EN CORTO
- La exposición: Un día puede visitarse hasta el 30 de diciembre, día incluido, en el Espacio de Arte Apaindu de Pamplona (calle Curia, 9), de lunes a viernes en horario de 18.00 a 20.00 horas.
Pintura. Pintura tan cerebral como libre, que nace de lo íntimo para tocar lo universal; para tocar el alma y las emociones de quien se tome el tiempo de contemplarla.
Pintura que nace de la ambivalencia vital para expresarla, a través de lo simbólico y de la ruptura del símbolo. Pintura que es misterio, búsqueda y muchas veces, la mayoría, ausencia de significado o de respuesta cerrada.
Así es el arte de Alfonso Ascunce (Pamplona, 1966), un pintor que es cada vez más libre. Esa certeza se respira en la exposición que el creador navarro comparte con el público en Apaindu. Una muestra en la que la pintura lo llena todo y se eleva con la dignidad y ocupando el lugar que merece, traspasando los cuadros para activar los sentidos de quien la contempla.
Un día, “una medida de tiempo intemporal”, dice el autor, es el título de esta cita que puede disfrutarse este mes de noviembre y todo diciembre en el espacio de la calle Curia del casco viejo pamplonés, y en la que el artista navarro muestra grandes cuadros en una pintura al óleo “muy cerebral”.
“Yo diría que no es una pintura gestual aunque pueda parecerlo, y puede tener una lectura como expresionista y no lo es. Es más cerebral que otra cosa. Es muy mental. De hecho, en el estudio tengo un sofá enfrente de la pared en la que trabajo, y casi todo el tiempo estoy sentado; lo que es ejecutando, o sea, pintando directamente, estoy bastante poco tiempo”, asegura Alfonso Ascunce sobre estas creaciones que responden a “un trabajo íntimo y personal”.
“Tiene que ver con todo lo que soy y con lo que no soy, con lo que imagino, con lo que sueño, con lo que vivo y lo que no vivo, y con la Historia; mi trabajo es bastante cultural, creo. Y luego no tiene que ver con nada; procuro siempre eliminar prácticamente todo lo que aparece en cuanto a tema o a motivo”, dice el pintor, que, trabajando, apenas distingue entre lo más figurativo y lo no figurativo.
Sí hay una obra –a la que nada más entrar en Apaindu se van los ojos– en la que ha retratado a Cristina, su pareja, y Pipa, su perra, “por una cuestión de cercanía, de vínculo cercano”, dice sobre este cuadro que se diferencia del resto en cuanto a que “es el más figurativo, con diferencia”.
Cinco grandes obras –en formato de 195 x 130 cm– llenan las paredes de Apaindu e hipnotizan la mirada del visitante con sus composiciones, sus colores –de una paleta extensa que Alfonso Ascunce utiliza “muy libremente”–, los trazos y el movimiento con los que han sido alumbradas.
Pertenecen a un proyecto –no es exactamente una serie– que Ascunce inició en 2023 y que se materializa en cuadros de gran formato –“ahora mismo estoy creando el cuadro número 30”, dice– en los que se encuentra “muy bien”.
“El gran formato permite una relación muy física, muy corporal, que tiene que ver sobre todo con un tipo de trazo, un tipo de movimiento, un no preocuparme por el detalle...; son cuadros que tienen poco más que una persona de alto, así que es una relación casi de boxeo con el lienzo. Enfrente de él, hago una cosa y el cuadro me devuelve otra, y continúo”, dice de estas obras que conviven en la exposición de Apaindu con otros cuadros en un formato más pequeño que son justamente anteriores a los grandes”, y que sugieren y evocan tanto como estos. Para la exposición escogí casi al azar los que me aparecieron sacándolos del almacén”, dice el artista navarro de estas obras.
El momento de Alfonso Ascunce como pintor está marcado por una creciente libertad que tiene que ver con un cambio de actitud a la hora de crear.
“De un tiempo a esta parte trabajo con la idea de que lo que hago está bien siempre, frente a una manera de trabajar anterior en la que siempre quería hacerlo bien”, cuenta Ascunce sobre esta transformación que ha iniciado y con que le “va mejor”.
“Creo que trabajo con bastante libertad, una libertad bastante trabajada, y me siento muy bien pintando”, asegura.
Lo que no es poco en unos tiempos que el artista considera “malos, para todo en general”.
Y la pintura no se salva. “De hace ya tiempo a esta parte no está demasiado bien tratada, pero eso no tiene que ver conmigo. Es algo que viene de fuera; todo lo que viene de fuera es importante, pero no marca lo que yo hago”, reflexiona Ascunce, que llevaba tiempo pensando en no exponer, “sobre todo por cómo están los tiempos del arte, cómo está la sociedad y la cantidad de cosas que están pasando a toda velocidad, y pensando en que tenía que hacer algo para ubicarme, para saber qué tenía que hacer, pero mientras tanto trabajando, claro, pintando”.
Pero surgió esta oportunidad de volver a Apaindu, donde ya había expuesto anteriormente, y dijo que sí, “sobre todo por una cuestión afectiva y de cercanía con Inazio (Beloki), que lleva muy bien este espacio. Me gusta el lugar, es muy acogedor y para mí es cómodo exponer aquí, vivo a casi 50 metros”, dice el artista pamplonés.
En los cuadros de Ascunce, acumulaciones de vivencias, de historia, de cultura, el artista introduce, entre otras muchas cosas, referencias a ovnis, misteriosos objetos que sobrevuelan el blanco del lienzo.
“Es un juego, me interesa llenar el espacio, y también hay una alusión a que esperamos que sean los otros los que solucionen las cosas, mientras no hacemos gran cosa”, opina este artista que pinta “casi a diario”.
“La pintura es algo muy importante para mí. Es una especie de vida paralela a la sociedad, y a todo en general. Una vida paralela en la que yo soy lo que soy y hago lo que hago, frente a la sociedad en la que eres lo que eres pero en función a otros”.
Frente a una sociedad en la que, inevitablemente, se es menos libre. “Luego la pintura es muy exigente, eso es así, pero de algún modo ahí marco yo las reglas”, subraya Alfonso Ascunce.
Sus reglas, ahora mismo, pasan por validar los errores y desaciertos en el acto creativo. “No sé lo que haré mañana, pero ahora estoy en eso, y tiene que ver con que mi torpeza sirve, mi ineptitud sirve, todo lo que pueda entenderse a priori como negativo sirve: los errores, los desaciertos... todo es válido. Y creo que me hacen más persona”, reflexiona Ascunce, apuntando en este sentido que “en la sociedad actualmente ocurre lo contrario, todo el mundo tiende a ser un poco máquina, a funcionar y ser correcto, hacerlo todo bien..., y hacerlo mal, entre comillas, es positivo y enriquecedor”. Es necesario, a veces.
“Porque comas sopa y te caiga una gota al jersey no pasa nada... No hay más problemas que los que se buscan, muchas veces. Y cuando hay problemas es estupendo, porque se pueden resolver siempre”, asegura el pintor navarro, a quien le cuesta hablar de sus obras.
“Hay que verlas, y que cuenten lo que tengan que contar. Lo que cuente yo no es tan relevante”, opina.
EN CORTO
Nacido en Pamplona en 1966, Alfonso Ascunce vive y trabaja en la capital navarra. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco (UPV), es pintor y escultor.
Desde el año 1989 ha protagonizado numerosas exposiciones, tanto individuales como colectivas.
Su obra pertenece a la colección de la UPNA, al Museo Miguel Hernández, a la Caixa, al Fondo Ars Fundum o a las colecciones de los Ayuntamientos de Pamplona y Barcelona, entre otros lugares.