CONCIERTO DE MASTODONTE
Fecha: 16/11/2024. Lugar: Teatro Gayarre. Incidencias: Entradas agotadas. Asier Etxeandia (voz), Enrico Barbaro (guitarra, bajo, sintetizadores), Pino Rovereto (batería), Iván Prada (guitarra), Domi Oliver (piano, percusión, saxo).
La avenida de Carlos III, ya de por sí bastante llena un sábado por la tarde, acogía dos ríos de personas que hacían la cola para acceder al Teatro Gayarre, donde el grupo Mastodonte iba a ofrecer su actuación. Las entradas para el espectáculo se habían agotado con antelación, y en este caso la hazaña tenía un mérito adicional, pues el dúo está presentado en directo un disco que todavía no ha visto la luz, que lleva por título Belleza y perdón y del que solo se conocen los adelantos que han ido lanzando a las plataformas digitales. No cabe duda que la fama de Asier Etxeandia aporta tirón a la propuesta, pero sus argumentos musicales y escénicos tienen una solidez a prueba de bombas. No hay en la actualidad algo comparable a lo qué Mastodonte ofrece.
La actuación tuvo diferentes fases: el comienzo emuló a La Orquesta Mondragón, con una bienvenida muy teatral en la explícita Levántate. Asier, actor de pura raza, elegantemente trajeado y moviéndose con soltura y aplomo, recordó, aparte de a Gurruchaga, a Elvis por sus movimientos, y a Freddy Mercury por su chorro de voz y su pose altiva en scena. Su compañero, Enrico Barbaro, encargado de la dirección musical del proyecto, tocaba la guitarra, el bajo y los sintetizadores desde un discreto segundo plano, dejando que todas las miradas buscasen al front man, que atraía la atención del público como un poderoso imán. En las siguientes dos horas largas, sobre las tablas del Gayarre hubo absolutamente de todo: canciones electrónicas, momentos más acústicos, baladas delicadas y ferozmente conmovedoras (especialmente hermosa sonó Niña clara de nieve, en voz de una de las bailarinas), soliloquios shakespearianos, codas circenses, interacción etílica con el público (al que invitaron a beber tequila a morro desde la botella), paseos de Asier por el patio de butacas (subiéndose, literalmente, sobre el respaldo de los asientos y caminando sobre las cabezas de los espectadores), numerosos cambios de vestuario (algunos ciertamente espectaculares), pasajes de crooner… Por haber, hubo incluso una pedida de mano en directo, protagonizada por una espectadora del concierto. Aquí no hubo sorpresas: el chico dijo sí.
Había dicho Asier, en entrevista concedida a este medio, que su propuesta de directo es difícil de definir; visto lo visto, no le faltaba razón. ¿Un concierto? ¿Una performance? ¿Una obra de teatro? Ni sí ni no ni todo lo contrario. Un sainete solemne, un rave, una liturgia sagrada y blasfema, un sacrificio a una deidad pagana. Una catarsis individual y colectiva. Una carcajada en un funeral. Un excremento en la sopa. Un lanzallamas en una gasolinera. El rombo de Ramoncín. El rayo de David Bowie. El libro de Paco Umbral. El “a la mierda” de Fernando Fernán Gómez. Un beso en la mejilla helada del cadáver. La frente sin arrugas de Dorian Gray, en el momento exacto en el que la pintura de su retrato se empieza a descomponer. Una caricia incómoda. La belleza y el perdón. Una herida profunda y bella.