Estos dos exbailarines del Ballet N. de España nos proponen, en su trabajo “No”, quemarlo todo para comenzar de nuevo. No al flamenco tradicional, aunque sin renunciar a su esencia. No a los patrones de la danza impuestos. Y ciertamente, consiguen transmitir con fuerza y originalidad (con toques del magistral Morau) esa búsqueda a partir del vacío. El espectáculo, en general, te mantiene en vilo; pero es el comienzo y el final, lo que realmente nos impacta; la parte central -también tienen que descansar, claro- es más tranquila en movimiento, (cámara lenta) y más críptica en simbolismos (se cava una fosa, se muere y se resucita…), con una danza esquemática y notas del Dies Irae. La primera parte se abre con los dos enfrentados en sillas respectivas con una danza de distancias cortas: con manos y brazos protagonistas, y un taconeo rotundo. Muy original ese paso (sentados) a dos, no exento de violencia. A partir de ahí, se hablan con los pies, con taconeo incisivo, lejos de aquel “andar pisando querubines” que decían los místicos. Al entrar la guitarra, y luego la copla, asoman unas variaciones entre el flamenco y el baile de salón, muy hermosas y excelentemente bailadas. Suena la sevillana que dice: “…la gente lucha contra las cadenas con espíritu valiente”: es el mensaje del espectáculo. En la parte final, de nuevo potentísima, irrumpe la figura del bailaor; imponente en su baile ceñido, juncal, perfecto en los plantes. Ella, suave en el baile de pies descalzos. Ambos, expectantes, con todo el público, en el logrado final de quemarlo todo: cuestionando la danza aprendida, los palos del flamenco… para comenzar de nuevo. 

Quousque Tandem AbutereDirección: Zuk Performing Arts. Sobre textos de Oteiza. Coreografía: Itsaso A Cano / música: Silberio de Ura. Bailan: Cano, Amaia Martínez, Idoia Rodríguez, e Iván. Casa de Cultura de Villava. 2 de noviembre de 2025. Espectáculo del Museo Oteiza.

Tratar de desentrañar el pensamiento de Jorge Oteiza no es fácil, pero, por lo menos, los componentes de este espectáculo de danza (más bien, multicisciplinar) nos ofrecen las facetas más claras del escultor: Aránzau y su apostolado escultórico, la Pietá, otras esculturas, la incursión en lo más étnico, el centauro vasco… El comienzo en el suelo es potente, con los cuatro bailarines, en correcta sincronización, simulando las estatuas que sirvieron de abrevadero. Luego la danza va hacia poses quietas (el friso del apostolado), o con elevaciones que terminan en plantes estatuarios; siempre con el matiz escultórico al fondo. No se abunda en la simetría de los conjuntos, pero sí se busca, a ratos, cierta sincronización entre los cuatro, y el espectáculo gana. Son muy rotundos los momentos de la Pietá, con el bailarín interactuando con la madre, el luminoso paso a dos de las bailarinas, y buenos detalles del baile folclórico, (soltura de brazos); quizás este fragmento se podía haber explotado más. Es fundamental la música en directo de un impactante (vocalmente) Silberio, que con el buen manejo del “Looper” (ese aparato que graba y reproduce) hace verdadera magia auditiva. Los “visuales” ilustran los temas de fondo, pero, quizás, no hacía falta que estuviera todo el rato la “fragua” encendida, ya que la tenue luz en la que se mueve la danza, puede quedar un poco en segundo plano. En todo caso la fluidez y variedad de las secciones mantienen la atención del público. No sé si se consigue llenar el famoso vacío de Oteiza, pero sí que hemos pasado un buen rato con la representación corporal de parte de su obra. 

El mes de octubre abre todos los ciclos de todas las artes. Imposible dar cuenta de todo. En los ciclos de danza contemporánea hay mucho trabajo y falta de compañías estables donde los jóvenes bailarines puedan desarrollarse con remuneración estable. Hay mucho suelo, luces en penumbra y se abusa, a veces, de la cámara lenta; tratando de dar cierta trascendencia a esa búsqueda. Pero ahí está la esencia del arte. “Omnia in bonum”, que decían los antiguos. Todo sea para bien.