Con sólo 24 años, Guillermo Fischer ya se ha colgado una medalla de oro en los Juegos Panamericanos, ha disputado dos campeonatos del Mundo con la selección argentina y sigue recibiendo la llamada de Manolo Cadenas para las convocatorias con los Gladiadores. La última, para disputar este sábado, en el WiZink Center de Madrid, un amistoso ante España. Sin hacer mucho ruido, el lateral izquierdo del Helvetia Anaitasuna continúa dando pasos en su carrera dentro del balonmano, el handball como es conocido en su país, y no tiene intención de detenerse.

Dentro de la pista su semblante es serio. Siempre concentrado, pendiente de cada detalle. Aparentemente discreto. Sus actuaciones carecen -a priori- de la vistosidad que pueda desplegar un compañero en la faceta ofensiva. Pero no de la brillantez. El argentino se está coronando como un gran especialista defensivo, baluarte en el centro de la zaga ya sea de la mano de Antonio Bazán o de Héctor González, y polivalente si la situación lo requiere. Cuando le ha tocado subir al ataque, lo ha hecho. Y si ha tenido que jugar desde el pivote, también.

Fuera de la pista, Guillermo Fischer exhibe una extraordinaria madurez. Sonríe cuando habla de sus compañeros, recuerda entre carcajadas algunas anécdotas vividas y también se emociona, en especial cuando recuerda a su padre. El jugador del Helvetia es hijo de Rodolfo Lobo Fischer, leyenda del fútbol argentino que falleció en octubre a los 76 años víctima de un cáncer. Un trago muy duro, como reconoce, agravado además por la imposibilidad de viajar a Argentina para despedirle, debido a la pandemia de coronavirus.

“Mi padre fue mi hincha número uno, a veces para exigirme y otras para felicitarme”, recuerda Fischer. A él le dedica cada logro en su carrera, cada paso que va dando en el mundo del balonmano. Un deporte que empezó a practicar con 7 años en su colegio, Naciones Unidas, gracias a un profesor, Marcelo Castello. Su altura -que ahora está en los 2,01 metros- no pasó desapercibida y se convirtió en su principal baza para iniciarse en el 40x20.

La selección argentina, en sus categorías inferiores, pronto se fijó en las cualidades del joven Guillermo Fischer y en su balonmano. Pasó por la juvenil albiceleste, por la júnior y ahora disfruta de la absoluta donde su técnico, Manolo Cadenas, es uno de los culpables de que el lateral de Anaitasuna decidiese cruzar el charco.

DE SU PAÍS A EUROPA En Argentina, Fischer cursaba la carrera de Contador Público a la vez que se dedicaba al balonmano. En la selección estaba a las órdenes de Manolo Cadenas, técnico también del ABANCA Ademar de León, y figura clave en su decisión de cambiar de aires. “Él fue quien me motivó a dar el salto. En Argentina, por mucho que uno se quiera dedicar al balonmano y lo haga con amor, es un deporte amateur”, explica.

En un principio, le propuso jugar en España con el Nava de la Asunción, de la División de Honor Plata. Por entonces, finales de febrero y principios de marzo de 2018, cogió un avión y acabó plantándose en Segovia. “Estuve entrenando diez días con el equipo y me volví para Argentina, porque el período de fichajes para la categoría ya había finalizado. Pensé en centrarme en mis estudios y dejar el balonmano como un hobby”, recuerda.

Sin embargo, en mayo de ese mismo año, otra puerta se le abrió en la Liga española. “Cadenas me dijo que tenía una oferta para mí, para venir al Teucro. Sabía que si en ese momento le decía que no a Manolo Cadenas, me cerraba las puertas de la selección (se ríe). Estaba entre la espada y la pared. Era una decisión complicada, porque también se lo tenía que comentar a mis padres. Mi madre me dijo que sí, que adelante, y la verdad es que me quedé sorprendido. Y mi padre, que siempre me apoyó con el balonmano, era más reticente a que me fuera lejos de casa y encima a otro continente. Al final no me dijo que sí, pero tampoco que no. Me contestó que la decisión era mía”, señala.

Tras su paso por el Teucro gallego, en 2019 fichó por el Helvetia Anaitasuna, donde ahora es uno de sus pilares defensivos. “Yo estoy muy a gusto en el equipo, así me siento desde el primer día. Mis compañeros son grandes jugadores, pero sobre todo grandes personas. El ambiente dentro del vestuario es algo increíble. Te reciben con los brazos abiertos y dispuestos a echarte una mano siempre. Lo mismo pasa con el cuerpo técnico, algunos más serios y otros más sociables, pero todos excelentes personas. Angulo (preparador físico) creo que es la persona más positiva que conozco en el mundo. El ambiente es muy lindo, la verdad”, constata.

Fischer es consciente de que su buena labor en la defensa es posible también gracias al apoyo de sus compañeros. “Ellos contribuyen a que me sienta más seguro. Ahora no está Tony (Bazán), pero sí Héctor, que lo está haciendo sensacional. Es un jugador muy fuerte, muy duro y llega siempre a las ayudas. También Ibai Meoki, que es un jugador muy bicho, con mucha picardía. O Alvarito (Gastón) mismo, que roba balones y con su velocidad los convierte en goles. Da gusto defender así, cuando el equipo está bien articulado”, asegura.

Este buen hacer sobre la pista y sus virtudes a la hora de defender le han permitido ganarse en el tiempo la confianza de su principal motivador, Manolo Cadenas. En enero participó en su segundo Mundial, el de Egipto, tras haberse estrenado en 2019 en el de Alemania y Dinamarca. Los Gladiadores finalizaron en un meritorio undécimo puesto de un total de 32 selecciones y aunque la participación de Guillermo Fischer fue de más a menos, se siente muy satisfecho y orgulloso de haber vivido una experiencia así, defendiendo los colores de su país. “El hecho de ir con los mejores del mundo y medirte contra ellos supone una motivación extra. Siempre que he ido a un torneo con Argentina en cualquiera de las categorías y he vuelto, crecía un poco más. Mi sueño siempre fue jugar con la selección de mi país y llegar ahí ha sido una maravilla”, constata.

El lateral del Helvetia Anaitasuna resalta sobre todo las vivencias del día a día con sus compañeros de equipo. “La convivencia con el grupo era excelente. Tenemos al Chino Simonet que, además de ser nuestro mejor jugador, es el que motiva a participar en los juegos de mesa. De hecho, él hace poco creó un juego de mesa propio, que cuenta la historia de la creación de la bandera argentina. Es muy interesante y divertido. Siempre que hay una concentración, esperamos a juntarnos y a divertirnos con estos juegos. Dentro de la cancha nos llevamos bien, pero fuera también”, revela un Fischer que habla también de lo que supuso la llegada del técnico leonés a la absoluta. “Hizo un recambio muy importante de jugadores. Metió a algunos que ni figuraban. Bonanno, antes, jugaba al beach habdball (balonmano playa) y llegó Cadenas y le dijo que iba a jugar al handball indoor (en pista). Él es quien lo motivó a venir a Europa y hoy en día es el especialista central de la selección argentina. Lo está haciendo de forma impecable y es un defensor inamovible”, apunta.

SU PADRE, SU GRAN APOYO Cuando abandonó Argentina para jugar en Europa, Guillermo Fischer dejó sus estudios de Contador Público. Una mezcla, según dice, “de ADE con Contable”. De los cinco años de carrera completó tres, pero confía en poder retomarla. De hecho, cuenta con una beca de la selección argentina “que me permite estudiar a distancia y estoy haciendo los papeles para, en el segundo semestre de este año, retomar mi carrera en otra facultad de mi país”. El lateral, de 24 años, lo tiene claro: “Esto del deporte es muy lindo, pero tiene fecha de caducidad”.

Una de las preocupaciones de su padre cuando decidió saltar el charco, precisamente, fue el tema de los estudios. El que no pudiera continuar con ellos. Y eso que, como recuerda, él siempre le apoyó con el balonmano. Fue su “hincha número” uno, lo mismo “para exigirme que para felicitarme”. “Si hacía algo mal, era el primero en decírmelo. Da igual que jugase en una cancha visitante y el viaje durase una hora y media. Todo ese tiempo se dedicaba a contarme qué había hecho mal. Ahora, si hacía algo bien, lo exageraba todo el rato también”, recuerda entre risas.

Sin duda, hoy en día Rodolfo Lobo Fischer se sentiría muy orgulloso de ver a su hijo triunfando. Dedicándose a lo que le gusta. Contando con la confianza de una selección argentina cuyos colores él también vistió en el fútbol. Y aportando con dedicación y entrega en su equipo, el Helvetia Anaitasuna. A finales de esta temporada, Fischer termina su contrato con el club navarro. Ya tiene la oferta de renovación sobre la mesa, aunque no es el único equipo que lo quiere en sus filas. Por ahora, la situación es de “incertidumbre”. “Quiero decidirlo con calma. Tengo ofertas y me estoy tomando mi tiempo”, explica. Su continuidad, sin duda, sería una gran noticia para Anaitasuna.