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Manolo GarcíaCantante

Manolo García: “Si sumásemos nuestras voces, podríamos hacer muchísimas cosas”

Regresa a Pamplona con un nuevo disco, Drapaires poligoneros / Lo presentará el domingo en Baluarte, donde también recordará su primer disco en solitario, Arena en los bolsillos

Manolo García: “Si sumásemos nuestras voces, podríamos hacer muchísimas cosas”José Lucena

En la portada de su nuevo disco, Drapaires poligoneros, aparece una batería muy rudimentaria. Usted empezó en la música tocando ese instrumento, y creo que con una batería muy similar a esa, ¿no?

-Sí, muy parecida. Esa imagen también hace alusión al título, es la deriva que ha tomado el mundo. Todos somos traperos poligoneros, estamos todo el día comprando cachivaches, hay polígonos por todo el planeta llenos de cacharrería que viene de la China, de la India…Mil chorradas que no necesitamos. Lo que necesitamos es comida y cobijo,eso es lo básico.Lo otro es superfluo y no te hace feliz. La portada hace alusión a todo esto y a esos inicios de cualquier músico. Cuando era jovencito, tocaba con cualquier cacharro: un bote, cubos puestos al revés, unos palitroques…

Ahora, los chavales que empiezan tienen acceso a instrumentos mejores.

-Sí, ahora hay buenos equipos.Incluso grabar es más fácil, ahora eres autosuficiente. Siempre que pagues, claro: un ordenador, unos plugins, una cacharrería electrónica, digamos. Te lo haces todo tú. Los grupos se curran el disco y las compañías cogen lo que ven que funciona. Antes, una compañía apostaba por un artista al que veía con valía. Si veía un potencial de creación o de interpretación, promocionaban e invertían dinero, como tiene que ser. Luego, si ese músico tenía cosas que decir y las hacía bien, podía ir a más. Ahora te haces tú todo. Te pagas el videoclip, las imágenes, la portada… todo te lo haces tú.Se lo das y, si funciona, perfecto. Si no, ahí te quedas, te pudres.Es otro tiempo. 

Antes, además, las discográficas hacían de filtro, hacían una selección. Ahora hay mucha información y mucho material, pero abruma.

-Totalmente. Claro, si tienes que gastarte el dinero, te lo piensas para no fallar.Ahora da igual, como no hay gasto, como ya les llegan los productos hechos… Antes estaban los A&R, gente que entendía, que iba por bares, veía conciertos… En la época de la movida madrileña, por ejemplo, había gente que, donde ponía el ojo, ponía la bala. Hombres G, pelotazo. Nacha Pop, pelotazo. Un montón. Cogían un grupo, lo metían en un estudio, pagaban la grabación… Era diferente. Ahora, la oferta es infinita. No somos capaces asimilar tanta cosa nueva. Llevas en el móvil millones de canciones, pero cuántas vidas tendría que vivir para escuchar esas millones de canciones.Yo prefiero tener mi pequeño tesoro, mis doscientos vinilos, o cedés. O cuatrocientos si eres muy aficionado.Ahí tienes toda la discografía de tu vida, lo que te gusta: Hendrix, Neil Young, Rosalía… lo que te dé la gana. Ahora, con tanta oferta, es como aburrido, pierde valor, se devalúa. 

Sobre eso de que la música puede perder valor, la semana pasada, Diego Manrique escribió un artículo en el que hablaba de que las grandes estrellas ya no graban discos nuevo porque no es rentable y prefieren salir de gira a celebrar aniversarios de discos viejos. Ponía algunos ejemplos de artistas que resisten y siguen sacando material nuevo, como Bunbury o usted mismo.

-Es una necesidad vital. Yo necesito leer libros, en los viajes necesito llevar mis tres o cuatro libros. Con la música me pasa igual, necesito sentirme acompañado de mí mismo, componiendo canciones que luego quiero compartir con otros. Pero estoy absolutamente de acuerdo con Manrique. Hay un desaliento, muchísimos artistas se sienten insultados, porque te dejas la piel en hacer un disco, puedes tardar años, y luego te pagan una miseria. Cualquier trabajo tiene que estar dignamente retribuido.Vivimos en una sociedad en la que tenemos que pagar impuestos, comer, vestir, tener un techo… El neoliberalismo furibundo nos está machacando a todos. Hay muchísima gente que está estrangulada.Es un sistema perverso: los sueldos, la carestía de la vida… Es diabólico cómo manejan este tinglado. Si vivir cuesta cuatro y la gente que con suerte trabaja gana dos, así no hay Dios que salga adelante. Con la música pasa lo mismo, hay muchos artistas que dicen: si no me pagas, que trabaje tu abuela. Todas las plataformas pagan una basura a los músicos.

Pero usted sigue.

-Unos cuantos, y me cuento, por suerte para mí, tenemos ganas de seguir haciendo canciones, al margen de lo que nos paguen. Eso lo dejas a un lado y te centras en la parte vital de todo esto. Yo necesito música, me apetece oír canciones nuevas de otros artistas y me apetece oír canciones nuevas mías. Así me siento vivo. Podría hacer giras, tengo un repertorio que sé que funciona, pero creo que no es digno vivir de de lo que hiciste antes. No critico a nadie, simplemente expongo mi manera de verlo. 

Esa necesidad de crearme recuerda un poco a una frase del disco. “No estás solo, tienes tu voz”. ¿Va por ahí? Porque, como mensaje social, sería un poco desalentador pensar que solo nos tenemos a nosotros mismos.

-Hablo en general. Ahora nos venden la milonga de que, como todo el mundo está con las redes, los móviles y los whatsapps, ya estás acompañado. Pero en el fondo estamos solos. Ese extensísimo círculo de amigos virtuales no es real. Si tienes una enfermedad grave, ¿cuántos de esos cientos de personas con los que estás en Instagram van a acudir al hospital para hacer noche contigo? Mi pequeña idea es que no estás solo, tienes tu voz. Si sumásemos nuestras voces, podríamos hacer muchísimas cosas. Ya no hace falta ir al coliseo romano, el circo ya lo tenemos.Todas las tontadas, las chorradas, las bromas de mal gusto, las escenas dantescas… Oye, tranquilo, eres feliz, todo va bien; tienes tu móvil de mil y pico euros y ahí haces todo.Estamos ocupados, estamos en el circo todo el día. El problema es el pan. Porque el lema era “panem et circenses”, pan y circo. Ahora solo es circo, pero lo del pan cada vez está más jodido. Habrá que luchar por el pan.

La última vez que vino a Pamplona, actuó en el Navarra Arena. Ahora está haciendo gira por teatros.¿Le gusta combinar esos espacios grandes con los espacios pequeños? Eso le permitirá variar el concepto del espectáculo, imagino. 

-Sí. Si no, sería aburrido. Cuando saco un disco, mi forma de presentarlo y de publicitarlo es tocarlo en vivo. Ahora hago estos teatros. Tampoco es una gira extensa, son dieciséis noches. Como bien dices, es otra modalidad que te da otras posibilidades. El sonido es mucho más adecuado, más cercano a lo que puedas pretender en el disco. En los recintos grandes el sonido es más de fiesta, mucho estruendo, pero no tanta calidad. Eso te da otro estado de ánimo, otra forma de comunicar. 

El grueso del repertorio va a ser el nuevo disco, pero también el primero que sacó en solitario, Arena en los bolsillos, al que va a dar un repaso especial, ¿no?

-Sí, ese es el eje del concierto. Tocamos alguna más, pero la mayor parte de las canciones son de esos dos discos.

Es difícil empezar una carrera solista después de un grupo de éxito, pero su comienzo con Arena en los bolsillos fue inmejorable.

-Ahí tuve el viento a favor. No sé cómo, porque la tarea creativa es muy incierta. Cuando eres una persona que compone, estás ahí con ganas, con ilusión, pero no sabes lo que va a pasar. Tras la disolución de El Último estuve un año tranquilo, pintando en casa, reflexionando. Tenía claro que iba a continuar como músico porque es mi vocación, pero no tenía compañía de discos ni banda. Ese año estuve pergeñando ideas. Algunos discos he tardado dos años en escribirlos, pero este lo hice en tres meses. En tres meses lo tenía compuesto, grabado y salió. Recuerdo perfectamente que, tras la disolución de El Último, había promotores que no lo veían. “Tú no eres El Último”, me decían. “Eres el cantante, pero…”. Hombre, soy cantante y compositor, soy el 50%. Pero no confiaban mucho. Empecé la primera gira en solitario con poco apoyo de promotores. Luego el disco gustó mucho y muy deprisa. Estuvo nueve semanas número 1. En esa época, si eras número 1 vendías cien mil discos por semana. Fue mi caso. Eso me permitió empezar una gira con mucho público. No tocaba ni una de El Último, hacía el disco nuevo y alguna versión. Así empecé. Luego la bola de nieve empezó a coger velocidad y volumen, y por suerte para mí hasta hoy he ido tirando bien.