Con ganas de conocer nuevas lecturas, y a otros y otras con quienes compartirlas, nacieron los primeros clubes de lectura en Navarra, hace 25 años.
La semilla se plantó en Barañáin. En la antigua biblioteca de la localidad empezaron a reunirse los dos primeros clubes de Navarra vocación de continuidad, auspiciados por un apasionado de la lectura, una persona convencida de que las bibliotecas deben ser espacios abiertos a toda la ciudadanía: Jesús Arana.
Este bibliotecario, y hoy responsable del Negociado de Publicaciones del Departamento de Cultura del Gobierno foral, fue el artífice de estos grupos pioneros a los que se ha rendido este sábado 15 de noviembre un homenaje en el marco de la primera sesión del XIII Encuentro de Clubes de Lectura de Navarra, que contará con una segunda jornada el sábado 22, cuando se reunirán –en esta ocasión en la Biblioteca de Navarra– los clubes de lectura en euskera.
25 años de lecturas, cafés y debates acalorados
En el Auditorio Barañáin, ante un público formado por lectores y lectoras de 73 de los cerca de 350 clubes de que están en activo hoy en la Comunidad foral, se ha homenajeado a tres de esos primeros tertulianos, pioneros de la lectura compartida, y a su coordinador de tertulias, Jesús Arana.
Mariaje Osinaga, Jesús Remírez y Patxi Martínez llevan, como dicen ellos mismos, “25 años de lecturas, cafés y debates acalorados” en el club de lectura Los jueves milagro de Barañáin, que coordina desde hace un cuarto de siglo Arana y que cuenta hoy con una veintena de miembros.
Los cuatro han recibido en el marco del homenaje un obsequio de manos de la directora del Servicio de Bibliotecas de Navarra, Clara Flamarique, y han recordado aquellos inicios con nostalgia y mucho cariño.
Una aventura que sigue muy viva
“No sé por qué Jesús Arana nos eligió para empezar esta aventura, debió ser porque íbamos mucho por la biblioteca con un libro y pensaba que teníamos que socializar”, comenta Mariaje Osinaga, a quien la experiencia de participar en un club de lectura desde hace tantos años le “aporta muchísimo”.
“Me obliga a leer cosas que no hubiera leído de ninguna otra forma; y, sobre todo, me gusta el hecho de compartir, te enriquece muchísimo. Porque tú ves un libro de una manera y otros de otra”, dice esta lectora y tertuliana de Barañáin.
“En los clubes de lectura se aprende algo muy importante, a escuchar más allá del desacuerdo”
Jesús Remírez coincide en que “es una satisfacción compartir con otros puntos de vista y dialogar sobre ellos; es muy interesante”. Él, que recuerde, no ha faltado a ninguna sesión en estos 25 años de reuniones literarias. “Incluso en la pandemia seguimos juntándonos, de manera virtual, cada 15 días; no perdimos ni una lectura”, apunta Mariaje Osinaga.
A Patxi Martínez la experiencia le ha servido –sigue sirviéndole– “para aprender a comentar libros, a hablar de ellos, a ver que un mismo libro tiene muy diferentes lecturas porque cada uno lo interpretamos de una manera o desde un punto de vista distinto, puede ser desde lo literario, desde lo histórico…, y eso es muy enriquecedor”, afirma.
El homenaje de este sábado, han reconocido minutos antes de celebrarse, lo acogen “con ilusión y con nervios, porque somos personas que no estamos acostumbradas a esto”.
“Además, los muy lectores solemos ser personas muy metidas en nosotras mismas, y siendo hombres y mayores en una sociedad como ésta, en la que no nos acostumbraron a expresar los sentimientos, cuesta subir ahí y hablar en público. Por eso nos gusta ver esos sentimientos reflejados en los libros”, decía Patxi Martínez antes de salir a escena a recibir el homenaje, en el que han agradecido la labor de Jesús Arana, “un visionario en aquellos tiempos en que comenzamos algo que no imaginábamos que iba a coger este auge”.
Un misterio y una certeza: “Leer te abre a otros mundos”
Ahora mismo están leyendo en el club de lectura que coordina Arana la novela Misericordia, de la escritora portuguesa Lidia Jorge, que recrea los últimos días de su madre en una residencia. “Habla de lo que suponen esas vivencias, bastante duras, y de su relación con su hija escritora. Tenemos la tertulia el día 20 y me imagino que saltarán chispas, porque estamos muchos ya con los padres en una situación similar en cuanto a dependencia y cuidados, o casi ya nosotros mismos…”, dice Mariaje Osinaga, valorando el hecho de que leer “te abre a otros mundos”.
“Ojalá podamos seguir otros 25 años”, desean los tres lectores y tertulianos, augurando una larga vida a los clubes de lectura en Navarra, y animando a quien no haya probado todavía a unirse a uno de ellos.
“Es una de las experiencias más positivas que he tenido en la vida”, asegura Patxi Martínez, “intrigado” por “qué es eso que nos mueve a algunos a la lectura”. “Siempre me lo he preguntado, porque tengo dos hijos, uno lee mucho y otro no lee nada, y a los dos he estado siempre moviéndoles la cuna con una mano y con la otra leyéndoles, entonces es una cosa que es un misterio”, reflexiona.
Aquellos primeros años: pasión y efecto contagio
En enero del año 2000 empezaron a reunirse por primera vez los dos primeros clubes de lectura que surgían en Navarra con vocación de continuidad. “Fue algo muy natural, y en consonancia con lo que ocurría en prácticamente todas las comunidades autónomas”, dice Jesús Arana.
En esos primeros años todo fue “bastante precario”. “Las bibliotecarias y los bibliotecarios coordinábamos los clubes, así que al menos para eso no teníamos necesidad de contratar a nadie”, dice Arana, remarcando que desde el principio tuvieron claro “no solo que debía ser una actividad gratuita, sino que debíamos facilitar los ejemplares en préstamo sin coste alguno”.
“Jesús Arana fue un visionario iniciando algo que no imaginábamos que cogería este auge”
Hoy recuerdan con nostalgia la intensidad y la pasión con la que discutían durante esas primeras tertulias, dedicadas a temas controvertidos y que les interpelaban, como la guerra civil (con libros como El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas, el primero que leyeron), o el terrorismo (cuando comentaron Esos cielos, de Bernardo Atxaga, también en ese primer año en que ETA aun seguía muy activa).
“No era frecuente hablar abiertamente de estos temas en grupos de personas que todavía no se conocían, pero justamente era eso lo que pretendíamos”, recuerda hoy Jesús Arana. Leyeron libros sobre el Holocausto y el nazismo, sobre el racismo y la inmigración, y otros, como La vida sexual de Catherine Millet, que pusieron a prueba sus prejuicios y tabúes.
Enseguida empezaron a invitar a sus tertulias a autores y autoras –los primeros, Fernando Luis Chivite y Aingeru Epaltza–, y también a editores, libreros o traductores.
“En esos años de activismo, tuvimos mucho interés en convencer a otras bibliotecarias y bibliotecarios de las virtudes y ventajas de los clubes de lectura y, cada año, siempre con el respaldo del Servicio de Bibliotecas, organizábamos en Barañain cursos prácticos sobre cómo poner en marcha un club de lectura”, cuenta Arana.
Y así, poco a poco, por este efecto contagio, a lo largo de las dos décadas siguientes fueron surgiendo clubes de lectura en muchas bibliotecas, hasta llegar a los más de 320 que hay ahora mismo activos en la comunidad.
Para el recuerdo
Más tarde llegaron las primeras salidas literarias. “Guardamos un recuerdo imborrable de las tertulias que tuvimos en Gijón con Ricardo Menéndez Salmón; en Bilbao el mediodía de un sábado de primavera con Ramiro Pinilla, y la noche anterior en el Café Iruña con Unai Elorriaga..., por citar solo algunas”, dice Arana.
“Compartir visiones y puntos de vista sobre un libro es enriquecedor, te abre a otros mundos”
Él defiende que es urgente crear foros donde la ciudadanía pueda razonar de manera conjunta sobre el bien común. En definitiva, ejercer la democracia que tanto se echa en falta en la política. “Tener voz, poder participar, es el núcleo del ideal democrático. Como ha dicho en alguna ocasión el filósofo Michael Sandel, aprender a escuchar más allá del desacuerdo es un arte cívico importante. Y no es algo con lo que nacemos. Es algo que tenemos que desarrollar y aprender. Y es algo que se ejercita en los clubes de lectura”, valora el bibliotecario y coordinador de uno de estos grupos.
“Los clubes de lectura son verdaderas escuelas de ciudadanía, y resultan muy útiles para vertebrar una programación cultural; son una perfecta plataforma desde la que asomarnos al día a día de otras profesiones y a otros paisajes, y tienen una importancia extraordinaria para colectivos vulnerables”, asegura Arana, destacando que, sobre todo, los clubes son “imbatibles en un objetivo: el fomento de la lectura”.
Esa actividad que nos hace vivir más veces y de una manera más consciente en el mundo.