Síguenos en redes sociales:

"Antes no sabía ni qué era, pero ahora sin una hora de siesta no soy persona"

"Antes no sabía ni qué era, pero ahora sin una hora de siesta no soy persona"Javier Bergasa

PAMPLONA. Su carné de identidad dice que se llama Olena Zalyubovska, pero ella lo desmiente: "Llámame como te dé la gana, pero mi nombre es Elena. Lo que pasa es que cuando se disolvió la URSS cada país decidió adaptar sus nombres. Y como en Ucrania Elena no existía, me pusieron Olena". La Elena soviética nació en Lugansk, ciudad de una región minera que le recuerda a Pamplona "porque hay mucho verde". Sus padres eran deportistas de élite; él se dedicaba al baloncesto; ella, al balonmano. Y a Elena, desde muy pequeña, le tocó el voleibol. A los 10 años ya entrenaba a doble sesión, a los 13 estaba en un centro de alto rendimiento y a los 15 era profesional y "cobraba más que mi madre" en las filas del Iskra, equipo que no abandonó hasta emigrar a España: "No estaba bien visto cambiar de club. Ahora todo es diferente. El capitalismo aprieta".

Con 25 años estuvo a punto de disputar los Juegos Olímpicos de Seúl, pero tuvo que abandonar la concentración de la URSS para cuidar a su hija de año y medio. "Tengo una espina clavada desde entonces, porque además el equipo se proclamó campeón olímpico. Pero era lo que tenía que hacer".

La Olena ucraniana llegó a España en 1992. Acababa de desmoronarse la URSS, y "hasta entonces no podíamos irnos, pero poco a poco empezaron a dejar salir a las jugadoras al extranjero". Después de completar una longeva y exitosa carrera como deportista, tanto en pista como en playa, Elena se pasó a los banquillos. Tiene fama de entrenadora trabajadora e implacable, exigente y perfeccionista. De la Escuela rusa. Pero también es cercana en el trato y luce constantemente una sonrisa que no termina de encajar con ese perfil duro. Este verano fichó por el GH Ecay Leadernet, conjunto del Club Deportivo Iruña que avanza como un cohete por la Superliga2, categoría de plata del voleibol femenino nacional. Es una apasionada de este deporte "tú y tu volei es la frase estrella de mi marido", le dedica 14 horas diarias y si hace falta un empujón extra le dice sin titubeos a su ayudante: "Sergio, hoy no dormimos". Un esfuerzo titánico a pesar de las dificultades, ya que "antes no pasaban cosas como ahora, que vas a trabajar a un club y estás toda la temporada sin cobrar". De nuevo, "el capitalismo aprieta".

¿Por qué eligió el voleibol? No lo elegí. ¡Qué vas a elegir a los diez años! Yo cantaba en un coro, y un día la maestra paró y dijo: "Aquí me suena mal algo. Venga, uno por uno a cantar". Cuando llegó mi turno dijo: "Ahhh, ¡eras tú!". Y entonces fui al voleibol y ahí me quedé. Antes hice atletismo, natación... la oferta era amplia. También me hubiera gustado tocar el piano o ser policía, porque en mi país a la Policía se le respeta mucho.

Pero en la Unión Soviética el deporte también se respetaba mucho. No podía quejarme. La URSS lo potenciaba mucho, y éramos unos privilegiados. Practicar deporte se consideraba como una profesión.

Ha sido deportista profesional hasta los 40 años. ¿Eso es normal? No es lo habitual. Yo llegué a España con 27 años, y estaba fatal de lesiones. Pero aquí algo pasó. No sé si fue el clima, el cambio de entrenamiento, la alimentación... pero se me pasaron todos los males. Me gusta compararme con una máquina vieja, que si para ya no funciona y tiene que estar siempre enchufada. Yo era igual, así que me mantenía activa todo el año, y por eso duré tanto. Terminaba la temporada de pista, iba a la selección y después enlazaba con el voleibol playa.

Después de tantos años jugando, ¿es fácil desconectar? Yo dije que cuando cumpliera 30 años como jugadora lo dejaría, y así fue. Y podía haber seguido. Pero no lo echo de menos. Antes no entendía cómo la gente decía eso de "no tengo tiempo ni ganas para hacer deporte". Pero ahora lo digo yo, y es raro porque antes no paraba. Se ve que tantos años pasan factura.

¿Qué porvenir tiene una entrenadora de voleibol en España? Uno muy complicado. Por eso para mí es un lujo estar aquí. Hace un par de años ya empecé a escuchar sobre Pamplona, que trabajan muy bien, también con la base, buscaban colaboradores... Veo mucha gente implicada, y un trabajo que está desarrollándose prácticamente desde la nada, y eso tiene mucho mérito para mí y es muy ilusionante.

¿Le da rabia compararse con la repercusión y sueldos del fútbol? Es normal reconocer al deportista, porque a lo mejor toda su vida no hace otra cosa que machacarse. Es un trabajo como cualquier otro, estresante, que requiere mucho tiempo. Por eso no me da rabia. Pero amo mi profesión, y me da pena que no esté reconocida como tal. Yo no bajo de 14 horas de trabajo al día, por eso es una profesión.

Con tanto trabajo, sus jugadoras sabrán hasta el DNI de las rivales. Les hacemos de todo, pero todavía me falta. Se trata de saber lo máximo del rival y comprimir y concretar la información de tal manera que a las jugadoras no les cueste mucho trabajo aprenderlo.

Imagino que no será de las que duerme hasta las 12 (Rotunda) No, no, no. Siempre me levanto muy temprano. A veces a las 5 y media, otros días a las 6 y aún así el día no me da, me faltan horas. Hay que hacer muchas cosas. En cuanto se acaba un partido ya empiezo a pensar en el siguiente, y luego en el siguiente... soy muy organizada. Me gusta que las cosas funcionen bien, pero para eso tienes que estar siempre atenta. Hay que ir al partido con la sensación de que tú has hecho todo. Luego puede salir o no, pero lo que menos me gusta en la vida es el y si hubiera hecho. Por eso trabajamos mucho, tanto yo como mi ayudante Sergio Ruiz. Hay poca gente tan entusiasta como él, y eso es muy importante en deportes minoritarios como el nuestro.

Le gusta machacar físicamente a sus jugadoras, hasta el punto de palparles y decir "este músculo lo he creado yo" (Ríe) No es para tanto, y desde luego la frase no es literal. Nadie se me pone cuadrado, pero el camino va bien. Considero muy importante el aspecto físico del entrenamiento. Y si veo a una jugadora a la que yo entrenaba, lo primero que hago es tocarle los músculos y ver cómo están. Un día coincidí en el aeropuerto con la selección júnior, con la que había colaborado, y las niñas venían corriendo diciendo "¡Mira, mira!" y enseñándome el bíceps. La jugadora tiene que ver la importancia de esto, y yo procuro fomentarlo, aunque sea con esas tonterías.

Ha entrenado a hombres y a mujeres, ¿hay diferencias? ¡Hay un mundo! El año pasado entrené a hombres y me quedé encantada, lo pasé súper bien y para mí fue muy simple manejarlo. Yo tengo que echar broncas de vez en cuando, eso está claro, y los hombres las aceptan más fácil. Si hay algún problema lo hablas, y entre ellos lo solucionan rápidamente y no hay más. Con las mujeres eso no pasa. No tiene nada que ver. Y con esto no quiero faltar al respeto a las mujeres. Soy la primera que he sido jugadora, veo que muchas cosas que pasan yo también las hice de jugadora y me hace gracia.

¿Suele echar muchas broncas? No demasiadas. Solo cuando hacen falta. No me gusta la gente acomodada. Aquí nos trata bien el club, el presidente, los aficionados llevo 20 años en España y puedo contar con una mano los clubes en los que la jugadora está tan cómoda, respetada y tranquila. Y tenemos que ser conscientes de esto. El hecho de estar tan bien es un motivo más de exigencia. De todos modos, las broncas nunca las traslado a la vida. Una cosa es el trabajo, pero luego somos buenas compañeras.

¿Y se arrepiente de esas broncas? ¡Y tanto! Soy como una madre para ellas, por eso no me gusta ese papel. Pero trato de que la gente sea consciente de lo que tenemos y de que tenemos que responder.

¿Cómo compagina esas dos vertientes de entrenadora estricta y madre de las deportistas? Trato de comprender a las jugadoras, de que estén bien. Es raro que me desentienda de cualquier problema suyo. Y tomo cariño enseguida al grupo, porque pasamos muchas horas juntas. En estos años de entrenadora no me ha tocado un grupo malo. No sé si es por dinámica de trabajo, pero nunca he podido decir "mira esta jugadora qué cabrona es". Supongo que hay que marcar las reglas desde el principio, aunque alguna parezca dura. Son básicas para el buen funcionamiento. La filosofía va encaminada al equipo. Todo para el equipo.

Hablemos de su país natal y de las diferencias con España. ¿Allí existe el botellón? Con las dimensiones de aquí no creo, pero algo parecido debe de haber, porque muchas costumbres pasan de Europa para allá.

¿La telebasura también se exporta? ¿Hay Belenes Esteban ucranianas? No tenemos esa clase de programas, estilo Tele 5. A mí me gusta la televisión, pero cada vez la veo menos, y yo misma me sorprendo. Pero es que pones la tele a la tarde y vamos... En Ucrania esos programas no están bien vistos, aunque sí hay prensa amarilla. Me gusta más la tele de allí. Hay más programas documentales, de ciencia...

Cuando llegó a España, ¿le costó adaptarse al ritmo latino? Me integré rápido porque estaba sola, y a los cuatro meses ya hablaba español. Pero sí que me costó adaptarme. (Tuerce el gesto) ¿Siesta? ¿Qué siesta? En Ucrania eso no existía. ¡Y la comida a las 3 de la tarde! Además me sorprendía muchísimo que la gente llegase siempre tarde, los famosos quince minutos de cortesía. Pero eso fue hace 20 años. Ahora todo el mundo es más formal, no tiene nada que ver con aquella época. También me chocaba que la gente hablase tan alto en la calle. Tenía la sensación de mucho ruido, de jaleo. Ahora incluso dicen que yo hablo alto... a lo mejor me estoy acostumbrando.

¿Y ahora echa la siesta? Sí, antes no sabía ni qué era, pero ahora sin una hora de siesta no soy persona. Lo único que no he podido cambiar es el horario de comida. Me levanto tan temprano que a las doce tengo que comer.

¿Cuál es la comida típica de Ucrania? El borshc. Es un guiso, un plato caliente que lleva col, patatas, carne... en general la comida es más pesada, para el frío y para el vodka.

Hablando de bebidas, ¿ha probado ya el patxarán? ¡Claro! Y me gusta. Ya lo había probado en Granada, y cuando vine aquí supe que es de esta tierra y en alguna cena del club lo he bebido. Está buenísimo y entra muy fácil.

¿Qué le parece esta tierra? Soy antitaurina, pero los encierros me gustan y llevo muchos años viéndolos por la tele Quién me iba a decir que iba a terminar aquí. Vi Pamplona en pleno julio y me gustó. Da la sensación de amplitud, de que hay mucho aire. Sales a la calle y son calles amplias, con un montón de verde y de campo que me recuerdan a mi tierra.

Su familia se ha quedado en Granada, pero se ha traído a su madre. Mi madre es la pieza indispensable. Sin ella sería muy difícil dedicarse a esto y echar las horas que echamos. Ella me ayuda con todo, y un apoyo en casa es muy importante. Es la fan número uno del equipo. Yo digo que mi marido tiene suerte con la suegra, porque ve deportes todo el día, no hace otra cosa. Pocas suegras verán tanto fútbol.

La fan número uno estará contenta con la marcha del equipo... Vamos primeras y la gente piensa que es un equipo hecho para ascender, pero no es así. Necesitamos subir un peldaño para marcar diferencias en esta competición. No me gusta perder ni a las canicas, en el club todos somos competitivos, nos gusta ganar y hace varias temporadas que no se pierde un partido en casa. Pero algún día tocará.

Pero a principio de temporada el objetivo era la permanencia... No es la permanencia, sino los puestos altos, y a base de trabajo. Un objetivo bonito, importante y realista sería jugar la Copa de la Princesa.