“La gente está ávida de relatos que le den sentido a su vida”
Sara Barquinero (Zaragoza, 1994), autora de la celebrada novela ‘Los Escorpiones’, será una de las protagonistas del primer encuentro literario del festival Letraheridas, este lunes 20 de octubre en Katakrak (19.00 horas)
Estudió Filosofía, y como toda pensadora, busca situarse en el mundo que le toca vivir. Sara Barquinero ha hecho un retrato de la angustia existencial contemporánea en su novela Los Escorpiones, 800 páginas de ejercicio literario con el que asegura que ha crecido como persona. La joven autora considera el oficio de la escritura como una lucha contra la finitud humana y lamenta la gran falta de tolerancia hacia la incertidumbre que caracteriza a este tiempo.
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PREGUNTA: Le trae a Letraheridas Los Escorpiones, una novela que le está dando muchas alegrías. ¿Cómo lleva ser la autora de un libro que la crítica especializada ha considerado el mejor de 2024?
RESPUESTA: Yo creo que al principio, cuando salió el libro, no me enteré muy bien, como que no me di cuenta de la magnitud que iba a tener en mi trayectoria. Y cuando ya lo asumí, como ya había pasado lo más gordo, ya era casi un recuerdo. Porque incluso ahora, aunque el libro sigue teniendo relevancia, no es tanto como al principio, que sí que era una locura. En ese primer momento no lo asimilé muy bien.
P: Va a conversar este lunes en Pamplona con Laura Fernández a propósito de su novela La señora Potter no es exactamente Santa Claus, una historia melancólica que refleja desolación, tristeza, con personajes que encarnan la complejidad de la condición humana. En este sentido, ¿puede tener algo que ver con su historia?
R: Bueno, la literatura siempre se ha aproximado a estos temas. O sea, hay novelas de amor, pero las novelas de amor nos interesan casi más cuando hay desamor; y el otro gran tema es la muerte, la soledad, el aislamiento, los pensamientos negativos. Entonces, en general, aunque obviamente hay estéticas diferentes, siempre va a haber ese punto común. De hecho, leí hace poco una novela de ciencia ficción que iba sobre cómo, en cierto modo, el acto de escribir era una lucha contra la finitud humana, y yo lo veo un poco así; estás intentando conservar cosas que si no desaparecen.
P: Y vivimos muy de espaldas a esa finitud, vivimos de espaldas a la muerte en nuestra cultura.
R: Sí, desde hace mucho tiempo esto ha sido así pero se ha agudizado últimamente. En un mundo en el que estamos tan acostumbrados a conseguir rapidísimo cualquier cosa que deseemos, que haya un momento en el que no puedan ser las cosas, bien sea porque te mueres o por la enfermedad o por cualquier desgracia, yo creo que tenemos menos herramientas que nunca para aceptarlo.
P: Su novela es una historia sobre la angustia existencial, la soledad, la necesidad de creer en algo. ¿Todo esto caracteriza a la sociedad contemporánea?
R: Yo creo que todas las épocas tienen sus propias angustias y su forma de enfrentarse a ellas. Sí que es cierto que en nuestra época, quizá la manera en la que vivimos la angustia es solipsista, da más la espalda a la realidad, se basa más en la incomunicación que en el duelo colectivo, etcétera, pero no me atrevería a decir que es peor.
P: Las teorías de la conspiración están muy presentes en Los Escorpiones. ¿Cree en alguna de esas teorías? ¿El capitalismo en sí mismo puede ser una? Todo lo engulle, todo lo comercializa, lo convierte en moda...
R: Bueno, pero justo por eso no es una teoría de la conspiración, es real, por desgracia. Muchas veces las teorías de la conspiración han servido para evitar hacer una crítica al capitalismo. Por ejemplo, si los niños tienen problemas de atención es más fácil decir que les han metido mercurio en la sopa y que eso da hiperactividad. Pues no, si ahora los niños tienen hiperactividad será por cómo socializamos a los niños, no porque una farmacéutica muy mala haya comercializado no sé qué o hayan sacado un videojuego macabro. La conspiración es mucha veces una forma de rehuir tomar acciones políticas concretas.
“Veo el acto de escribir como una lucha contra la finitud humana, intentamos conservar cosas que si no desaparecen”
P: Y también de paralizarnos a nosotros como sociedad, ¿no? De anestesiarnos, de hacernos creer que con darle a un clic ya estamos reivindicando algo.
R: Bueno, pero también otra manera de teoría de la conspiración es desconfiar de todo, ¿no? Por ejemplo, cuando se habla del genocidio de Palestina, siempre hay alguien que te dice, ¿y por qué no te preocupa el genocidio de no sé qué cosa? O ¿por qué no te preocupan otros problemas que hay en el mundo? Es como una forma de conspirar. De decir, no, es que el mal existe y no puedes luchar contra todo, así que no te preocupes por el genocidio de Palestina. En resumen, las conspiraciones siempre promueven la inacción y no la acción directa y mucho menos política.
P: ¿A qué creencias se agarra Sara Barquinero para seguir adelante en esta aventura que es la vida?
R: Bueno, hay una cosa que aprendí con el libro cuando leía testimonios en foros de suicidas, o en general testimonios online de gente que está muy triste y aprovecha el espacio del anonimato para contar su drama, y cuando tengo eso presente, que no siempre lo tengo, creo que me ayuda a ser mejor persona. Porque, yo qué sé, alguien te trata muy mal en un restaurante o un amigo tuyo está siendo un imbécil. Pienso, ¿y yo qué sé si esta persona luego llega a su casa y escribe estos mensajes horribles en internet y lo mal que se siente? Lo que lo que le faltaba que encima yo le conteste mal”. No es exactamente una creencia, pero es un aprendizaje que saqué del libro.
P: El tema de la salud mental está muy presente en su novela, ¿ha explorado cómo está el momento, qué carencias o qué necesidades habría aquí en nuestro país en cuanto a este tema?
R: Justamente la novela tenía una parte larga de 200 páginas que no salió en el resultado final porque no quedaba bien, la tuve que tirar, y una de las cosas que me da pena es que esa parte investigaba mucho esas cuestiones que comentas de la salud mental. Entrevisté a un conocido mío, un amigo que trabajaba de psicólogo de urgencias telefónicas durante la pandemia, y la verdad es que estaba tristísimo, porque no había un aparataje tan amplio en la red pública para atender a la gente que se encontraba mal, ya no del Covid sino de angustia o de que se le había muerto su madre el día anterior. Entonces muchos acudieron a la salud privada, que era donde estaba él. Y acabó fatal porque no les dejaban, o sea, para sacar más dinero tenían 10 minutos para atender a cada persona, y había una manera de sacar dinero y vender paquetes como si fuera Disney Plus más Netflix, pues salud mental más salud dental, y cosas así, y él salió fatal y acabó dejando la psicología. Supongo que habría que hacer una inversión mayor en salud mental, luchar contra la privatización que hay, porque al final ir al psicólogo va a ser como ir al dentista, algo que todo el mundo acaba haciendo pero pagando de su bolsillo.
P: De hecho, cada vez se oyen más noticias de que entre la juventud y los adolescentes aumentan los problemas de ansiedad, de depresión. ¿Tiene que ver con esa inseguridad propia de la generación joven en cuanto a trabajo, vivienda...? Porque las cosas están como para salir a la calle y protestar crudamente.
R: Yo creo que es una mezcla de cosas. Por una parte, se habla más de salud mental y es menos tabú, entonces es normal que la gente hoy llegue al trabajo o adonde sea y diga: tengo ansiedad. Eso hace veinte años no era algo que se decía. Pero, sí, la incertidumbre hace que ahondemos en una infantilización. Yo tengo ahora 31 años y un montón de mis amigos siguen viviendo como si fueran adolescentes, pero no por decisión, sino porque tienen trabajos que son propios de un adolescente, no tienen casa, no tienen nada, y eso genera unas emociones también muy adolescentes. El momento de estar deprimido escuchando Radiohead es la adolescencia, pues hay gente que nunca abandona ese momento porque sus circunstancias materiales no cambian.
“Hoy tenemos menos herramientas que nunca para aceptar los contratiempos y las desgracias que se nos presentan en la vida”
P: También ha denunciado recientemente la precariedad del oficio de escritora.
R: Bueno, he de decir que yo estoy contenta en lo que a mí se refiere, pero sí es cierto que si en otros campos, sean de la ciencia, del arte o de otros oficios, alguien está a la altura que estoy yo o a la de otros escritores, normalmente estaría muy bien posicionado y nadando en abundancia. Y yo, llega julio y agosto y facturo 200 euros y si hay suerte. Sí, hay algo de eso, es un oficio precario, pero yo he tenido mucha suerte, estoy agradecida y me las apaño.
P: En un tiempo en que se lee igual de otra manera, o eso se dice, se ha atrevido con una novela de 800 páginas, y además de una hondura y una complejidad notable en cuanto a forma, porque hay mucha experimentación con géneros diversos en Los Escorpiones. ¿Le van los retos?
R: Bueno, más bien imité algunas novelas que me gustaban, me sirvió temporalmente para superar mis propios males y además me enseñó mucho de escribir. Nunca me tomé el libro como un reto, sino como un proceso mío, que luego ha salido muy bien y ha sido publicado y todo eso, pero que ni siquiera al principio estaba tan claro que fuera a ser así. De todas formas yo no estoy tan segura de que la gente no quiera leer libros largos. Creo que desde la pandemia en general la gente lee más y que muchas veces estamos buscando un gran relato que te haga meterte en él, yo misma como lectora lo busco. Y no solo en la literatura, sino en la vida. Todos los bestsellers en general son libros larguísimos.
P: En su novela hay partes muy crudas en las que reproduce mensajes de foros en torno al suicidio, un tema al que cuesta mirar. ¿Por qué ha querido abordarlo?
R: Bueno, no fue tanto por el suicidio en sí mismo, sino para empezar porque me parecía una forma muy radical de hablar de la depresión de manera que no podía ser integrada inmediatamente en el lenguaje de autoayuda. Porque muchas veces el mensaje de “saldremos mejores”, ese tipo de expresión, me ponía muy nerviosa y cuando alguien se muere, pues no sale mejor porque sale muerto.
P: Internet está muy presente en la novela. ¿Cree que ha configurado la mentalidad de su generación?
R: En mi caso sí y yo diría que en casi toda la gente de mi edad más o menos también, en la manera en la que socializamos. Y en las generaciones más jóvenes mucho más. De hecho diría que su experiencia con Internet es radicalmente diferente.
P: En alguna ocasión ha dicho que Internet surgió de una necesidad social.
R: Yo no sé muy bien de dónde ha surgido, pero el problema real que tenemos con todas las cosas que podemos decir malas o peligrosas, es que si funcionan es porque se aprovechan bien de nuestros deseos más íntimos. Pensemos en el capitalismo. El capitalismo coge muy bien una pulsión bastante humana, que es la de poseer y hacerse con cosas y estar entretenido con esas cosas, que hace que funcione muy bien. De hecho, el último libro de Mark Fisher, Deseo postcapitalista, habla de eso, dice, “y el problema que tendremos con el capitalismo, que aunque lo critiquemos es el mejor sistema posible, porque utiliza una debilidad nuestra y la convierte en un sistema económico”. Pues lo mismo pasa con Internet, ¿no? A lo mejor sí que hay gente que ha intentado controlarnos a través de Internet, pero funciona muy bien porque conecta muy bien con esta pulsión humana de querer comunicarse con los demás permanentemente que siempre ha existido.
“Ir al psicólogo va a ser como ir al dentista, algo que todo el mundo acaba haciendo pero pagando de su bolsillo”
P: Estudió Filosofía, una materia que no está muy valorada en el sistema educativo. Y cuánta falta nos hace, el pensamiento, el conocimiento. ¿Adónde puede llevarnos esta carencia? Parece que más que nunca buscamos el entretenimiento fácil, la desconexión.
R: Bueno, no estoy tan de acuerdo, yo creo que el últimamente la gente está ávida de pensamiento, aunque a lo mejor no lo consuman de la misma manera que lo consumimos en la carrera de Filosofía, pero tienes a toda la gente que hace deporte y se levanta a las 5 de la mañana leyendo a Marco Aurelio. Los libros más vendidos son de autoayuda, que es una rama muy muy muy bastarda de la filosofía, pero que en el fondo muchas veces habla de los preceptos de los históricos, los epicúreos, etcétera, sobre todo de filosofía clásica. De verdad creo que igual que me da la impresión de que se lee un poco más últimamente, creo que la gente está ávida de relatos que le den sentido a su vida, y la filosofía puede ser uno de ellos. Estaría mejor que tuviese más carga docente y que estuviese mejor valorada como carrera universitaria y que se contratasen a filósofos como consultores, para eso falta aún un poco, pero no me parece que esté tan mal.
P: Algo muy propio de la filosofía es la duda, y vivimos en un mundo en que se tiende a polarizar todo. En alguna ocasión ha dicho que hay una falta de tolerancia hacia la incertidumbre, cuando la vida es incierta...
R: Sí, creo que ese es el gran problema, que cada vez somos más intolerantes a la incertidumbre. Muchas veces eso te hace tener posturas más radicales a nivel político, ético, etcétera, pero es fácil ver que surgen de la inseguridad. Normalmente cuando alguien en una mesa tiene demasiado claro lo que piensa, en realidad está algo inseguro y por eso tiene que gritártelo a la cara. A la gente que está más segura de sus valores o de qué piensa de las cosas no le importa tanto jugar a ver qué significan otros posibles caminos.
P: Los escorpiones son seres insociables y viven de manera independiente, ¿se identifica en parte con ellos? ¿O por qué el título de la novela?
R: El título la verdad es que me lo dio un conocido, me lo dio Ernesto Castro, y era por esta leyenda de que el escorpión es el único animal que se suicida, que luego no es del todo cierto pero siempre se ha dicho, y me ayudó a darle nombre a los teóricos de la conspiración y todo eso.
P: Tengo entendido que ultima una nueva novela en la que pone en valor el conocimiento, el eros del conocimiento.
R: Sí, ya la he acabado, saldrá en marzo y es una novela sobre el mundo universitario, la burocratización del conocimiento; más que poner en valor el eros del conocimiento, denuncia las relaciones entre profesores y alumnas como norma en algunas facultades de Humanidades, y cómo el conocimiento se banaliza para escribir papers y esas cosas.
P: ¿Y volverá a publicar con Lumen?
R: Sí, sí, la experiencia ha sido muy buena y repetimos.