Sabíamos que Ronaldo es un ególatra, un tipo convencido de que su ombligo es el centro del mundo futbolístico, pero es que la cosa va a peor, porque ya ni disimula lo mal compañero que es. Su ausencia en la última gala de la UEFA, tras enterarse de que solo le iban a dar los premios de mejor delantero y mejor gol, estuvo motivada porque el galardón a mejor jugador iba a ser para otro. Y le daba igual que ese otro fuera Luka Modric, con el que ha compartido vestuario las seis últimas temporadas. Al croata, y no a la UEFA, le hizo el feo de no ir a la gala, de no estar ahí arriba felicitándole y echándole algún piropo. Lo normal entre compañeros. Y, para terminar de arreglarlo, su entorno más cercano -hasta su propia hermana- se está dedicando a criticar públicamente la valía de Modric, solo para regalarle los oídos al portugués, que exige admiración continua e incondicional. Que un dios no merece menos.