Estercolero Everest
Heces y orines se suman a los materiales no biodegradables que se acumulan en el monte con más ascensiones que el resto de ochomiles juntos
vitoria - Una colilla tarda en descomponerse de 1 a 2 años; un chicle unos 5; una lata como 10; un corcho cerca de 100; una bolsa de plástico alrededor de 150; una botella de lo mismo de 100 a 1.000; un casco de vidrio unos 4.000. Materiales no biodegradables que se han ido enquistando en el Everest como rastro de las expediciones que recibe la montaña más elevada del planeta. Un problema grave para el ecosistema, para el futuro de la humanidad, como lo recuerda Nepal, país del origen de una de las dos rutas más frecuentadas, la de la cara sudoeste del ochomil o denominada Vía del Collado Sur, por quienes buscan coronar la Tierra, ese idílico escenario ya no tan inhóspito que, además de escombrera, incluso se ha convertido en tartán para récords varios.
Pero, aunque para la concepción social generalizada tal vez no sea así, también es seria la cuestión de esas materias biodegradables, como las heces o los orines, otra huella del ser humano en su intento por alcanzar la azotea. Ahora son motivo de una nueva alarma ante la amenaza que es el ser humano y sus querencias. Es el daño para el medio ambiente del turismo de altura, conformado en cada vez más ocasiones por personas poco o nada sabedoras de los principios y valores de los experimentados, de los puristas de la escalada, los profesionales, los mayores interesados, además de la gente local, en la sostenibilidad.
Según las autoridades que regulan las ascensiones al Everest, un alpinista puede dejar alrededor de 8 kilos de desechos en la visita a una montaña que ha albergado las ascensiones de más de 7.000 montañeros -en los últimos años se han dado cerca de 700 por temporada, que son ventanas de cerca de dos meses, aunque las cifras gubernamentales hablan de 4.500- desde que en 1953 Tenzing Norgay y Edmund Hillary desvirgaran la cúspide de la montaña. La frente del cielo (Sagarmatha, para los nepalíes) congrega más visitantes incluso que el resto de los 13 ochomiles contados por unidad. Esto ha generado, teniendo en cuenta que la diferencia entre las ascensiones pioneras tras más de sesenta años hasta hoy la acumulación era entonces menor y esta se ha multiplicado con el paso de los años, un depósito de más de 35 toneladas de residuos. El Everest se ha convertido en un estercolero. Lo denuncia la Asociación de Montañismo de Nepal, ante la apertura de la veda para la escalada del monte la primera semana de abril.
“No hay muchos problemas en los campos base -desde esos 5.360 metros de altitud posee cuatro más hasta los 8.850 de la cima-, donde hay retretes. Intentaremos identificar las áreas que están teniendo problemas, colaborando con el sector privado y los guías”, anuncia el portavoz del Ministerio de Cultura, Turismo y Aviación nepalí, Umakanta Parajuli. Es la voz de alarma de un gobierno que el año pasado implantó medidas obligatorias para quienes escalen la montaña: regresar al campo base con 8 kilos de residuos. En caso contrario, los expedicionarios serán multados con más de 3.600 euros, cantidad que se deposita de manera previa a la ascensión. Un peaje con retorno económico y también ecológico.
En el caso de las heces y los orines, su congelación hace perdurar su existencia, que contamina el ambiente, tanto el aire como el suelo. Recordar que los alpinistas emplean la nieve para beber además de para cocinar y el aire, limitado de oxígeno -a pesar de que el 98% de las expediciones lo empleen embotellado en el encumbramiento-, es necesario puro, y evidentemente no solo para la actividad deportiva. Citar, asimismo, que un gramo de excremento humano posee diez millones de virus, uno de bacterias, mil quistes de parásitos y cien huevos de estos. La defecación al aire libre es la principal causa de muerte por diarrea. De hecho, cada día, 2.000 niños y niñas menores fallecen por diarrea. Uno cada 40 segundos. En México esta polución, por heces de perros y gatos, es cuestión de Estado.
Cancelación de expediciones Las medidas, los cambios de regulación de permisos de los últimos años, sumados a la situación política inestable, el cambio climático y su consecuencia de unas condiciones meteorológicas cada vez más impredecibles, así como las cuestiones de seguridad -recordar que el año pasado se produjo la mayor tragedia de la historia del Everest, con el fallecimiento de 16 guías nepalíes por una avalancha en la ruta principal, entre el campo base y el campo 1- han llevado a algunas agencias especializadas, como la canadiense Peak Freaks, a la cancelación de sus expediciones comerciales. Viajes que venden a cualquiera por entre 20.000 y 50.000 euros que comprenden vuelos, utensilios, guía, porteadores, trekking por la zona... Agencias como Himalayan Experience o Alpenglow han reconducido sus ascensiones a la cara norte, con suelo tibetano, la Vía del Collado Norte, la otra ruta más pisada de las 15 principales.
“La acumulación de desecho humano, que causa contaminación y la propagación de enfermedades, puede hacer perder el interés por escalar el Everest. Aunque hay muchísimas dificultades técnicas, necesitamos iniciar algunas actividades para limpiarlo”, clama el secretario general de la Asociación de Montañismo nepalí, Thakur Raj Pandey. Una cifra que lanza Asian Trekking es que ha limpiado 700 kilos de basura desde 2008, cantidad insignificante por la parcialidad que es un empeño que debe ser global. Ya hay unos 300 alpinistas aguardando al pistoletazo de salida de la temporada. Se esperan muchos más antes de cerrarse el curso. Sus intenciones son claras, ¿y su civismo?
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