“El euskera ya sonaba en Europa hace más de cuatro siglos, y este libro lo demuestra”. Aritz Otazu, responsable de la editorial Mintzoa, se refiere así al volumen de 1618 que acaba de vender a un coleccionista de Bizkaia y que recoge la riqueza y variedad de lenguas que había en Europa en aquella época al margen del latín y el griego. Entre ellas, el euskera. Se trata del Ghoticarum et Langobardicarum Scriptores aliquot veteres, de Bonaventura Vulcanius, destacado humanista flamenco y profesor de griego en la Universidad de Leiden.

Otazu se hizo con el libro a través de un contacto francés que, a su vez, lo encontró en un anticuario de Suecia. “Tenemos muchos contactos en Francia porque hay muchos libros navarros allí, como es lógico, porque el Reino duró cien años más y muchos se trasladaron allá, y, con ellos, sus bibliotecas”, comenta. Y subraya que no existía ningún ejemplar de este título ni en Navarra ni en la CAV. Se imprimieron varios entre finales de 1617 y 1618 y se sabe que actualmente existen ejemplares en las bibliotecas nacionales de España y de Francia, “y seguramente en algún otro sitio, pero aquí no”.

Un humanista de renombre

El Ghoticarum et Langobardicarum fue publicado en 1618 en Frankfurt por Bonaventura Vulcanius, “un humanista flamenco muy conocido que se interesó en las lenguas antiguas de Europa”. Es más, ya en 1597 había publicado otro libro similar y 21 años más tarde, retomó este volumen y lo amplió incluyendo más lenguas. Esta última es la que encontró Otazu, que la califica como “uno de los testimonios más tempranos en los que aparece recogido el euskera en un contexto académico”.

El tomo es más “un repertorio filológico” que un vocabulario o diccionario. “El autor quería mostrar la riqueza de las lenguas que se usaban en la cotidianidad, aunque también recoge otras que ya no se usaban, y viene a demostrar, como lo hemos visto en textos anteriores, que el euskera era una lengua singular”. Es más, el experto no se limitó a citar la lengua vasca, sino que también “hace una descripción del pueblo que la habla” y concreta dónde se habla, citando el Bearn, Navarra, Gipuzkoa, Bizkaia y Álava. Asimismo, habla de los vascos como de “un pueblo indómito”.

El libro hallado en Suecia. Cedida

‘Aita Gurea’ y más

El libro de Bonaventura Vulcanius contiene más de 120 palabras en euskera, así como otros textos como el Aita Gurea que Joannes Leizarraga tradujo por encargo de Juana de Albret. “Pero no solo lo plasma, sino que se nota que se sabe toda la historia que había detrás de él”. Para Aritz Otazu, esta es una prueba más de que esta lengua “no la hablaban solamente cuatro y el del tambor; en Europa ya tenían conciencia de que este idioma existía”. “Sabían que estaba en uso y tenía la presencia suficiente como para que trascendiera”

Y esto, defiende, ha quedado "de manifiesto en este volumen y en otros anteriores”, caso, por ejemplo, de un libro del teólogo suizo Kaspar Waser datado en 1610 que contiene un diccionario de 100 palabras en euskera traducidas al latín y que Mintzoa encontró hace unos años. Todo esto “demuestra que era una lengua con prestigio y no algo inventado por Sabino Arana, como siguen defendiendo algunos”. Y agrega: “Hace cuatro siglos no era solo una lengua de labradores, sino que la conocían los grandes de Europa”.

Pocos clientes, pero muy fieles

Cada vez que el editor encuentra un libro de este tipo, le encantaría que se quedara en Navarra y que este material pudiera verlo todo el mundo. Por eso siempre lo ofrece primero a las instituciones forales, “pero casi siempre acaban en manos privadas”. En este caso, en las de un coleccionista de Bizkaia. “Nosotros tenemos pocos clientes de libro antiguo, pero son muy fieles, y como este volumen es tan excepcional lo vendí enseguida”.

De todos modos, Aritz Otazu considera que sigue cumpliendo su propósito de difundir la historia de Navarra y, por tanto, del euskera. “Aunque el libro no se exhiba en un lugar accesible para la ciudadanía, sacar la noticia de su hallazgo puede suscitar la curiosidad de la gente y que se anime a entrar en las páginas de las bibliotecas de España y de Francia, que lo tienen digitalizado”.

Mintzoa lleva 43 años buscando y encontrando estos testimonios, “y nunca hemos entrado en debates políticos”. “Tratamos con rigor científico la historia de Navarra y presentamos pruebas”, apunta el editor, que reta a cualquiera a que le mande algún dato de un libro que hayan vendido –ya sea antiguo, en versión facísimil o escrito ahora– que sea falso.