Un viaje de estudios a Malta que se torció de la manera más injusta posible y que, afortunadamente, acabó con final feliz. Este es el guion de una historia protagonizada por Sheila Maeztu, estellesa y jugadora de baloncesto que pasó de la pena a la gloria. Sheila Maeztu partió hacia Malta junto con sus amigos y compañeros de clase para celebrar el graduado en Fisioterapia en la Universidad de Reus (Tarragona). Debido a que dicha carrera pertenece al ámbito sanitario, ella, junto al grupo de 30 estudiantes con el que viajaba, se encontraba ya vacunada. Sin embargo, toda precaución es poca hoy en día y quisieron tomar más medidas para prevenir cualquier tipo de problema que les alejase de disfrutar del premio por haber conseguido el graduado. Durante el vuelo se equiparon con una doble protección, mediante una mascarilla FFP2 y otra quirúrgica, además de realizar previamente una PCR que ellos mismos pagaron de su bolsillo.Cuando apenas habían dispuesto del tiempo suficiente para disfrutar de su estancia en Bugibba (Malta), les comunicaron que durante el trayecto hubo cinco pasajeros, completamente ajenos a ellos, que dieron positivo. Esta situación les obligó a confinarse en el hotel donde se alojaban, permaneciendo hasta 14 días en pequeñas habitaciones de dos personas. De esta manera el grupo de estudiantes en el que se encontraba Sheila no tuvo más remedio que acatar las órdenes, pese a la injusticia, y perder el vuelo de retorno que tenían ya cogido para el 2 de julio. Entre otras cosas, la jugadora de baloncesto estellesa no pudo acudir a una boda que se celebraba el 10 de julio.

“Teníamos mucha ilusión por el viaje porque era nuestra despedida tras cuatro años de carrera. Fue una pesadilla el tener que hacer un confinamiento de 14 días. Tampoco hemos estado fatal como la gente se piensa porque al menos hemos estado con nuestra compañera de habitación. Por otra parte, sí que ha sido muy duro en el sentido de que si estás en tu propia casa puedes dar pequeños paseos hasta la cocina. Nosotras estábamos encerradas en cuatro paredes”.

Un calvario que, pese a intentarlo, no se pudo resolver de ninguna manera. “La verdad es que no se pudo solucionar nada. La intención era salir antes de cumplir la cuarentena completa. La embajada de Malta no quiso sacarnos antes, por lo que tuvimos que cumplir con los 14 días previstos. Hemos puesto una denuncia al Gobierno de Malta y ahora estamos en manos de nuestro abogado, que también va a denunciar a compañías, seguros o a quien haga falta para que se haga justicia. Nosotros cumplimos con todas las medidas y precauciones necesarias y hemos tenido que pasar por una situación completamente inmerecida”, analizaba.

Entre todo este desbarajuste, Sheila Maeztu recibió una llamada el 6 de julio, en lo que ya estaba siendo su segunda semana confinada, en la que el Sant Adrià, equipo de baloncesto catalán que milita en la Segunda Femenina, le hacía una oferta para formar parte de sus filas de cara a la temporada que viene. Un rayo de luz entre tanta oscuridad que decidía el futuro de la estellesa, ya que en un principio ella ya lo tenía hecho con un equipo de Zaragoza. De esta manera su vida cambiaba con una sola llamada que determinaba asuntos como el dónde vivir o a qué nivel deportivo aspirar.

“En mayo yo ya decidí que no quería seguir en el Reus Ploms, pues quería dar un salto de categoría y ver hasta dónde era capaz de llegar. Me apetecía un montón ir a Liga Femenina 2 para ver dónde estaba mi límite y darlo todo como jugadora. Hasta hace una semana ya lo tenía apalabrado con un equipo de Zaragoza. No obstante, cuando estaba en Malta, en mi segunda semana, me llamó el entrenador del Sant Adrià diciéndome que quería contar conmigo. La mejor opción para mí era ir a Barcelona y justo me llegó en un momento en el que mi vida estaba patas arriba”, declaraba la jugadora entre risas.

Una noticia que a Sheila le cogió por sorpresa, ya que en los equipos catalanes, que siempre fueron su preferencia, las jugadoras son más veteranas y cuentan con el crédito suficiente como para tener los minutos completamente estipulados. “La llamada no me la esperaba, por eso mismo hablé con el equipo de Zaragoza. Me quedé sorprendida por el hecho de que contasen conmigo, pero también hay que decir que el entrenador del San Adrià estuvo a los mandos de un equipo contra el que jugamos la temporada pasada. Él me decía entre risas que ahora que me había sufrido en contra quería que estuviera en su equipo”, analizaba Sheila Maeztu.

Ahora que el mal trago de Malta se ha pasado, solo queda disfrutar de lo que realmente está por llegar. En una división tan comprometida y de alto nivel como es la Liga Femenina 2, Sheila piensa meramente en darlo todo en cada partido y entrenamiento para conocer sus límites como jugadora. “Mi objetivo es dar el máximo para estar de la mejor forma posible tanto física como mentalmente. Si consigo esto, podré ayudar al equipo. Soy consciente de que vengo de una categoría inferior, puesto que mi objetivo no es otro que el de aprender, mejorar y disfrutar. No puedo decir que mi objetivo es el ascenso porque lo primero es adaptarse y dar el máximo. Si me concentro en ir día a día podré dar mi máximo como jugadora para aportar mi granito de arena al equipo”, afirmaba.

Una mala experiencia y, por el camino, una gran noticia.

La protagonista. Sheila Maeztu Tortajada tiene 24 años (Estella, 11-01-1997).

Estudios. Su etapa escolar la desarrolló en su localidad natal, Estella, en los colegios Santa Ana y Nuestra Señora del Puy. Graduada en Fisioterapia por la Universidad de Reus (Tarragona).

Trayectoria deportiva. Comenzó jugando en Oncineda, donde en su último año júnior ascendió a Liga Nacional del País Vasco. Fichó por el Lagunak, consiguiendo ganar la liga y perder la final de ascenso a Liga Femenina 2. En Cataluña fichó por el Reus Ploms, ascendiendo a Primera Catalana y a Copa Catalana. El año que viene estará en el Sant Adrià de Liga Femenina 2.