PAMPLONA. Amstel Gold Race. Unidos de la mano, cada año la invasión de aficionados belgas y los propios holandeses se juntan para disfrutar de dos de sus pasiones, la cerveza y el ciclismo. Con un toque naranja arranca la primera de las clásicas de las Ardenas. La holandesa solo tiene 52 años, pero la tenacidad de sus gentes amantes de las dos ruedas han hecho de ella una de las más codiciadas del ciclismo profesional. La carrera lleva el nombre del patrocinador general.

Los países Bajos, como bien se sabe también, son una tierra de bicis. Aproximadamente hay censadas unos 11 millones de bicicletas para una población de unos 16 millones de habitantes.Quizás no tiene el caché de la Paris-Roubaix, Tour de Flandes o la Lieja-Bastogne-Lieja, pero se ha hecho un nombre gracias a las grandes figuras que han ganado allí. Los Países Bajos se consideran un país llano, pero también hay hermosas colinas con desniveles fuertes donde poder hacer la carrera muy dura. Lo bonito de estas clásicas de las Ardenas es que en la zona interior de Holanda por donde transcurre la carrera las carreteras son muy estrechas, de asfalto resbaladizo y zonas sombrías muy sinuosas.

Su recorrido recién actualizado es muy accidentado, con treinta y cinco colinas, que por cierto, no alarman por su altimetría, pero que te dejan las piernas reventadas por sus constantes repechos. La carrera siempre es muy nerviosa y angustiosa, ya que se desarrolla en un perímetro muy restringido donde las carreteras estrechas se anudan y desanudan dando la impresión vertiginosa de una montaña rusa. Aquí los latigazos que recibe el pelotón al salir de cada curva son brutales, de frena-acelera, y así hasta que explote la carrera en mil pedazos. Hasta ese momento la clave es estar bien colocado en la parte delantera del pelotón. El problema es que todo el mundo no puede ir en cabeza, y de ahí la tensión por querer mantenerse delante.

El año pasado los organizadores cambiaron parte del recorrido final dándole más emoción y tensión, siendo la última parte muy vertiginosa. Si solo nos fijamos en ese tramo antes de la última subida al Cauberg, de 1.3 kilómetros al 5.8% y máximos del 12%, hasta meta nos esperan cuatro colinas dignas del ciclismo moderno. Kruisberg, de casi 1 kilómetro al 7.5% de media. Nada más acabarlo se presenta otra colina durísima como Eyserbosweg, de 1.1 kilómetros al 8.2%. Aquí la carrera ya empieza a tambalearse, y puede ser buen momento para los corredores que quieran intentarlo de lejos, circunstancia que puede hacer dudar a muchos corredores, ya que quedan las tres colinas más duras.

Después de coger un poco de aliento, si se puede, y de pasar por Fromberg, los corredores llegaran al tramo más duro. Nada más y nada menos que Keutenberg, un repecho de 1.7kilometros al 5.6% de media y rampas de hasta el 22%. Aquí es realmente donde los más escaladores tienen que intentar romper la carrera y no llegar a meta con los velocistas. Una vez pasado este tramo, y sin apenas recuperar, llega Cauberg, otro repecho durísimo de 1.2 kilómetros al 5.8% de media y rampas máximas del 12%. Aquí la fruta madura caerá por su propio y peso, dejando a los más fuertes en las rampas del Geulhemmerberg, con un kilómetro al 6.2.

Poco después de coronar este penúltimo muro los corredores que queden tendrán que afrontar entre calles estrechas y caminos rurales Bemelerberg, de 1 kilómetro al 5% de media y algún tramo al 10%. Como fin de fiesta, el último kilómetro será una gran recta, una recta para alguno interminable, y para otros el momento mágico de la temporada.

Seguramente veremos una batalla por todo lo alto. Corredores que vienen con sed de venganza de las carreras del pavés, como Greg Van Avermaet, Niki Terpstra, Zdenek Stybar, Benoot, Philippe Gilbert y corredores que vienen con las pilas cargadas a dar batalla como Alejandro Valverde, Michael Matthews, Tim Wellens, Sergio Henao, Michael Kwiatkowski, Alaphilippe, etc. La duda es como estará Peter Sagan después de ganar la París-Roubaix. ¿Podrá brindarnos un delicioso mano a mano con el 'capo' de Movistar?