quiso conocerme, tengo fotos con él. Imagínate qué experiencia más bonita. También hice Corazón partío, de Alejandro Sanz, y sonaba muy bien, aún no siendo flamenco. Es que el flamenco se puede arrimar a otras músicas, pero otras músicas no se pueden arrimar al flamenco. Cualquier músico no se puede arrimar a una bulería, pero nosotros nos podemos arrimar a todas las cosas que hagan los demás.
Es cierto que ha colaborado con Leonard Cohen, Alejandro Sanz, Jarabe de Palo… Incluso ha grabado un reggaetón con Omar Montes.
–Es lo que yo te digo. Un cantaor de flamenco se puede arrimar a cualquier clase de música y no queda malamente. Pero, para otros músicos, meterse en el flamenco es más difícil. Es que la bulería, por ejemplo, es muy difícil y cualquier músico se vuelve loco. La bulería no tiene partitura, es una cosa que no se puede escribir. Si no lo has vivido en tus carnes, no funciona.
¿Y se aprende algo de todo esos estilos?
–Sí, se aprende de todo. Yo he aprendido hasta de un vecino que tenía, que era aficionado al cante. A él el cante se le iba para otro lado, porque no tenía la voz ni tenía la cualidad, pero eso me gustaba. A mí me inspiraba cuando a él se le iba la voz, eso me llevaba a un camino muy bonito. Se puede aprender hasta de la persona que no sabe. Tú lo pasas por tu filtro y lo haces como tienes que hacerlo.
¿Cómo son los conciertos de Duquende? Cuenta la leyenda que acostumbra a ensayar para que todo sea más visceral.
–Sí, eso es verdad. Confío muchísimo, porque yo sé que esto lo llevo dentro. Lo que quiero es sentarme, inspirarme en los tercios y que los tercios me lleven ese día a la gloria. Poder inspirarme en los cantes y nunca hacerlo igual. No me pongo con el guitarrista, mira este tono, mira no sé qué… Nunca lo hacemos, sino que surge todo en el momento. Esto es como un idioma, yo le voy hablando y él me va comprendiendo. Nunca los conciertos son iguales. No tiene nada de... No son fríos, vaya. Por eso el flamenco es un poco como el jazz. Son cosas improvisadas. Eso es lo que me gusta.