Varias lunas después, Esteban Chaves sonrió. Dejó atrás el tormento. Su dicha, que parecía perenne, se difuminó entre episodios desgraciados tiempo atrás. Lesiones y frustraciones, además de la tragedia personal de perder a su masajista, fallecida en un accidente de tráfico, alejaron al colombiano del corredor que se suponía que tenía que ser cuando mostró al mundo que no siempre el rostro desencajado del esfuerzo casa con el ciclista. Él era otra cosa hasta que su biografía ciclista se torció. Se le amainó la dicha. En Port Ainé gritó rabia Chaves antes de enseñar la felicidad colgándole de su cara aniñada.

El colombiano logró un triunfo terapeútico en la cuarta etapa de la Volta. Fue una victoria balsámica. Esas que supuran el alma, que no caben en una vitrina. “Estoy muy contento, es la primera victoria para el equipo (BikeExchange) y llega después de una mala época", ha comentado Chaves, que recorrió la felicidad por carreteras conocidas. El colombiano vive en Andorra. Eso le dio ventaja en una jornada dura, de piel escamada. Sabía a qué se exponía Chaves. Leyó el futuro para olvidar el pasado. “Sabía que era una etapa muy dura. No tenía nada que perder y sí mucho que ganar, tenía buenas piernas y así lo hemos demostrado”, ha argumentado. El colombiano escuchó al reloj de sus piernas. Le puso en hora.

Chaves aguardó a Port Ainé, el cierre de la etapa reina de la carrera, para pasear sus incisivos y evitar el ahogo patrocinado por el Ineos, el equipo que domina la carrera al compás de su marcha marcial. Sepultureros de esperanzas ajenas. Adam Yates, el líder, corre en carroza, blindado por una formación tremenda, que asusta desde la alineación. Porte y Thomas le abrazan en la general. Son los guardaespaldas de Yates. Los únicos ciclistas a menos de un minuto del inglés. El Ineos continúa siendo una maquinaría de enorme poder intimidatorio.

Chaves se rebeló. Fue el único en salvar la guardia de los centinelas del Ineos. Una vez fugado Chaves, dispuesto a voltear su destino y los días de insomnio, el líder y los suyos no dejaron que nadie más molestara en la ascensión, que dominaron de punta a punta. Chaves alcanzó el triunfo con una exigua ventaja, pero suficiente para curarse los adentros y que le brotara la felicidad dos años después de su último laurel. En Port Ainé, Chaves encontró la paz.