PAMPLONA - “La cantera, la cantera, esa es la base de todo, lo que hay que cuidar. El futuro depende de ello”. Ese es el mantra que se repite. La reflexión que se escucha con más eco cuando se radiografían los recovecos del ciclismo vasconavarro, que no desprende en la actualidad la salud y la exuberancia de antaño, amputada su huella e impacto, lejos de los años felices y opulentos del Euskaltel-Euskadi cuando se amontonaban dorsales en todas las direcciones. “Si no hay base suficiente esto no se sostiene, hay que recuperar la cantera y a partir de ahí, crecer”, dicen las voces que miran a la sinuosa carretera de 2019, un año nada amable y de mirada torva para el pelotón vasconavarro, que padecerá un tremendo recorte. Perderá a 10 de sus efectivos en las tres escalas del ciclismo: WorldTour, Continental Profesional y Continental. De los 50 ciclistas que compitieron el pasado curso por el calendario permanecen en pie 40, una cifra que solo fue menor en 2015. Ni tan siquiera la desaparición del Euskaltel-Euskadi dejó tanto desamparo en el asfalto. Entonces quedaron 47 efectivos en el profesionalismo.

La presente campaña muestra el agotamiento y las dificultades por las que atraviesa el ciclismo en la base. De hecho, apenas suben tres corredores a profesionales; dos a través de la Fundación Euskadi y otro por la escalera del Euskadi-Murias. La cada vez más escueta presencia en el WorldTour, con una decena de ciclistas con sillín en el curso que arranca tras dejar el ciclismo Igor Antón, David López y el descenso de categoría de Beñat Intxausti. El relevo se antoja muy complejo y el envejecimiento de algunos corredores que se sostienen en la máxima categoría apunta hacia la disminución de los efectivos en el WorldTour en el corto y medio plazo.

En el ático permanecen Mikel Landa e Imanol Erviti en el Movistar; Pello Bilbao, Omar Fraile y los hermanos Ion y Gorka Izagirre en el Astana; Mikel Nieve en el Mitchelton; Jonathan Castroviejo en el Sky; Markel Irizar en el Trek y Víctor de la Parte en el CCC. Irizar, Erviti y Nieve son corredores veteranos, muy por encima de los 30. El oñatiarra cumplirá 39 años en febrero. El rodador de Iriberri ha cumplido los 35 y el escalador de Leitza llegará a esa cifra en mayo. Todos ellos están, sin duda, más cerca del final que del comienzo, si bien las carrera deportivas tienen mayor recorrido. El resto de ciclistas del WorldTour se bandean alrededor de la treintena, en plena madurez. Landa, un ciclista de enorme talento, está en los 29, Ion Izagirre cumplirá 30 en febrero y su hermano Gorka tiene 31. Omar Fraile se encamina a los 29, al igual que Pello Bilbao. Jonathan Castroviejo, una de las piezas de la factoría del Sky, tiene 31 años y Víctor de la Parte, que regresa al CCC tras su paso por el Movistar, suma 32 años. Muchos de ellos han crecido a rebufo del Euskaltel-Euskadi y pertenecen a la última generación dorada del ciclismo vasconavarro, donde no se aprecian claros herederos en el horizonte.

El WorldTour, donde se gestionan los presupuestos más suculentos y el mercado es global, solo recluta a corredores contrastados que les den réditos inmediatos. Fuera del radio de acción de la máxima categoría del ciclismo, donde el puñado de corredores establecidos tienen brillo, sobre todo, Landa, Nieve, Castroviejo y el cuarteto del Astana: Pello Bilbao, Omar Fraile, Gorka y Ion Izagirre, la situación es más áspera. Si bien en ese escaparate tienen predicamento y un prestigio reconocido, entre el resto de los componentes del pelotón vasconavarro el ecosistema es menos amable y el brillo más opaco. Todos ellos necesitan crecer o asentarse en la categoría.

la mayoría, en casa El grueso de dorsales encuentran amparo entre la categoría Continental Profesional, donde pedalea el Euskadi-Murias, y el cobijo de la Fundación Euskadi, de categoría Continental y puerta de acceso al profesionalismo. En la formación que gestiona Jon Odriozola se establecen una docena de corredores de aquí: Mikel Aristi, Aritz Bagües, Ander Barrenetxea, Mikel Bizkarra, Gari Bravo, Julen Irizar, Mikel Iturria, Sergio Rodríguez, Óscar Rodríguez, Enrique Sanz, Gotzon Udondo, Beñat Intxausti, procedente del Sky, y Urko Berrade, que aterriza desde el Lizarte aficionado. En el proyecto que encabeza Mikel Landa, que se presentó el pasado miércoles, más dirigido a la cantera, se suman nueve ciclistas del total de once del plantel -Sergio Higuita estará cedido hasta junio desde el Education First- que lo componen. Jokin Aranburu y Unai Cuadrado, incorporados desde categoría amateur, Mikel Alonso, Iker Azkarate, Ibai Azurmendi, Peio Goikoetxea, Txomin Juaristi, Diego López y Gotzon Martín pertenecen a la Fundación Euskadi.

En ambas estructuras se concentran la mayoría y solo estas dos formaciones han dado la opción de irrumpir en el profesionalismo a amateurs, donde subir al peldaño superior es cada vez más complejo. “El nivel medio del pelotón profesional ha subido mucho y es más complicado afianzarse y tener recorrido”, define Jorge Azanza, director de la Fundación Euskadi. Urko Berrade, del Lizarte, ha recalado en el Murias, mientras que a la Fundación Euskadi se han sumado Unai Cuadrado y Jokin Aranburu, ambos procedentes del Ampo. En el Caja Rural, situado en la misma categoría que el Euskadi-Murias, se establecen cinco ciclistas de Navarra y la CAV: Alex Aranburu, Jonathan Lastra, Jon Irisarri, Jon Aberasturi y Julen Amézqueta. Además, comparten división en equipos franceses, Romain Sicard, otro veterano, que continuará en las filas del Direct Energie y Loic Chetout, que seguirá pedaleando en el Cofidis. Xuban Errazkin, por su parte, conserva su dorsal en Portugal, concretamente, en el Feirense.

En 2019 se acentúa la pérdida de peso de los dorsales vasconavarros en la báscula del ciclismo mundial. Con once efectivos menos en cartel, desde despedidas de ilustres veteranos hasta jóvenes que no han sido capaces de adaptarse en el mecanismo del ciclismo profesional, cada vez más exigente y exclusivo porque el nivel medio ha subido mucho, y un par de casos de dopaje, el ciclismo vasconavarro muestra el esqueleto. Ante semejante reto, está condenado a reinventarse después de padecer un recorte brutal de cara a 2019, el año que refleja la cartografía de un ERE.