Cuando hablan de su padre se vuelven serios y en sus miradas dejan entrever los recuerdos de aquellos años en los que su progenitor se convirtió en todo un campeón del mundo con la selección rusa. Oleg Kisselev, ex del desaparecido Portland San Antonio y que también ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, en ningún momento presionó a sus hijos para que siguieran su mismo camino. Eso dicen ellos, Yaroslav Slava Kisselev (Rusia, 1991) y Oleg Kisselev (Santander, 1997). También juegan a balonmano y, aunque su equipo esta temporada seguirá siendo el filial que compite en Primera Nacional, esperan que el nuevo entrenador del Helvetia Anaitasuna, Iñaki Pérez, cuente con ellos para disputar algunos partidos en la Liga Asobal y en la Copa.

“La anterior temporada la terminamos pronto y teníamos muchas ganas de empezar. Creo que va a ser una temporada bonita”, comenta Oleg. Tanto él como su hermano afrontan con ganas e ilusión un año en el que el primer equipo va a competir en Europa. Por eso, ellos se ven con opciones de ayudar, “ya que la carga de partidos será mayor”, recuerda Oleg. De momento, están haciendo la pretemporada con los mayores y durante la misma alternarán los entrenamientos y partidos del primer equipo con los del filial.

Tanto Slava como su hermano conocen muy bien a Iñaki Pérez y saben que con él pueden mostrar su mejor versión en la pista. “Iñaki quería que dirigiese al equipo y en eso es lo que más he mejorado en los últimos años. En saber leer los partidos y tomar las decisiones correctas”, apunta Slava, quien se define como alguien “impulsivo” dentro y fuera de la pista. Su hermano Oleg también dice ser “emocional” porque “me vengo arriba y abajo en muchos momentos”. Están de acuerdo en que son jugadores diferentes. “Yo soy más de jugar el balón y dar pases y mi hermano es defensivo y goleador”, explica Slava.

Su padre, que ahora se encuentra en Rusia buscando trabajo e intentando crear una Federación de balonmano en su ciudad natal, les anima y les aconseja desde lejos, aunque también ha podido asistir al Anaitasuna a ver a sus hijos. Slava, entre risas, comenta que su padre es “crítico, pero siempre nos dice su opinión y lo hace para ayudar”. Oleg habla del trabajo y el esfuerzo, algo que su padre siempre les recuerda “porque las cosas pueden salir o no, pero para él el trabajo siempre es lo más importante”.

Ambos confirman que nunca les obligó a jugar a balonmano, sino que les salió de dentro “porque lo veíamos todos los días” y, al final, les entró el gusanillo de probarlo.

Centrados en la pretemporada con Iñaki Pérez, no olvidan que su equipo principal va a competir en Primera Nacional. Slava, al igual que la temporada pasada -jugaron la fase de ascenso-, apunta alto en este nuevo año. “Todo lo que no sea jugar la fase de ascenso significaría no acabar contentos la temporada. De todas formas, no hemos ni empezado, así que no queremos mirar más allá del primer partido”, dice un precavido Slava.

Los hermanos confían en sus posibilidades y son optimistas. Estudian y no se obsesionan con el balonmano. Saben del protagonismo que tuvo su padre, pero eso no les añade presión. De momento, son felices jugando a balonmano en Anaitasuna y esperan seguir en este club muchos años más.