Christina Rosenvinge: “Atravesar la barrera de la maternidad y la de los 50 sin dejar la música es una proeza”
El festival Enmusikadas cuenta este año, entre otras artistas, con Christina Rosenveinge, que actuará este sábado, en Zentral, en formato dúo junto a Amaia Miranda
En los últimos meses ha estado girando con su último álbum, Los versos de Safo, y también conmemorando el aniversario del primero, Que me parta un rayo. Entre ellos pasaron treinta años y momentos de menos popularidad. ¿Pueden representar esos dos discos los momentos más altos de su carrera?
–No sé... Si hablamos solo de popularidad, me cuesta analizarlo. Ahora sí que es verdad que estoy en una situación más establecida. El otro día me dijeron que estaba llegando a un punto de clásico, y me pareció muy bien, me encantó, porque significa que no eres flor de un día, que la gente ya te ha aceptado y ha aceptado lo que haces. Esto también te permite mucha libertad de movimientos, no te la juegas con cada disco, sino que puedes experimentar un poco y jugar.
El éxito le llegó temprano, a finales de los ochenta, con Álex y Christina. ¿Cómo se asimila, siendo tan joven?
–El éxito de Álex y Christina no fue nada casual, fue algo que estábamos buscando. Antes de hacer ¡Chas! y aparezco a tu lado, Álex y yo habíamos hecho cientos de canciones que no habían ido a ningún lado. Hicimos muchísimas canciones hasta que conseguimos un contrato discográfico. Incluso así, en la oscuridad, pasamos por varios estilos, y en algunas compañías nos habían comprado canciones para otros artistas. No fue sorprendente en ese sentido, pero sí que me sorprendió la falta de control, lo rápido que iba todo. En esa época me indignaba mucho, y todavía me indigna ahora, cuando se hablaba de los artistas llamándonos productos. Oigo esa palabra y pienso: “Oye, el producto lo será de tu abuela”. Yo no soy un producto de consumo, esto es otra cosa. Se me hizo difícil lidiar con la industria, no tenía idea de lo potente que era esa maquinaria y de cómo te convertías en un eslabón de una cadena. Fue una pugna, hasta que me bajé de ese barco y puse en marcha mi propio proyecto.
Al hilo de eso, siempre me ha dado la sensación de que no estaba cómoda en ese rol más comercial, más mainstream. De hecho, en los siguientes discos se fue escorando, iban siendo cada vez más personales, ¿no?
–Es que ahí se mezclan varias cosas; por un lado, tú estás haciendo música con un contrato y entras en un juego económico, porque hay una compañía que está invirtiendo mucho dinero en ti, pero, por otro lado, no deja de ser un medio de expresión artística. Sigues siendo la misma persona que eras antes de empezar, un chaval o una chavala que está viviendo la época que le toca, y sí, empecé a tomar riesgos en la cuestión de elección de canciones y de cómo tenían que sonar, que a lo mejor no eran formas nada conservadoras, o que no eran tan previsibles, que no eran lo que la gente esperaba de mí. Porque también hay una imagen que se proyecta hacia afuera en la que uno es solamente un factor, cuentan mucho los prejuicios de cada época y cuentan muchos factores que no tienen necesariamente que ver contigo. Fue una época de colisión.
Esos discos eran más personales y tuvieron menor repercusión. Antes le preguntaba cómo se asume el tener mucho éxito. Una vez que se ha tenido, ¿cómo se asume el hecho de ir teniendo menos éxito?
–Es que, realmente, ningún artista que te importe, o que sea una influencia, o que tenga una carrera de varias décadas, tiene éxito todo el tiempo. Ahí es donde te digo que hay una colisión con el mundo comercial, porque lo que es más rentable para una compañía es un artista nuevo que tiene un contrato muy poco favorable y que trabaja día y noche sin descansos porque todavía no sabe muy bien cuál es su valor ni cómo funcionan las cosas. A medida que un artista va madurando, se convierte en un problema porque ya no es tan dócil. Nadie lo es. Y nadie que tenga una carrera larga va a tener un éxito creciente a lo largo del tiempo. Todo el mundo, incluso la gente que hace música con una intención más intrínsecamente comercial, es decir, gustar a la máxima gente todo el tiempo, incluso esos artistas también tienen momentos en los que confluyen con el público y momentos que no. Es lógico.
En su caso, también influyó el hecho de ser madre, que alguna vez ha dicho que es una barrera más alta que la que tienen que sortear los artistas masculinos cuando son padres.
–Efectivamente. Ellos también tienen esa barrera, pero de otra forma; algún artista que ha sido padre, cuando se convierte también en el que tiene que llevar las lentejas a casa, ha visto comprometidas sus decisiones artísticas. Pero sí, en el caso de las madres, tal y como está construida la sociedad y con la inercia tan lenta que llevamos, en la que no hay todavía una corresponsabilidad de los cuidados, es complicado para una mujer que es madre pasarse más de la mitad del tiempo fuera de casa y construir una carrera musical. Porque una carrera musical va atada, inevitablemente, a viajes.
Leyendo una biografía sobre Mari Trini, decían que ella sufrió el edadismo, y que es algo que, en la música, también afecta más a las artistas que a los artistas. ¿Lo siente así?
–No lo sé, me cuesta analizarlo, porque el hecho es que todavía somos muy pocas mujeres las que hemos atravesado la barrera de los 50 en activo, sin haber dejado nunca de tocar. Atravesar la barrera de la maternidad y la de los 50 sin dejar la música es tal proeza, que ya a partir de aquí me cuesta mirar más allá. Creo que yo no noto tanto lo del edadismo, porque tu público también crece contigo. Y te diré que, en nuestro caso, se nota menos que en otras profesiones, como por ejemplo las actrices, que dependen mucho de su aspecto y de lo que otras personas opinen de su aspecto. En el caso de las cantautoras, una marca su propio camino; además, la gente te ve de lejos, no creo que importe tanto la cuestión de tu aspecto. También depende de la importancia que le hayas dado. En el caso de Madonna, por ejemplo, sí que es flagrante, y es sangrante lo que se ha hecho con ella. Se le ha juzgado de forma muy dura porque gran parte de su imagen estaba montada sobre su reivindicación de una sexualidad sin complejos, ha sido una absoluta abanderada y hay que reconocérselo. Pero, en general, creo que a la gente que escribimos canciones no nos afecta de la misma manera. En ese sentido me alegro de no haber caído en la tentación de ponerme a bailar, y eso que no lo hago nada mal, pero me alegro de no haberlo hecho porque eso es mucho más exigente físicamente (risas).
Hablando del presente, de Los versos de Safo, a quien definió alguna vez como la primera pop star. ¿Por qué cree que dos mil seiscientos años después sigue siendo necesario hacer todavía un festival que reivindique a la mujer como artista?
–Hay festivales muy centrados en figuras femeninas como respuesta a los cientos de festivales que hay que están muy centrados en figuras masculinas. En realidad no debería haber ni una cosa ni otra. Todos aspiramos a que llegue el día en el que haya la misma cantidad de mujeres y hombres en el escenario, igual que sucede en el público. Debería ser natural, que la gente se acostumbre a ver mujeres en el escenario y que las chicas jóvenes o las mujeres den ejemplos positivos y también los hombres se acostumbren a identificarse con mujeres. Ojalá no fueran necesarios los festivales de mujeres.
Alguna vez ha dicho que, en los noventa, cuando hablaba de feminismo, causaba controversia, estaba mal visto. ¿Se ha normalizado el término?
–En los años noventa se consideraba algo trasnochado. Cuando yo decía que era feminista, la gente me miraba como si estuviera hablando de algo que estaba totalmente superado, cosa que a mí me sorprendía muchísimo. La gente asociaba el feminismo al movimiento de los setenta, no lo consideraban necesario. Cuando yo lo decía, les chocaba mucho, recibía comentarios muy absurdos. Es verdad que luego, cuando me ponía a razonar, mucha gente sí que veía que tenía sentido, pero de entrada causaba estupor en hombres y en mujeres. Entonces era un movimiento minoritario, luego se convirtió en un movimiento mayoritario y muy aprobado por la sociedad, y últimamente estamos viviendo una especie de resaca de ese momento en el que parece que otra vez vuelve a estar muy condenado, muy lastrado, muy exagerado y mal entendido.
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