En la cabeza de Pello Bilbao se despliega el mapa del Tour de Francia. El gernikarra, un estudioso y recién proclamado campeón de España, expone al detalle el trazado de la Grande Boucle, la epopeya de 21 días que arranca mañana en Brest y que recorrerá más 3.400 kilómetros hasta alcanzar París el 18 de julio. Después de realizar una autopsia a la cartografía de la Francia ciclista, Bilbao considera que el recorrido sonríe a Roglic. “Al que más beneficia el recorrido, sin tener en cuenta los equipos y cogiendo a los favoritos uno por uno, es a Roglic. Me parece que es alguien que se defiende bien en los abanicos. En las cronos de este Tour, que son más llanas, quizás esté un punto por encima del propio Pogacar. Además, las etapas de montaña no son exageradamente duras y puede defenderse muy bien cogiendo su ritmo. Puede ser que tenga la oportunidad para recuperar el Tour que se le escapó en el descuento”, desgrana el gernikarra. Este es su análisis.

Muros, crono y Alpes

El hecho de que no haya una crono inicial hace que mucha gente quiera pelear por el maillot amarillo porque deja abierto el panorama. Las dos primeras jornadas etapas son propicias para ciclistas como Van Aert, Van der Poel, Sagan, Colbrelli o el mismo Alaphilippe. Los franceses estarán pensando en él. En otras circunstancias sería complicado que optaran al liderato, pero se dan las condiciones.

La contrarreloj individual de la quinta etapa será el primer hito para la general. Servirá para marcar las primeras diferencias. Empezará a aclararse el Tour. Es una crono para marcar diferencias. Son 27 kilómetros que dan para mucho. Es una crono ideal para Roglic y tal vez no tanto para Pogacar. También es un buen escenario para Thomas. Esta crono puede servir para marcar las capitanías en los equipos que cuentan con más de un líder. En el Ineos, por ejemplo, alguien puede salir muy reforzado respecto a otros líderes y ser la mejor de las opciones de ese equipo.

La segunda zona caliente de la carrera se sitúa en la octava etapa, la primera jornada de montaña alpina con final en Le Grand Bornard. No es una etapa con gran dificultad, pero se suben Mont Saxonnex, el Col de Romme y la Colombière, aunque no se acaba en alto. No será una etapa superdecisiva, pero al ser el primer día de montaña, eso siempre impone. Psicológicamente entra el miedo cuando se sabe que es el primer test de montaña. Se hará la primera gran selección.

La segunda jornada alpina es un test muy serio, es una etapa dura. Sin un tramo llano. Se encadena el col de Saisies, Pré, Roseland y la subida final a Tignes. Es una ascensión regular, sin pendientes exageradas. Hay varios tramos de descanso. Pero es una subida de 21 kilómetros, llegando casi a los 2.100 metros. Eso supone una llegada seria. Habrá diferencias más importantes. Es un puerto propicio para asistir a los trenecitos que estamos acostumbrados a ver. En el tramo final, de 8 kilómetros, hay terreno para atacar.

Mont Ventoux, viento y Pirineos

Después del día de descanso nos encontramos con una etapa para esprinters. Será la antesala antes de afrontar la doble ascensión al Mont Ventoux por Sault. Estamos hablando de un puerto muy serio. Quizá sorprende que un puerto de esta entidad no sea el final en alto de la etapa. Han apostado por situar la meta abajo, en Malaucène, tras 20 kilómetros de descenso. Eso cambia el planteamiento. Con esa bajada, a la gente de la general le da un poco más respeto hacer un ataque a fondo. Es un día que te da bastante margen para jugar estratégicamente. Un descenso así te puede servir para rectificar en la bajada, pero si llegas muy tostado arriba te puede caer más tiempo bajando que subiendo.

El día siguiente puede ser un día de zafarrancho por el viento en Nimes. El viento es el peor rival y todo puede saltar por los aires. En las primeras etapas también será un elemento a tener en cuenta. La etapa de Quillan es de media montaña y creo que es para una fuga. A partir de ahí, todos los puntos son calientes para la general. En la segunda semana entramos en los Pirineos, que van a ser decisivos, los que definan la general. En los Pirineos toca hacer el all-in.

Antes del segundo día de descanso tenemos la etapa de Andorra. Los tres primeros puertos tienen pendientes muy regulares para presenciar otro trenecito. Es un terreno difícil para un ataque lejano e intentar sorprender. Pero el Col de Beixalis es dónde se puede mover la carrera, tanto en la subida como en la bajada, y más si cabe sabiendo que espera el segundo día descanso. Se irá a tope. Es una etapa en el que el grupo irá muy seleccionado y los gallos de la general tendrán que estar delante sí o sí.

Alta montaña, crono y París

Quizá lo raro de la semana final del Tour es que en los tres últimos días no haya una etapa de montaña. Así que todo la dureza, a la espera de la contrarreloj, se concentra antes. Es un planteamiento diferente. La jornada de Saint Gaudens parece una etapa propicia para la fuga, más teniendo en cuenta que es después del día de descanso. El puerto de segunda está demasiado lejos de meta. Será un día de calentamiento.

Después aguarda una etapón con final en Saint Lary, al que se llega tras encadenar tres puertos. El último es muy serio: 16 kilómetros al 9%. Seguramente sea el puerto más exigente que nos encontremos en el Tour en cuanto a distancia y porcentaje. Esta jornada será clave. Se suben Peyresourde, Val Louron y la llegada es en Saint Lary, a 2.200 metros. Es importante el factor de la altura. Marca la diferencia. La primera parte de la etapa es completamente llana. A partir del kilómetro 115 será un sálvese quién pueda. Desde Bagnères de Luchon se irá a tope.

Para cerrar la montaña tenemos la etapa con final en Luz Ardiden. Es la mítica etapa de Pirineos con el Tourmalet y Luz Ardiden. No hace falta más. Etapa corta, de 130 kilómetros. Se correrá con más agresividad. El Tourmalet puede servir como lanzadera para un movimiento táctico y encarar Luz Ardiden, una subida de las que ahoga y que sirve para hacer diferencias. No tiene pendientes exageradas, pero no tiene ni un metro de descanso.

Es una etapa que me atrae y en la que me gustaría estar metido en la pelea por ganarla. Será la última oportunidad para los escaladores. Después toca esperar la contrarreloj, donde se harán diferencias. Para entonces se acumulará la fatiga. Es una crono de 30 kilómetros en la que se puedan hacer diferencias de minuto o minuto y medio. Si la general llega apretada ese día, será una crono interesante, aunque sea prácticamente llana. Luego solo queda disfrutar de París.