Llevamos tanto tiempo hablando de que va a desaparecer la televisión convencional, esa que siempre ha llegado a casa gratis a través de una antena en el tejado, que resulta chocante que a estas alturas, continúe con su mala salud de hierro. Lo dicen los datos: en el último año se han largado tres de cada cien de los que la veían; pero los datos indican que los que se quedan la ven más rato. Vale que cada vez van llegando más espectadores a Netflix y por ahí, pero los que siguen aguantando la televisión gratuita son todo un fenómeno a estudiar. Primero porque sustituyen a quienes se han largado viendo más minutos. Entre todos, los que más ven las tele son los mayores e incluyo aquí a la gente que ya ha cumplido los cuarenta y cinco años. Luego resulta que las mujeres llevan diez puntos a los hombres en esto de ver la tele de toda la vida. Un dato que habla por sí solo aunque hoy no le voy a dar ninguna explicación. A lo que quiero llegar es que, la televisión convencional cuenta con un público fiel, no tanto como el del lector de periódicos, que eso ya sería la bomba. Vale que los chavales se conformen con la programación casual y aleatoria que reciben de Youtube, por cierto, un fenómeno que no recogen las audiencias pero que lo situaría al 12% de quienes lo ven, a la altura de Telecinco y Antena 3; por encima de TVE y duplicando a Cuatro y LaSexta. Pero dejemos Youtube porque hoy toca hablar de la tele que se ve gracias a las antenas de los tejados. Esta semana, Antena 3 estrenó Toy Boy y los de Telecinco decidieron alargar una hora GH VIP asustados como estaban de una serie donde el bombón sexual por fin fuera un tío -en realidad fueron varios chicos-. Además, después de leer esta columna, sabemos que quienes más ven la tele son ellas. Así que adiós a la época dorada de Pretty Woman. Comienza una nueva era en la televisión de toda la vida. Y ellas tienen el mando y son mayoría.